A pocas horas de que se cumplan tres meses de ausencia temporal del vicepresidente Jorge Glas, y que se declare la vacancia definitiva del cargo, es oportuno reflexionar sobre los atributos del nuevo vicepresidente o vicepresidenta de la República.
Ante todo hay que tener presente que el segundo mandatario está llamado a cumplir las funciones que le designe el presidente. La historia reciente evidencia el caso de Alberto Dahik que se ocupó del área económica en el gobierno de Sixto Durán Ballén. El propio Lenín Moreno tuvo a cargo la Secretaría Técnica de Discapacidades; Jorge Glas, en su primer periodo, manejó los sectores estratégicos. Ambos se sucedieron en el cargo como compañeros de fórmula de Rafael Correa.
Hasta el pasado 3 de agosto, cuando Moreno le retiró todas las funciones por estar acusado de participar en la trama de corrupción montada por la empresa Odebrecht, el vicepresidente tenía asignada la tarea de articular el Consejo Sectorial de la Producción.
Dado el curso que ha seguido el caso, con una sentencia de seis años de prisión (en primera instancia) en contra de Glas, el Ejecutivo se apresta a elaborar la terna que será enviada a la Asamblea Nacional para la designación de un nuevo vicepresidente.
Como corresponde en la actual coyuntura enfocada en la consulta popular por llevarse a cabo el próximo 4 de febrero, el perfil de María Alejandra Vicuña, ministra de Vivienda, que al mismo tiempo ejerce como vicepresidenta encargada, es netamente político. Sus nexos partidistas con las bases de Alianza País y con otros sectores le confieren un rol preponderante en este momento. No obstante, para encarar los tres años y medio que restan de mandato, el presidente debería contar con un compañero de ruta que pueda ocuparse con solvencia del tema más apremiante para el país: la economía.
Bajo esta premisa, la persona que asuma la segunda magistratura tendría que responder al ofrecimiento realizado por Moreno de abrir la economía para atraer la inversión extranjera, tan necesaria, incluso la posibilidad de buscar nexos con Estados Unidos con miras a lograr un Acuerdo Comercial.
Que el nuevo vicepresidente sea originario de la Sierra o de la Costa, por aquello del denominado “equilibrio regional” es un asunto secundario. Ni el regionalismo ni el género deberían ser requisitos sine qua non para ocupar la Vicepresidencia de la República.
Con ese horizonte, el nuevo funcionario debería tener un perfil técnico que genere confianza en los inversionistas y tranquilidad en los mercados. Adicionalmente, otra característica a tener en cuenta debe ser la capacidad para tender puentes con los distintos sectores políticos representados en la Asamblea Nacional. Esto, porque en apariencia el presidente tiene de su parte entre 40 y 44 asambleístas pertenecientes a una facción de su partido, Alianza País, pero esos votos no le garantizan las tres cuartas partes necesarias para aprobar leyes en un órgano Legislativo de 137 integrantes.
Por tanto, el vicepresidente debería cumplir la dualidad de ser un experto en materia económica y una persona de diálogo, conciliadora, que pueda conversar con el oficialismo y con la oposición, que fomente los consensos, que sirva de enlace con todo el espectro político. En lo fundamental ese tipo de personalidad es lo que necesita el país.
De alguna manera, durante estos meses el presidente ha dedicado sus esfuerzos a pasar el año. Con ese propósito adoptó algunas medidas que le han permitido finalizar el 2017 “con las justas”; no lo reprobó. Empero las circunstancias no son como para seguir con parches, de ahí que luego de la consulta tendrá que encauzar los esfuerzos a resolver las dificultades económicas.
Que el nuevo vicepresidente sea originario de la Sierra o de la Costa, por aquello del denominado “equilibrio regional” es un asunto secundario. Ni el regionalismo ni el género deberían ser requisitos sine qua non (en lo personal, prefiero una vicepresidenta) para ocupar la Vicepresidencia de la República. Lo verdaderamente importante es que luego de la consulta popular el país pueda entrar en una etapa de estabilidad política. Eso abrirá la posibilidad de plantarle cara al tema de fondo: la cuestión económica.
Por todo aquello y con la mira puesta en conseguir el bienestar de todos es momento de analizar con pragmatismo las cualidades que debe tener el nuevo vicepresidente o vicepresidenta de la nación. Una persona que ofrezca tranquilidad a los mercados, confianza a los inversionistas y que junto a Lenín Moreno gobierne durante los tres años y medio que restan de mandato.
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