La metáfora de la posición sánduche ha sido utilizada para explicar varias situaciones políticas, sociales y económicas que se tienden a dar en la vida diaria del ser humano en términos individuales y colectivos. Ahora pensando desde la óptica geopolítica, justamente, Ecuador está tendiendo a ubicarse, entre sus vecinos limítrofes del norte y del sur, en una posición sánduche.
Por una parte, se tiene a un Perú a punto de ser gobernado por Pedro Castillo que, aparentemente, se identifica con los ideales y acciones de gobernantes y ex gobernantes que, en su momento, se autodenominaron como partidarios de la ideología del socialismo del siglo XXI que, desde el alcance de sus propuestas, buscan -cambiando de forma radical el péndulo que venía rigiendo en el Perú- una mayor intervención estatal que, claro, para que funcione, de manera inmediata, se requerirá de un nuevo boom de los precios de las materias primas; caso contrario se necesitarían de varios años para hacer cambios estructurales.
Y en el otro extremo geográfico está Colombia con una serie de protestas que no han parado desde hace más de cuarenta días y que, sobre la base de su esencia de origen, parecería que están ayudando a que Gustavo Petro se vaya posicionando como una opción presidencial viable para el 2022. Y, claro, Petro también muestra señales de identificación con los impulsores del socialismo del siglo XXI que, por su posición, tiende a ubicarse en los polos opuestos de lo que ha venido ocurriendo en Colombia; lo cual, por las posiciones extremas -sin llegar a puntos intermedios- más bien es lo que, históricamente -por el denominado efecto péndulo-, ha complicado el futuro de los países de la región.
De ahí, frente a estas posibles realidades, pensando en el avance del Ecuador de los próximos cuatro años -liderado con un gobierno con enfoque distinto al de los probables Castillo y Petro-, será clave considerar ese escenario prospectivo que, en medio de amenazas, también ofrece oportunidades al país. Por ejemplo, pueda darse que, dependiendo de la implementación de la política económica de Castillo, varios inversionistas -ahora en Perú- quieran retornar al Ecuador -el caso de empresas ecuatorianas que se radicaron desde hace varios años en el vecino país del Sur-; también, inversionistas de otros países, podrían ver al Ecuador con buenos ojos y aterrizar en su economía siempre y cuando, el Presidente Guillermo Lasso, cumpla con sus ofertas de campaña de crear un ambiente de negocios atractivo para hacer inversiones productivas de largo plazo, eso sí, sin olvidarse que, a la par, hay que trabajar en el espacio de la equidad social.
Otras oportunidades, del mismo modo, podrían surgir en el ámbito de la cooperación que provenga de los organismos internacionales -Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Banco Mundial (BM), Corporación Andina de Fomento (CAF)- que, al ver lo que está sucediendo en Colombia, Perú y también en Chile; quizá aumenten su sensibilidad y comprensión para, tratando de evitar que en Ecuador ocurra lo mismo, decidan apoyar con recursos financieros y/o ayuda técnica para consolidar la ansiada transformación productiva con equidad social.
Finalmente, independientemente de lo que suceda en los países vecinos del norte y del sur, el Ecuador debe saber leer bien lo que viene ocurriendo en toda América Latina -la región más desigual del planeta según la CEPAL- más aún, ahora, con los sendos coletazos socioeconómicos que va dejando la pandemia covid-19; en donde, esa gran cantidad de excluidos -con necesidades grandes de empleo e ingresos-, lo que están esperando es que sus gobernantes se sensibilicen y atiendan sus demandas que, siendo pragmáticos, va más allá de la posición política extrema de izquierda o de derecha; pues, se requieren soluciones intermedias que, ante todo, busquen hacer el bien a todos, sin distingo de ningún tipo, más aún en sociedades tan diversas -multidimensionalmente hablando- como las latinoamericanas.
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