La de octubre 15 fue la primera elección presidencial de la que se tiene memoria en que entre las opciones estuvo poner fin a la democracia. De ahí que haya sido la elección más importante de la historia.
Por 52 % a 48 %, el electorado rechazó lo que hubiera significado elegir a Luisa González: despejar el camino para el retorno de Rafael Correa. La agenda nacional subordinada a la personal del líder máximo. Correa se hubiera mudado a Colombia u otro país cercano para facilitar su gobierno a distancia. Con un bloque legislativo grande y disciplinado, no le habría resultado difícil conformar una mayoría en la Asamblea y captar el resto de las instituciones del Estado. Hubiera destituido a la fiscal general. Probablemente también a los magistrados de la Corte Constitucional, o en su defecto les hubiera lanzado turbas que destruyesen sus despachos y amenacen su integridad, como en 2007. La Corte Nacional de Justicia declararía nulas las sentencias contra Correa y los suyos por razones de forma y no de fondo, como sucedió con Lula en Brasil. Se llamaría a Asamblea Constituyente para que reforme la Constitución para que Correa retorne al poder en 2025, con miras a perennizarse como Maduro y Daniel Ortega.
Ecuador se dolarizó para impedir la emisión sin respaldo, pero Correa inventó emitir dinero en moneda extranjera, lo que obliga a cerrar la economía. Hubiera emitido ecuadólares, inicialmente $ 2.500 millones, anunció Arauz, y hubiéramos perdido acceso a nuestros dólares, excepto para pagos internos: hubieran dejado de ser dólares. La emisión hubiera dejado agónica a la dolarización, pero el deceso se daría de 2025 en adelante cuando Correa ya estaría formalmente en el poder y la prensa silenciada.
Esta elección fue para solo 17 meses, antesala del relevo que vendrá en mayo de 2025. Daniel Noboa recibirá las arcas fiscales vacías, una montaña de cuentas por pagar y el crimen organizado amo y señor de las calles. Un país con apagones crónicos hasta marzo de 2024, azotado por un fenómeno de El Niño que ojalá sea tan moderado como aseguran nuestros cosmólogos. Tendrá que ubicar fondos para desmontar las instalaciones petroleras del ITT. Una población con la expectativa que el presidente entrante aplaste la delincuencia y dinamice la economía vía un gran gasto público.
Daniel Noboa buscará mejorar la competitividad y fomentar el empleo productivo. Tendrá la dura disyuntiva de calibrar cuánto populismo se permitirá para no desgastarse y llegar bien a las elecciones de 2025, pero sin causar daño irreparable a la economía. Noboa tendrá un bloque mínimo en la Asamblea, pero se precia de haber logrado apoyo en la Asamblea saliente para pasar algunos de sus proyectos de ley a pesar de carecer de bloque legislativo. Intentará impedir que se conforme un bloque legislativo dominante y desestabilizador que busque su fracaso, como el que enfrentó Lasso. De tener éxito Noboa, posiblemente sería reelecto y pasaría como uno de los presidentes de mayor trascendencia de la primera mitad del siglo, sepulturero del correísmo. De lo contrario sería interino como Fabián Alarcón.
La elección de la ciudadanía garantiza la existencia de un régimen democrático, el respeto de los derechos humanos y de una economía relativamente libre, al menos por año y medio más.
Texto original publicado en El Universo
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