Una de las ancianas israelíes liberadas del cautiverio de Hamás el lunes ha sido acusada en Israel de perjudicar los intereses de su país, informa Haaretz.
Yocheved Lifshitz, de 85 años, declaró públicamente que mientras permanecía secuestrada tuvo acceso a atención médica y fue bien tratada. “Mi madre dice que fueron muy amables con ellos y cuidaron de ellos, que les dieron medicamentos”, detalló durante la rueda de prensa la hija de Lifshitz.
“Las declaraciones de Lifshitz sobre el trato humano a los rehenes por parte de los terroristas de Hamás perjudicaron a la ‘hasbará’ [las políticas del Gobierno] israelí”, dijo una fuente anónima que participa en los esfuerzos de diplomacia pública del país hebreo en tiempos de guerra.
“Hubiera sido apropiado, como mínimo, dejar claro a Lifshitz o a los miembros de su familia que los mensajes con este espíritu sirven al enemigo en un momento delicado”, afirmó, agregando que en el futuro la comunicación entre los medios y los rehenes liberados debe ser controlada.
Por su parte, un alto cargo del círculo íntimo del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró a Haaretz: “No somos Corea del Norte, y no podemos ni queremos decir a un rehén liberado o a su familia, que se encuentran en una situación delicada, lo que deben decir a los medios de comunicación”.
Sin embargo, el personal del hospital israelí en el que fue internada la mujer, incluido el portavoz de la instalación, Avi Shoshan, reveló que se les había advertido de que no hicieran comentarios descuidados sobre el trato prestado por Hamás a los rehenes.
La familia de Lifshitz también aseguró que les habían pedido que no dijeran que la habían tratado bien durante su cautiverio. No obstante, dijeron a la anciana que hablara libremente.
“El [ataque de Hamás en sí] fue brutal y cruel, y ella lo describe así“, recalcó un pariente de Lifshitz. “Ella hace una distinción entre esta parte y el cautiverio. En cuanto al buen trato, las condiciones eran muy básicas, los mantenían en un húmedo sótano bajo tierra. Recibían alimentos básicos y atención médica”, expresó.
También comentó el apretón de manos de Lifshitz con un miembro de Hamás que la entregó a la Cruz Roja. “Si un médico te trata durante dos semanas, le das la mano”, opinó.
Shoshan, por su parte, contó que se dirigió a la familia cuando se dio cuenta de que planeaban hablar con periodistas. “Les recalqué que debían recordar que aquí hay una lucha de relaciones públicas“, escribió el portavoz del hospital en redes sociales. “No puedo ni debo dictar a una persona que regresa de su cautiverio lo que debe decir. No soy un censor y no está dentro de mi autoridad“, indicó.
Shoshan afirmó también que detuvo la conferencia de prensa cuando se dio cuenta de la “dirección” de las declaraciones de Lifshitz y precisó que en el futuro el hospital no celebrará conferencias de prensa con rehenes liberados.
Tras ser liberada, Lifshitz relató su experiencia en cautiverio. Afirmó que ella y otros rehenes estuvieron retenidos en una “red” de túneles subterráneos. “Pasé por un infierno que nunca pudimos imaginar. Estaban arrasando el kibutz [comuna agrícola israelí]”, dijo. “Me llevaron con las piernas a un lado y la cabeza en el otro” de la motocicleta, recordó la mujer, destacando que le quitaron todas las joyas. Según explicó, en el camino la golpearon con palos, lo que le causó “fuertes dolores” y “le dificultaba respirar”.
Sin embargo, la anciana reveló que en los túneles los rehenes periódicamente eran “visitados por un médico” que les proporcionaba medicamentos. Lifshitz subrayó que la actitud hacia ellos era “buena”. “Se ocuparon de todas nuestras necesidades. Esto hay que decirlo en su honor”, aseguró, señalando que comían lo mismo que sus captores: pan de pita, queso y pepinos.
Cuando se le preguntó por qué estrechó la mano de quien era uno de sus captores mientras la trasladaban a una ambulancia de la Cruz Roja, reiteró que habían sido tratados “con sensibilidad”.
Texto original publicado en RT
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