El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, soportó la burla que causó su discurso en la Asamblea General de la ONU. Aunque primero admitió que no esperaba esa reacción, dos días después prefirió desviar la atención y afirmar que la sala no se rió de él sino con él.
A la par, la prensa internacional informó sobre la aceleración en la primera economía mundial en 2018: de 2,5 % en el primer trimestre a 4,2% en el segundo trimestre. Este segundo cálculo del segundo trimestre acerca la promesa de Trump de llevar el crecimiento a una tasa anual del 3 por ciento, impulsado por un enorme plan de estímulo fiscal aprobado en diciembre que incluye notables recortes de impuestos para las empresas y, en menor medida, a los trabajadores.
Por ahora, los datos parecieran darle la razón y no muestran el impacto negativo de su agresiva agenda proteccionista comercial que ha impuesto aranceles a dos de sus principales socios comerciales: China y la Unión Europea.
Trump está perdiendo de vista la ventaja competitiva que tiene EEUU en el ámbito de la tecnología e innovación y el caso de la industria automotriz es un claro ejemplo de ello. Él piensa que la producción de automóviles se circunscribe únicamente a metales, llantas y motor cuando los componentes más importantes son los de alta tecnología: el visor para evitar choques, el control de velocidad, el cerebro electrónico, la mini computadora, entre otros. Todos estos, fabricados en EEUU e incorporados en la industria automotriz mexicana, con costos de producción más baratos. La nuevas políticas afectan directamente al consumidor norteamericano que tendrá que pagar por esos mismos vehículos valores más altos.
Adicionalmente, hay que señalar el error estratégico de EEUU de cederle el liderazgo del comercio internacional a China. Resulta de Ripley que el gigante asiático, siendo un país comunista, lidere el tema de libre comercio mientras que la nación que fue adalid del aperturismo se encierre en temas neo mercantilistas.
Trump está, equivocadamente pensando que la riqueza está en las balanzas comerciales positivas. Como mantiene una balanza comercial negativa con China estima que si se logra equilibrar esa relación, EEUU tendrá una mejor posición.
Sin embargo, el tema de balanzas comerciales positivas y negativas está hace rato fuera de discusión, lo que realmente interesa es la generación de riqueza y de valor agregado en un mundo las cadenas Globales de valor –CGV- incorporan partes, piezas, insumos y materia prima del mundo entero, para comercializarlos como producto final a nivel global. Hay muchos países que tienen balanzas comerciales negativas y no han perdido competitividad a nivel mundial.
Además, hay otra razón con trasfondo político para que el mandatario estadounidense esté guiando a su país hacia una guerra comercial y tiene que ver con su reelección. La mejor manera de publicitar entre la población estadounidense la idea del nacionalismo y ese criterio “buy american” es exhibir los indicadores macroeconómicos que ese efecto de las políticas proteccionistas producen: se está generando riqueza, hay más empleos, el PIB sube, las tasas de interés han mejorado… pero en el mediano plazo el mayor daño será para la propia industria, el liderazgo y la competitividad de EEUU.
El peligro más grave es que se vuelva a vivir en un planeta en el que las relaciones bilaterales se privilegien frente a las multilaterales, labor en la que estamos desde 1995. Son más de 30 años de tratar de organizar un mundo en el que los países puedan ponerse de acuerdo, en que los mismos puedan negociar según los intereses del planeta y no solo del mercado norteamericano. Caso contrario, se retrocederá al periodo de entre guerras, donde cada país hizo lo que pudo con tal de proteger su industria.
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