La Santa Mariana de Jesús, en su momento dijo: “El Ecuador no se acabará por los terremotos, sino por los malos gobiernos”; lo cual, a 2023, parecería que se está cumpliendo, ya que los gobiernos que se ha tenido en los últimos tiempos -luego del retorno a un gobierno democrático en 1979- no han sido, en varios de los casos, malos sino pésimos.
Y, claro, ese escenario negativo ha hecho que los problemas estructurales del país no se hayan atendido a tiempo y, más bien, se han ido complicando. Por ejemplo -por citar algunos casos-, la calidad de la educación sigue, como buena intención, en el escritorio del olvido; la desnutrición crónica infantil, a pesar del diagnóstico internacional que le ha visibilizado con toda la fuerza, se ha empeorado -complicando el futuro de la niñez ecuatoriana y, por ende, de todo el Ecuador; el aumento del deterioro de la calidad del empleo ha ido creciendo y complicando el comportamiento de otros indicadores socioeconómicos; la ineficiencia y corrupción más bien se ha enraizado en la organizaciones del sector público en contubernio con ciertos actores privados y, por supuesto, lo que ha hora tiene atemorizada a la población, la inseguridad se encuentra en situación de aumento acelerado imparable como consecuencia de la inacción de los últimos gobiernos que, más que actores directos pro solución, han sido, más bien, simples espectadores de un problema que se ha agravado poniendo en jaque a la estabilidad y razón de ser de un Estado que está contra las cuerdas.
Esa sensación de que el país se cae a pedazos -agravada con el asesinato del candidato a la Presidencia, Fernando Villavicencio-, lamentablemente, afecta a la esperanza que, para salir adelante como nación, es vital para lograr potentes resultados colectivos que, sobre la sinergia, son los que conducen a mejores días a una sociedad ávida por soluciones que contribuyan a mejorar el bienestar de los seres humanos que la integran.
De ahí, pensando en un Ecuador del futuro más justo, solidario, productivo, equitativo e inclusivo, resulta vital trabajar en la construcción de espacios reales -no solo discursivos- de creación de oportunidades sobre todo para que aquellos grupos poblacionales que, por diversas razones, han sido excluidos del acceso a opciones que les den ese empujón para salir adelante y, a partir de ahí, demostrar todo el potencial que tienen para construir un entorno de vida mejor que les devuelva la confianza y esperanza en un país que, a pesar de los difíciles momentos que está viviendo, tiene grandes potencialidades que, por el egoísmo, el sectarismo y la codicia del poder para beneficio personal o de grupos representativos, no han sido aprovechadas y, más bien, están desperdiciadas esperando que alguien, estratégicamente, las active para beneficio, eso sí, de los más de 18 millones de ecuatorianos.
Es la hora, ahora sí, de la tan cacareada -desde hace varios años- concertación nacional, sustentada en la definición participativa de una visión de país que, para su consecución, requiere, primero, de la recuperación de ese entorno pacífico que siempre estuvo vigente en el Ecuador, segundo, de acuerdos sobre los objetivos nacionales prioritarios y, tercero, de la construcción de confianza, con hechos reales y palpables, a todo nivel; siendo para ello necesario el aparecimiento de liderazgos que, sobre la base de la credibilidad, sean capaces de llamar y juntar a todos los actores que, independientemente de su posición política o ideológica, contribuyan a la consolidación de ese Ecuador mejor que sí es posible lograrlo.
Finalmente, pensando en las elecciones del nuevo gobierno de año y medio -a realizarse este 20 de agosto-, es fundamental que, cada ciudadano, asuma, de a de veras, la responsabilidad de elegir inteligentemente a quien será la persona que tome las riendas de un país que, de acuerdo al diagnóstico integrado actual, está hundido en un punto que, para salir adelante, requiere de la fuerza de todos los ecuatorianos más toda la ayuda internacional que se pueda conseguir. En este escenario de gobernanza efectiva, es clave que el nuevo gobierno sea un gobierno de acciones reales y no solo de discursos románticos poco transparentes y confusos que el pueblo está ya cansado de escucharlos. Por lo tanto, está en nuestras manos el futuro del Ecuador que requiere de un norte claro para evitar hundirse en el camino. ¡Estamos todavía a tiempo!
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