En 2001, cuando apenas alumbraban las primeras luces del siglo XXI, Vito Tanzi, destacado experto internacional en finanzas públicas, escribió sobre lo que denominó “termitas fiscales”, un conjunto de amenazas más o menos silenciosas a la capacidad de recaudación tributaria de los países y la distribución de la carga impositiva, todo impulsado por la globalización y el rápido progreso tecnológico. Con los años los problemas en ese ámbito se agudizaron, más aún después de la pandemia por COVID-19. Estas termitas afectan al Estado, así como a la posibilidad de poner en práctica políticas sociales y de hacer realidad los derechos ciudadanos que demandan ingentes recursos económicos.
Muchos sabemos que las termitas corroen, destruyen y pueden dejar sin soporte la más recia obra de carpintería, si no se toma medidas adecuadas para combatirlas. Tanzi veía en el horizonte ocho termitas fiscales: el comercio electrónico y las transacciones por esa vía; uso del dinero electrónico; comercio dentro de una misma compañía; centros financieros extraterritoriales; instrumentos derivados y fondos especulativos de cobertura; imposibilidad de gravar el capital financiero; crecientes actividades en el exterior; compras en el exterior.
Esta visión preocupada por el futuro fue muy acertada; pero la situación presente es todavía más compleja debido a que en el mundo se instaló definitivamente la economía digital, por impulso de actores económicos de alcance global, como las grandes empresas tecnológicas que prestan servicios con herramientas disruptivas como las redes sociales Facebook o Twitter; aplicaciones como Uber, Cabify o Airbnb; plataformas de internet con la modalidad B2C (Business to Consumer), así las que usan grandes empresas que venden online a clientes fidelizados, como Zara; plataformas que recolectan datos diversos como YouTube o Google; criptomonedas como Bitcoin, Ethereum o Cardano; la tecnología blockchain; el metaverso, etc. Detrás están sujetos con gran poder económico gracias a que prestan servicios o venden bienes sin la necesidad de operar físicamente en territorios estatales; ellos usan información de los consumidores y datos valiosos con soluciones brindadas por la inteligencia artificial y algoritmos.
Frente a los grandes contribuyentes con actividades transnacionales la Administración Tributaria y el Estado en general deben fortalecer y renovar sus políticas, adaptar la normativa a la nueva realidad y aplicar estrategias diferentes. Deben seguir los pasos a las soluciones e iniciativas que están surgiendo de manera más concertada y consensuada desde la OCDE, la ONU, la Unión Europea, o en forma unilateral como ocurre con los casos de EEUU y la India. Es necesario comprender que las medidas tradicionales aplicadas por décadas ya no tienen los efectos de antes porque nos movemos en una nueva economía con uso intensivo de la tecnología.
Se han de aplicar también herramientas tecnológicas adecuadas sin hacer tabla rasa de los derechos de los contribuyentes; se pondrán en práctica nuevos principios, así como se ha de replantear la imposición sobre la renta y sobre el valor agregado con un enfoque más centrado en los usuarios o consumidores, en el lugar desde el cual hacen los pagos (fuente), antes que respecto a la residencia de las grandes empresas, es decir, para cobrar impuestos tomará mayor peso lo generado por ventas y consumos realizados desde cada jurisdicción de destino. Debe trabajarse por lograr mayor transparencia en materia tributaria, sin afectar la competencia fiscal ni las políticas y planes para atraer inversiones y recursos frescos a los países menos desarrollados.
Todo esto no es fácil de concretar, debido a que la capacidad de respuesta del sector público no suele ser la mejor ni la más oportuna y, además, porque las termitas se reproducen, se adaptan a cambios en las condiciones que las rodean, y cuentan con sujetos interesados en su proliferación -como pueden ser grandes inversionistas, empresas multinacionales tradicionales y digitales-, para escapar de controles tributarios y, sobre todo, del pago de impuestos en la medida que mande la ley. Enfrentamos termitas fiscales de nuevo cuño, más agresivas, dinámicas, diversas y complejas, por lo que las administraciones tributarias de países en vías de desarrollo deben prepararse para combatirlas y así no perder la capacidad recaudatoria, puesto que sin recursos suficientes los estados podrían dejar de contar con medios de desempeño idóneos en frentes de singular sensibilidad como el social.
Texto original publicado en El Telégrafo
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