Hoy comienza una nueva etapa en la historia del Ecuador. La posesión del presidente Daniel Noboa para un nuevo mandato abre una puerta de oportunidad que el país no puede dejar pasar. No se trata solo de un acto protocolario: se trata de renovar la confianza, reafirmar el compromiso y, sobre todo, de volver a creer.
Creer en el Ecuador no es ingenuidad ni simple optimismo. Es un acto de responsabilidad y de visión. Es reconocer que, a pesar de las crisis, los conflictos y la incertidumbre, nuestro país tiene un potencial inmenso para transformarse y salir adelante. Y ese potencial no solo está en sus recursos, sino —sobre todo— en su gente.
El nuevo gobierno tiene ahora la legitimidad de una continuidad democrática y, con ella, una doble tarea: ejercer el poder con firmeza, pero también con humildad. Gobernar con autoridad, pero con cercanía. Impulsar decisiones firmes contra la violencia y la corrupción, pero también abrir espacios reales para el diálogo y la inclusión.
Ecuador necesita un liderazgo que escuche, que sume, que no excluya. Porque solo con unidad será posible enfrentar los desafíos que siguen marcando la agenda nacional: la inseguridad, la falta de empleo digno, la desnutrición infantil, la pérdida de credibilidad institucional, la crisis de valores. Y porque no basta con prometer: hay que cumplir, convencer, conectar.
Desde Dialoguemos.ec lo hemos sostenido desde el primer día: no hay desarrollo sin diálogo. No hay democracia sin participación. No hay futuro sin confianza. Por eso, creemos que ha llegado el momento de renovar el pacto entre el Estado y la ciudadanía. De recuperar la palabra como puente y la política como herramienta útil. De construir una comunicación pública transparente, inclusiva y comprometida con la verdad.
El país necesita una agenda común que convoque a todos. Una narrativa positiva que no niegue los problemas, pero que tampoco se quede atrapada en el lamento. Una hoja de ruta que conecte los sueños de los jóvenes, las esperanzas de las familias, los esfuerzos de los emprendedores, los saberes de las comunidades, y las capacidades de todos los sectores.
Por eso, creemos que el Nuevo Ecuador debe desarrollar iniciativas que busquen fortalecer la identidad, recuperar la confianza, impulsar el desarrollo y promover una cultura de unidad y confianza. Propuestas que quieran sumar, inspirar, movilizar.
Creer en Ecuador hoy es también apostar por un gobierno que tenga la madurez de sumar voces distintas y de abrir las puertas al talento joven. Que no tema a la crítica ni al debate, porque sabe que la discrepancia no es enemiga del progreso. Que entienda que el poder no se sostiene por la imposición, sino por la coherencia y la visión compartida.
A partir de hoy, la mirada de los ecuatorianos se dirigirá con más atención a Carondelet. Pero también —y con la misma fuerza— debemos mirar hacia nosotros mismos: a lo que hacemos cada día desde nuestras casas, comunidades, empresas, medios, organizaciones, universidades, para aportar al país que queremos.
Creer en Ecuador es un acto colectivo. Es elegir la esperanza sobre el cinismo. Es preferir el compromiso sobre la queja. Es saber que no hay soluciones fáciles, pero que sí hay caminos posibles.
Hoy comienza un nuevo tiempo. Que sea el tiempo de la unidad, del diálogo y de la acción. Porque sí: hay razones para creer en Ecuador.
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