Organizar un evento deportivo de la magnitud de un mundial de fútbol requiere de una fuerte cantidad de dinero. Aunque los países anfitriones insisten en los grandes beneficios que conlleva organizar este tipo de eventos, las investigaciones realizadas demuestran que sucede todo lo contrario.
La premisa que ha venido siendo utilizada para realizar el cálculo de “impacto económico” es que la organización del evento permite impulsar la economía del país, obteniendo un efecto positivo en el turismo con la mejora de infraestructura; mostrando al mundo, los países y las ciudades anfitrionas, como los lugares ideales para hacer negocios. Incluso algunos estudios llegan a hacer un análisis de los beneficios que se generan y que no se los puede contabilizar. Por ejemplo, el incremento de la felicidad en el país anfitrión o mejora de la gestión pública y privada.
Stefan Hall, analista del World Economic Forum sostiene que si nos apegamos a criterios estrictamente económicos, los costos de organizar los grandes eventos deportivos superarán los beneficios económicos que generan e indica que esto ocurre por tres razones: el costo de oportunidad, el cambio en los patrones turísticos y el trozo del pastel de la FIFA, en este artículo se hará referencia a la tercera razón.
Según Gerardo Molina, presidente de Euromericas. Cuando la FIFA oferta la organización de un Mundial, lo hace poniendo en la mesa un contrato en el que especifica que el 95% de lo que generé el evento entra a sus arcas y el 5% restante de las ganancias es para el país organizador, quedando la fuerte misión del país de planificar de una forma adecuada sus recursos e inversión, aplicando una estrategia que le permita atraer turistas, incrementar el comercio, el consumo y las ventas.
The Economist reveló que la FIFA generó casi 5.000 millones de dólares en ingresos por la Copa del Mundo 2014, aproximadamente la mitad procedentes de los derechos de televisión, a pesar de que no contribuyeron en nada a los costos de la organización del torneo. Ahora, relacionemos los costos del Mundial de Brasil que fueron de 13.600 millones, de los cuales cerca del 90%, provino de fondos públicos. Sin embargo, la FIFA entregó al comité organizador solo la cantidad de 100 millones de dólares, dinero que fue gastado en su mayoría en la construcción y remodelación de estadios, escenarios que en la actualidad siguen generando dolores de cabeza al gobierno del país amazónico por su costo de mantenimiento y dificultad para privatizarlos.
Algo similar ocurrió en el mundial de Sudáfrica 2010. Gutiérrez (2014) señala que al gobierno de Sudáfrica le costó la organización de la copa del mundo la cantidad de 20.200 millones de dólares, dinero que en su mayoría fue destinado en la construcción de cinco estadios y remodelación de otro cinco, cifra 10 veces mayor a lo presupuestado en la presentación de la candidatura. En este caso la FIFA entrego al comité organizador la cantidad de 518 millones de dólares.
Joseph Blatter presidente de la FIFA declaró que “apostar por Sudáfrica para la copa del mundo fue muy arriesgado”, pero supuso un acierto. “Logramos un buen resultado, fue una buena decisión económica y comercial”
Es importante mencionar que, los ingresos directos se vieron reducidos para Sudáfrica por el hecho de que no contó con un punto importante a la hora de recaudar dinero: la FIFA decidió en octubre de 2007 quitarle a Sudáfrica la venta y recaudación de todas las entradas; creando la compañía 2010 FIFA World Cup Ticketing Ltd cuya recaudación pasó directamente al ente rector del fútbol mundial.
Para finalizar, Simon Kuper y Stefan Szymanski en su libro Soccernomics publicado en el año 2009, mencionan que la organización de un campeonato mundial no era rentable. El hecho de celebrar estos eventos no genera beneficios económicos, entre sus conclusiones manifiestan que organizar un mundial de fútbol es un negocio redondo para la FIFA y sus patrocinadores (Adidas, Coca Cola, Visa, McDonald’, etc.), un buen estímulo temporal para las empresas de hoteleras del país que organiza el evento y una inversión muy dudosa para el país en su conjunto. Que el proyecto tenga una cierta rentabilidad a largo plazo o sea perjudicial económicamente depende de la utilidad real fuera del evento, de la necesidad real de la infraestructura y estadios construidos para albergarlo.
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