Esa es la tendencia global hoy día, que contrasta con la realidad demográfica que había décadas atrás.
Según información del Banco Mundial, en los años 60, la tasa de fecundidad en el mundo -es decir, el número de hijos por mujer-, era de 5,3. Actualmente, esa tasa es del 2,2.
América Latina no es la excepción.
De hecho, esta región es la que ha registrado la mayor caída de la fecundidad a nivel mundial entre 1950 y 2024: un 68,4%.
Asia, el continente que le sigue, cayó un 66,2%. Mientras que el promedio mundial llegó al 52,6%, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
“El descenso de las tasas de fecundidad en América Latina es muy interesante porque se ha dado a velocidades mucho más aceleradas que en otros lugares del mundo, considerando, además, que históricamente la región se ha caracterizado por tener una fertilidad numerosa y temprana”, explica Martina Yopo, doctora en sociología de la universidad de Cambridge e investigadora de la Universidad Católica de Chile.
Pero ¿qué países latinoamericanos tienen hoy la menor y la mayor natalidad? Y ¿qué consecuencias tiene esto? Te lo contamos a continuación.
Los latinoamericanos que tienen menos hijos
Chile, Uruguay, Costa Rica y Cuba son los países con las tasas de fecundidad más bajas de América Latina: 1,5 hijos por mujer, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).
Brasil y Colombia le siguen, con 1,6 y 1,7, respectivamente.
La disminución de los nacimientos en estos países en las últimas décadas puede explicarse por varios factores.
Uno de ellos es la mayor capacidad de control de la fertilidad por parte de las mujeres, quienes hoy pueden decidir si quieren ser madre y cuándo.
“Hay una mayor prevalencia en el uso y legitimidad de los métodos anticonceptivos. Hoy es más fácil acceder a ellos y es un tema que socialmente se ha ido normalizando cada vez más”, explica Martina Yopo.
Otro factor que destaca en el contexto latinoamericano, afirma la investigadora, es que “hay transformaciones profundas en torno a los roles, aspiraciones y expectativas de género”.
“Hoy las mujeres tienen tasas de participación en el mercado laboral y en la educación superior mucho más altas. Este es un cambio cultural muy relevante, en donde ser mujer hoy día no significa ser madre y hacer familia no significa necesariamente tener hijos”, dice Yopo.
Sabrina Juran, especialista de la división de estadísticas del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), coincide.
“En América Latina vemos mejoras en el acceso a la educación, a los derechos reproductivos, a la planificación familiar y cambios profundos en las normas sociales”, indica.
Todo lo anterior también ha llevado a que muchas mujeres posterguen la maternidad, algo que también ha traído consecuencias.
“En Chile, por ejemplo, el porcentaje de mujeres que se convierten en madres después de los 30 años se ha cuadruplicado en la última década. Y una de las consecuencias directas de la postergación de la maternidad es efectivamente la infertilidad”, dice Martina Yopo.
“Eso se ve muy claro en el aumento de técnicas de reproducción asistida que ha habido en América Latina. A medida que se posterga la maternidad, lo que muestra la investigación es que la reproducción es menos eficiente”, añade.
Otro de los puntos a considerar es la precarización de las condiciones sociales para tener hijos, asevera la socióloga.
“El aumento de los costos de la vida y el hecho de que hoy sea cada vez más difícil acceder a buena salud, a una buena educación y vivienda, por supuesto que afecta. El kilo de bebé es muy caro”, indica.
Consecuencias de la baja natalidad
La tasa de fecundidad en varios países latinoamericanos se sitúa por debajo de la tasa de reemplazo de la población (es decir, los nacimientos mínimos necesarios para mantener a una población estable en el tiempo), que es de 2,1 hijos por mujer.
“En la región hay 29 países que tienen una tasa de fecundidad por debajo de la de reemplazo. Eso es más de la mitad del total de las naciones latinoamericanas, lo que implica desafíos importantes”, explica Sabrina Juran, de la Unfpa.
De acuerdo con diversos investigadores, la baja de los nacimientos se traducirá en que en un futuro (no muy lejano) habrá menos trabajadores y más personas jubiladas, lo que amenaza con transformar la forma en la que las sociedades se organizan.
“Los bajos índices preocupan porque se generará un envejecimiento de la población, se van a ir reduciendo las generaciones y eso es un cambio muy importante demográfico”, dice Juran.
Para Martina Yopo, “es un fenómeno complejo porque pone en cuestión el funcionamiento de los principales sistemas que tenemos en la sociedad: el mercado del trabajo, la educación superior, las pensiones o los cuidados, ámbitos en los que su organización se basa en que habrán generaciones que reemplazarán a las que ya existen”.
Todo esto ha encendido las alarmas, no sólo en Latinoamérica sino en el resto del mundo.
Según las Naciones Unidas, las tasas de fecundidad son más bajas que las de reemplazo en más de la mitad de los países a nivel global y casi una quinta parte de aquellos países -incluidos China, Italia, la República de Corea y España-, tienen ahora una fertilidad “ultrabaja”, con menos de 1,4 hijos por mujer.
Con el fin de estimular el índice de fecundidad, varios gobiernos han otorgado beneficios por bebés nacidos. También han aumentado los apoyos por hijo y los subsidios médicos para los tratamientos de fertilidad.
Pero, aunque en algunos lugares estas políticas han logrado ralentizar el descenso de los nacimientos, la tendencia a la baja sigue siendo la norma.
¿Y los países con la tasa de fecundidad más alta?
Al otro lado de la vereda -es decir, con altas tasas de fecundidad en América Latina- se encuentran países como Paraguay, con 2,4 hijos por mujer; Haití, con 2,7, Bolivia, Perú y Venezuela, con 2.1.
Aunque sus índices sobresalen en el contexto regional, a nivel mundial están lejos de las estadísticas demográficas de algunos lugares en África, donde hay números muchísimo más altos.
Níger, por ejemplo, tiene una tasa de 6,6 hijos por mujer, mientras Chad y Somalia, del 6.
Aún así, para la investigadora Martina Yopo es interesante mirar las brechas que se dan entre los países que pertenecen a la región latinoamericana.
“Aunque en todas las naciones de América Latina las tasas de fecundidad están disminuyendo, hay dos factores claves que determinan su descenso más o menos acelerado: uno, es el acceso a los anticonceptivos, donde existen muchas asimetrías en la región, y la otra es la participación de las mujeres en la educación superior y en el mercado laboral, donde también hay asimetrías”, explica.
En este contexto, es importante mencionar el contraste de las bajas tasas de fecundidad en Latinoamérica con los altos números de embarazos adolescentes que aún persisten en la región.
De acuerdo con la CEPAL, las estimaciones muestran que “en las adolescentes de 15 a 19 años, América Latina y el Caribe presenta tasas de las más altas en el mundo, quedando solamente por debajo de las estimadas y proyectadas para África”.
Aunque la organización aclara que en la última década la región ha logrado reducir el embarazo adolescente (pasando de 73,1 hijos por 1.000 mujeres adolescentes en 2010 a 52,1 en 2022) el valor “sigue siendo elevado comparado con otras regiones del mundo y es 48% mayor que el promedio mundial”.
Según Sabrina Juran, “América Latina es una de las regiones con más desigualdades dentro de las poblaciones. Y eso es lo que estamos viendo en el tema de la fecundidad adolescente. Las tasas más altas están en poblaciones indígenas, rurales, con alta pobreza”.
Martina Yopo, por su parte, afirma que “a nivel latinoamericano ha habido una incapacidad estructural para reducir las tasas de embarazo adolescente, salvo algunas excepciones”.
“La evidencia demuestra que hay una polarización, un patrón bimodal en Latinoamérica, entre las mujeres de niveles socioeconómicos medios o altos que empiezan a postergar o elegir la maternidad, y otros sectores de la población, por lo general más precarizado, que tienen patrones reproductivos distintos”, agrega la socióloga.
¿Hacia dónde vamos?
El rápido descenso de los nacimientos en América Latina y el mundo ha sorprendido y desafiado las estimaciones realizadas incluso por reputadas organizaciones internacionales como las Naciones Unidas (ONU).
En su último informe sobre perspectivas de la población -publicado en julio de este año- la ONU aseguró que se espera que la población mundial (que actualmente asciende a 8.200 millones de personas) siga creciendo hasta 2080, alcanzando un máximo de 10.300 millones.
Pero ese número comenzará a disminuir “para ubicarse alrededor de 10.200 millones a fin de siglo, un 6% o 700 millones de personas menos de las que se proyectaban hace una década”.
No obstante, la organización dice que hay países -como China, Alemania, Japón y Rusia- que en 2024 alcanzarán su punto máximo y se calcula que “la población total de este grupo disminuirá un 14 % en los próximos treinta años”.
“Un cambio notable en la demografía será que las personas de más de 65 años superarán a los menores de 18 años para fines de la década de 2070, en tanto que habrá más gente mayor de 80 años que bebés menores de un año a mediados de la década de 2030”, dice la ONU.
Ante este escenario, que no es ajeno a América Latina, Martina Yopo considera “imperativo desarrollar políticas públicas que nos permitan adaptarnos a estas nuevas condiciones demográficas”.
Para Sabrina Juran, sin embargo, la respuesta no necesariamente debe concentrarse en provocar cambios demográficos, como incentivar a las familias a tener más hijos.
“Hay que aceptar la nueva natalidad como una realidad. Es una tendencia e incluso es una tendencia buena porque te habla de mejoras en acceso a los anticonceptivos, a derechos reproductivos, a la educación”, afirma.
“Pero a nivel de la economía de los países, obviamente preocupa. Por eso, nosotros llamamos a que nos preparemos y anticipemos de manera adecuada, que invirtamos para que la gente mayor sea productiva o que aprovechemos al 100% de la población y no apartemos a las mujeres de la fuerza laboral, por ejemplo”, concluye.
Texto original de BBC Mundo
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