Por Irene Morante De la Hera |
Sharamentsa (Ecuador) (EFE).- Las ‘chacras’ (huertas, en quechua) que se encuentran en las comunidades indígenas de la Amazonía no son simples cultivos, son una amalgama laberíntica de plantas y árboles que nutren a sus habitantes, les curan y transmiten siglos de aprendizaje.
Sharamentsa, una comunidad de indígenas achuar situada cerca de la frontera de Ecuador con Perú, no es la excepción, y Verónica Tentets enfatiza a EFE la importancia que tienen estos sistemas agrarios trabajados por mujeres, tanto en la vida achuar, como en la de otros pueblos amazónicos.
Es asombrosa la cantidad y variedad de plantas presentes en la chacra por la que Tentets va haciéndose camino: yuca (mandioca), plátano verde, papa china (taro o pituca), papa achuar, piña, guaba (guama o pacay), camote (batata) amarillo y blanco, cebollines, papaya o caña de azúcar, así como un sinfín de árboles maderables y plantas medicinales.
Como en todas las chacras, sus productos son utilizados principalmente para el consumo familiar y de la comunidad; eso sí, en Sharamentsa también venden los productos en su propio Centro de Turismo Comunitario (CTC).
“En vez de irnos al mercado, en la ‘chacra’ conseguimos todo lo que queremos”, declaró Tentets, a la vez que destacó la importancia de este espacio que deben cuidar con esmero, ya que lo consideran “parte de su vida”.
En estos terrenos la mujer cumple una función clave, pues es la encargada de su gestión y cuidado, así como de la transmisión de los saberes que los rodean y que han pasado de generación en generación.
Tentets relata cómo, en su caso, fue su madre la que le enseñó a limpiar la ‘chacra’, a extraer la yuca o a sembrar nuevas estacas. En esencia, se traspasa todo el conocimiento necesario para el cuidado de este importante espacio.
No son solo las tareas agrícolas, sino que “las mamás enseñan todos los quehaceres de la mujer achuar”, entre ellos, los conocimientos ancestrales de la cultura o la realización de artesanías como las mocahuas, vasijas hechas de cerámica dónde sirven la chicha.
Tentets comenta también que, aunque tradicionalmente la gestión de las ‘chacras’ ha sido una tarea eminentemente femenina, las cosas están cambiando en las comunidades y ya algunos hombres también ayudan a sus esposas en el cuidado de estos espacios o a sacar la yuca.
De igual manera, antiguamente el aprendizaje de tareas estaba dividido por género: a los niños les enseñaban los padres y a las niñas, las madres; mientras que ahora, en ocasiones, son ambos padres los que cuidan y enseñan a los niños, adaptándose a los tiempos modernos.
En medio de la exuberante vegetación que deja adivinar que este espacio no se encuentra lejos de una profunda y frondosa selva amazónica, una de las señoras de la comunidad procede a llevar a cabo un ‘anent’ (canto espiritual) para que la ‘chacra’ esté sana y sea productiva.
Tentets, haciendo de traductora del canto que se realiza en idioma achuar, explica que en él se canta a Nunkui, considerada como diosa de la producción, dentro de la cosmovisión achuar.
El mito de esta mujer cuenta que antiguamente no existían los productos que hoy consumen y en la comunidad no tenían casi nada para comer. Entonces, unos niños en el río encontraron cáscaras de frutos y decidieron seguir la corriente.
Llegaron hasta una señora que tenía yuca y otros productos, a quien pidieron ayuda. Sin embargo, en lugar de entregárselos, la mujer les ofreció a Nunkui, una niña que tenía el poder de hacer brotar alimentos de la tierra.
Desde entonces, se le dirigen estos cantos a ella, para que asegure la abundancia en la ‘chacra’, la proteja de plagas y garantice una cosecha fértil.
Tampoco faltan en este espacio multifuncional las plantas medicinales a las que acudir en caso de enfermedad, infecciones o picaduras, aunque Tentets aclara que la mayoría de estas las obtienen en la propia selva.
Algunas de las que sí se cultivan son el jengibre, para tratar problemas de tos y pulmonares, la cúrcuma o el piri piri, para bañar a los niños pequeños y evitar que se enfermen.
Así, en Sharamentsa, la ‘chacra’ es mucho más que un huerto; es un mercado, una farmacia, así como un espacio de vida, tradición y conocimiento ancestral que se transmite de generación en generación. EFE
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