La Comisión de Desarrollo Económico presidida por Esteban Albornoz, ministro de Electricidad del gobierno del expresidente Rafael Correa, logró que el Pleno de la Asamblea aprobara con 84 votos afirmativos, 16 negativos, uno blanco y una abstención la Pro forma 2020.
Fueron 20 observaciones a un documento devuelto al Ejecutivo para obligarle a enviar uno nuevo o a insistir en su propuesta original, conforme lo dispuesto en el inciso segundo del artículo 295 de la Constitución. Para Albornoz, el principal objetivo de la Pro forma debería ser convertirse en una herramienta para la gente que genere mayor productividad, empleo, desarrollo sostenible y así eliminar las desigualdades.
Diez años de discursos vacuos no se superan de la noche a la mañana. Diez años de títulos honoris causa con doctorados en economía pura, llámese asesores de la Conaie o Rafael Correa, que miran por debajo del hombro a los contadores, parecen insalvables. ¿Para qué una lista de ingresos y egresos? ¿Para qué si se puede pedir al Ejecutivo la racionalización de los gastos inflados en el Gobierno anterior? ¿Cómo?
Pues con la implementación de estrategias para reducir la elusión y el contrabando; la provisión de recursos para los planes de erradicación de la violencia contra la mujer, así como para la reasignación de presupuestos en favor de universidades y escuelas politécnicas que permitan efectivizar la gratuidad, el acceso a créditos y otros. Los créditos educativos que el gobierno anterior efectivizó como para que nadie pudiera pagar si no accedía a un cargo en el sector púbico.
Todos los asambleístas de manera unánime se pronunciaron por definir recursos para la salud, educación, seguridad, producción y emprendimiento, además de las transferencias oportunas a los gobiernos locales. Nadie dijo cómo. Nadie preguntó cómo. El bloqueo estilo Conaie se ha comenzado a instalar en el discurso político tanto de la derecha como de la izquierda, centroderecha, centroizquierda y todos los ángulos existentes posibles y no posibles, porque todos apuntan a ser víctimas.
Cuando todo es pedir, toda administración o gestión de recursos es sencillo. Todos los asambleístas piden porque tal vez sus tiempos pasan entre discursos remendados que se pagan con recursos públicos que creen salen del aire o de la articulación de sus palabras carentes de cualquier significante, de cualquiera.
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