El comunicado de la Cancillería ecuatoriana de apoyo a la Asamblea Constituyente de Nicolás Maduro es extraño, y preocupa que Ecuador, a estas alturas, mantenga una posición que difiere de países donde se vive la democracia, se respeta las libertades, la alternabilidad, la transparencia electoral, los Derechos Humanos. Es como si el Gobierno de Lenín Moreno no tuviera claro lo que ocurre en Venezuela y hubiera decidido aferrarse en la defensa de un régimen cuestionado no solo por los países del primer mundo sino por la opinión pública internacional.
La ilegitimidad de ese organismo ha sido evidente. Las imágenes de las cadenas de televisión y hasta las de la misma propaganda que hace el Gobierno de Nicolás Maduro, en cadena nacional, ha mostrado claramente cómo fue la designación de los dignatarios de esa Constituyente.
Diosdado Cabello designó a dedo a todas las autoridades de ese organismo. Todos los asambleístas constituyentes pasaron como unos alzamanos que aprobaron sus resoluciones en 15 minutos.
La agenda misma para ese día la tenía con antelación, antes de su designación, la presidenta de la Constituyente, Delcy Rodríguez, muy conocida por la férrea defensa del chavismo en las reuniones de la OEA, cuando fue canciller. No hubo ningún voto en contra, todos los asambleístas constituyentes votaron igual.
Y todos fueron elegidos en unas elecciones en las que solo votaron los que siguen con el chavismo, sea por sectores sociales, sea por gremios de trabajadores… Fueron votos cautivos. Ni siquiera hubo una votación universal y directa. Fue tanto el apuro para montar todo ese escenario que ni siquiera hubo tiempo para preparar un proceso electoral claro y confiable.
¿Qué queda del Alba? Ahí todavía están países como Nicaragua donde gobierna la familia de Daniel Ortega, con su esposa y sus hijos; Cuba, donde la familia Castro lleva casi sesenta años en el poder. La familia que ha enseñado a Hugo Chávez primero y Nicolás Maduro después cómo gobernar en dictadura. Y está Venezuela, que instaló una Asamblea Constituyente donde fue ubicada la esposa y el hijo de Maduro.
De ahí que el comunicado de la Cancillería ecuatoriana deja mucho que desear, al igual que el viaje de la canciller María Fernanda Espinosa a Caracas para reunirse con sus pares del Alba, mientras en Perú estaban reunidos la mayoría de los cancilleres del continente para repudiar la ruptura del orden democrático en Venezuela.
El viaje de la canciller también puede ser entendido como otra forma de seguir jugando con el Alba. Pero, ¿qué es el Alba?, ¿qué queda del Alba? Ahí todavía están países como Nicaragua donde gobierna la familia de Daniel Ortega, con su esposa y sus hijos; Cuba, donde la familia Castro lleva casi sesenta años en el poder. La familia que ha enseñado a Hugo Chávez primero y Nicolás Maduro después cómo gobernar en dictadura. Y está Venezuela, que instaló una Asamblea Constituyente donde fue ubicada la esposa y el hijo de Maduro.
Y en ese foro se hizo presente el Gobierno de Ecuador. Hasta cabría preguntar al presidente Moreno si también vamos a ir por la designación de familiares para que gobiernen el país, aunque es de suponer que es lo último que haría por las demostraciones de un cambio mostradas con sus últimas decisiones.
Para el presidente de la Republica debe ser muy incómodo estar a cargo de una cancha donde siguen los mismos jugadores. La mayoría, funcionarios del Gobierno anterior. No debe ser nada fácil dar un giro para actuar en democracia donde están los mismos actores, los colaboradores de su antecesor.
Es necesario darle tiempo al presidente Moreno, pero resulta impresentable el viaje a Caracas a una reunión donde ya se sabe de antemano los resultados: el apoyo al Gobierno de Nicolás Maduro, que nadie tiene derecho a interferir ahí porque están en un proceso democrático. ¿Qué proceso democrático?
Es claro que debe ser una situación muy difícil para el Presidente, porque además debe lidiar con el tema de su vicepresidente Jorge Glas, que está en una situación cada vez más complicada por las denuncias en torno a la constructora brasileña Odebrecht.
Con esas actuaciones el discurso de respeto a la democracia, a los derechos humanos, a las libertades parece solo puertas adentro. El presidente de la República le ha dicho al país que está en una línea de escuchar y dialogar con todos los sectores, de consensuar las decisiones del propio Gobierno con la academia, los partidos políticos, los gremios de la producción… Pero con un comunicado como el de la Cancillería esa parece solo una voz local, nacional, porque hacia fuera el comportamiento es distinto.
Es claro que debe ser una situación muy difícil para el Presidente, porque además debe lidiar con el tema de su vicepresidente Jorge Glas, que está en una situación cada vez más complicada por las denuncias en torno a la constructora brasileña Odebrecht.
A eso se suma la difícil situación económica del país con decisiones que deberán tomarse de forma rápida si queremos mostrar al mundo que vamos a un proceso de cambio en el manejo económico, comenzando por transparentar los hilos de la economía en la lucha contra la corrupción. Corregir todo este aparato de corrupción que ha existido en el país.
Pero la posición de Ecuador sobre Venezuela también puede atentar contra la misma economía del país. Tal vez no afecte el acuerdo comercial con Europa, pero la reacción de los 28 miembros del bloque que han condenado de forma unánime la Constituyente de Maduro puede ser de desconfianza, porque actúa contracorriente del conjunto de los países libres del mundo, de la Unión Europea y de América Latina.
En el mundo debe llamar la atención, además, que la Cancillería de Ecuador siga con la mira en el Alba, un grupo de países donde se unen el hambre y la necesidad, mientras autoridades del mismo Gobierno hablan de tener más convenios comerciales, o de ir al Tratado del Pacífico Sur donde están Chile, Colombia y Perú. Qué van a pensar del apoyo de Ecuador a un Gobierno que ha sido suspendido del Mercosur por romper el hilo democrático.
Y con la Constituyente que ha apoyado la Cancillería ecuatoriana, Nicolás Maduro le ha dicho al mundo que quiere llevar a Venezuela a una dictadura cerrada, hacia dentro, que no le importa romper relaciones con los países que no reconocen unos resultados electorales viciados.
Ecuador, con ese discurso, deja sin piso a las autoridades que hablan de ir a negociar un acuerdo comercial con Estados Unidos. El Congreso norteamericano da luz verde a esos acuerdos siempre y cuando sean con países que respetan en el discurso y en la práctica las libertades, los Derechos Humanos y la democracia.
Y con la Constituyente que ha apoyado la Cancillería ecuatoriana, Nicolás Maduro le ha dicho al mundo que quiere llevar a Venezuela a una dictadura cerrada, hacia dentro, que no le importa romper relaciones con los países que no reconocen unos resultados electorales viciados.
Venezuela, al parecer, sigue pensando que es autosuficiente por sus recursos petroleros, que con eso le alcanza para sobrevivir a costa de expandir el mapa de pobreza. El chavismo al parecer cree que puede hacer lo que Cuba hizo hace casi 60 años, sin darse cuenta de que en el mundo ya no hay esos polos de poder: EEUU-URSS. Está fuera de lugar pensar que se puede manejar con un Gobierno cerrado al resto del mundo.
Es difícil pensar que ese va a ser el desenlace de esta crisis. Las últimas protestas han mostrado una fuerte división al interior de las Fuerzas Armadas. El asalto a un cuartel ha dado luces sobre el descontento creado en los militares jóvenes que ven cada día más hipotecado su futuro y el de sus familias.
Con la designación de la Asamblea Constituyente a dedo, la expulsión de la Fiscal, Laura Ortega, el chavismo ha mostrado su sed de poder, de querer controlar todo a rajatabla.
Una joven oficialidad que está contra esas actitudes de prepotencia en los altos mandos militares, desde el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, que habla en los mismos términos de los políticos. Para ellos todo es el socialismo y el apoyo al gobierno revolucionario. Por ahí puede darse una fisura que puede crear una presión interna contra el Gobierno de Maduro.
Es el escenario más posible porque a estas alturas hablar de diálogo o de un proceso de paz es complejo. Con la designación de la Asamblea Constituyente a dedo, la expulsión de la Fiscal, Laura Ortega, el chavismo ha mostrado su sed de poder, de querer controlar todo a rajatabla. Pretende todo el poder en sus manos de una forma dictatorial. Todo lo ha hecho para manejar el país con la mano férrea y dura de la dictadura.
De ahí que no se entiende la posición de la Cancillería ecuatoriana a no ser que la idea del Gobierno sea seguir en lo mismo; en el grupo de los cinco países que son Bolivia, Nicaragua, Cuba Venezuela y Ecuador; en el socialismo del siglo XXI; con el mismo programa de Gobierno; con los mismos planes económicos… Desconcierta un poco. Ojalá haya rectificaciones y se aclare todo.
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