Forzados a trabajar bajo las bombas, los periodistas de Gaza están pagando un precio alto: al menos 25 han muerto por los ataques israelíes estas semanas y arriesgan la vida a diario por informar desde el corazón de la guerra en la Franja.
«Es arriesgado salir fuera, pero también estar encerrado, así que prefiero trabajar en la calle. No quiero quedarme en casa esperando a que Israel ataque y muera dentro», dice a EFE Mohamed Abu Safia, periodista y cámara que cada día intenta seguir moviéndose por el enclave palestino para documentar el rastro de los bombardeos israelíes.
La guerra se salda ya con más de 8.000 personas muertas en Gaza tras comenzar el pasado 7 de octubre. Y estas tres semanas también están siendo negras para los propios periodistas gazatíes.
En solo 24 días han fallecido al menos 25, lo que supone una media de más de un reportero muerto por jornada, según los datos del Sindicato de Periodistas Palestinos.
Algunos murieron en el estallido del conflicto, cuando cubrían el ataque del grupo islamista Hamás contra Israel. Otros fueron víctimas de los estallidos de las bombas mientras trabajaban sobre terreno entre los recovecos de la Franja, cada vez más destruida.
Los hubo que murieron por los bombardeos que impactaron en sus casas. Este fue el caso de Roshdi Sarraj, reportero conocido por trabajar con prensa extranjera. También el de Salam Mema, quien fue jefa del Comité de Mujeres Periodistas: Su cuerpo se recuperó entre los escombros junto al de su hijo mayor, tres días después de un ataque contra su casa en el campo de refugiados de Yabalia, en el norte de Gaza.
Mientras, los reporteros vivos entierran a sus colegas y a sus propias familias, como Wael Dahdouh, veterano periodista de Al Jazeera, que la semana pasada perdió a su mujer y sus dos hijos en un ataque, justo cuando él trabajaba informando sobre los bombardeos en Gaza.
Los periodistas en Gaza trabajan en condiciones insostenibles y su meta principal se reduce en una sola: «Sobrevivir», dice a EFE el cámara Abu Safia, que no quiere dejar de trabajar pese a los riesgos que afronta.
«Quiero seguir trabajando para mostrarle al mundo lo que hace el Ejército israelí a la población civil de Gaza», denuncia este profesional, afectado por la extrema devastación del lugar que le vio nacer y por las imágenes de niños muertos con las que no hace más que toparse.
Él vivía en el norte de Gaza, en la localidad de Beit Lahia, donde las hostilidades se han intensificado debido a la ampliación de las operaciones terrestres del Ejército de Israel desde el viernes.
Como muchos periodistas, la orden israelí que instó a la población del norte y de la ciudad de Gaza a evacuar le desplazó al sur, y se mueve cada día desde la localidad meridional de Jan Yunis, donde se aloja con su mujer e hijos en casa de unos familiares.
Abu Samo, cámara también desplazado, vive una situación similar. Explica a EFE que los periodistas están «como el resto de civiles, sin comida, agua, luz o gasolina», lo que obstaculiza su labor y la podría hacer imposible en unos pocos días, si Israel no levanta el cerco que limita el acceso de combustible y provisiones a la Franja.
Los cortes de telefonía e internet les generan graves problemas para informarse, transmitir imágenes o cualquier pieza informativa.
«No hay internet ni electricidad, no podemos cargar baterías, no hay gasolina y casi no podemos ir a cubrir nada, ni siquiera tenemos buena señal para llamar y saber qué pasa, dónde están los ataques, cuántas personas están heridas o muertas», lamenta.
Según agrega, «la interrupción de las cobertura y red es lo peor que puede ocurrir», como ocurrió desde viernes por la noche hasta domingo por la mañana, lo que dejó a Gaza sin contacto con el exterior y a merced del Ejército israelí, que expandió y recrudeció su ofensiva.
Esto, según el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), generó «un apagón informativo» con «consecuencias graves», ya que «el vacío de información objetiva e independiente podría llenarse con propaganda mortal y desinformación».
Hasta ahora, alerta CPJ, «las comunicaciones no se restablecieron por completo», lo que hace que «el mundo pierda una ventana a la realidad de todas las partes implicadas en este conflicto».
Esto también se manifiesta en la imposibilidad de entrar a Gaza para los reporteros extranjeros debido al cierre del paso de Rafah, que conecta la Franja con Egipto, y al asedio de Israel, que no da acceso al enclave.
«Los periodistas internacionales deben entrar para mostrar al mundo lo que los locales no podemos mostrar», reclama Abu Safia.
A su vez, la Asociación de Prensa Extranjera en Israel ha pedido «a todas las partes que garanticen la seguridad de informar a los periodistas sobre terreno en Gaza», y denunció que se ven obligados a trabajar «en circunstancias extremadamente peligrosas». EFE
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