Otra vez la OEA no pudo alcanzar un consenso sobre la crisis económica política y humanitaria que vive Venezuela. La canciller de ese país incluso pudo darse el lujo de dar un portazo en la sede de reuniones de ese organismo y calificar de infantil una propuesta de México que condenaba la violencia.
Ninguna de las dos declaraciones, la otra más favorable al Gobierno de Nicolás Maduro, presentadas en la reunión de consulta de ministros de Relaciones Exteriores, obtuvo los 23 votos necesarios para ser aprobada.
La propuesta negociada por un grupo amplio de países que pedía reconsiderar la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela fracasó por 20 a favor, 8 abstenciones, 5 en contra y una ausencia, la de Venezuela. La otra, de San Vicente y las Granadinas, y menos crítica con el Gobierno de Venezuela, solo tuvo 8 apoyos, 11 abstenciones, 14 en contra.
“Mucho se ha hablado de que hay una crisis humanitaria, pero es solo una excusa más para una intervención en Venezuela. Y no volveré a esta Asamblea mientras seamos un país libre y soberano”, dijo lunes la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, antes de abandonar airadamente la sala.
Mientras los países del Continente daban la espalda a la crisis venezolana, en Caracas el número de víctimas de la represión chavista iba en aumento. Un muerto más se sumó a la lista de las víctimas tras 80 días de protestas contra un Gobierno que se niega a dejar el poder y que ahora gasta más en bombas lacrimógenas que en alimentos.
Venezuela ha entrado en una especie de camino sin retorno con imprevisibles consecuencias. Y la OEA está mostrando al mundo que no está a la altura de las circunstancias, porque un régimen tan debilitado y tan desprestigiado como el de Maduro todavía puede imponer su voluntad. Los petrodólares todavía pesan.
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