La pandemia del COVID-19 puso dramáticamente en evidencia una de las dimensiones más importantes de la desigualdad en América Latina. Los ciudadanos no gozan de un acceso universal a servicios estatales que garanticen su derecho a vivir una vida saludable. Esta desigualdad se manifiesta espacialmente –con territorios donde el acceso es más fácil que en otros lugares- socialmente –ciudadanos que pueden optar por diferentes proveedores de salud, públicos y privados, y otros que carecen de esas opciones- y colectivamente –poblaciones en las cuales prevalecen enfermedades crónicas adquiridas por sus condiciones de vivienda y trabajo-.
La charla ‘Repensando los retos, la salud y los servicios para el siglo XXI’, organizada por el Área de Estudios Sociales y Globales de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, busca examinar el desafío que enfrentan todos los países de la región para construir sistemas universales de provisión de servicios de salud que garanticen a los ciudadanos el disfrutar de una vida saludable.
En ese contexto para Jaime Breilh, conferencista y docente de la U. Andina, en el desarrollo científico académico de múltiples campos, pero mucho más en el de la salud se constata una histórica hegemonía del paradigma cartesiano del pensamiento lineal reduccionista.
“Nos han formado para reducir el conocimiento de los fenómenos del plano empírico, sin explicar la determinación histórica de los mismos debido a esa lógica reduccionista de trabajar en el pico del iceberg”.
Para situar su análisis y abonar a una perspectiva integral desde el pensamiento complejo partió de cuatro casos tomados de su investigación, con el fin de desprender una discusión sobre la reinterpretación de los desafíos en el acceso a un sistema integral de salud en América Latina.
Los objetivos son:
Para Breilh, en el caso de la pandemia, vista desde el pensamiento lineal cartesiano, se ha reducido el espectro de los fenómenos empíricos y ha posicionado argumentos hegemónicos, como el que las vacunas son la panacea y casi el único recurso que resuelve el control de los procesos transmisibles.
Las políticas de salud se reducen solo a esperar en el pico del iceberg, es decir a atender a los pacientes de virus de COVID-19 en los hospitales, en las UCI o en los diferentes sistemas de atención, cuando deberían tomarse todos los niveles.
En el modelo para la epidemiología se plantea que hay procesos destructivos y protectores, que se dan a nivel de la sociedad en general y, a través de sus distintas componentes sociales, de género, de clase, culturales y también en los espacios individuales o familiares, pero estos tres dominios están conectados entre sí; es decir, que el individuo no es independiente de su inmediato mundo de la familia, ni la familia está en el aire descolgada de sus relaciones de género y de clase históricos sociales.
En ese movimiento hay una contradicción de fondo que se desdobla y se reproduce en todos los demás espacios, que es la que domina el sistema de reproducción social. Parte de que toda sociedad está concatenada por un sistema de reproducción social que tiene relaciones de poder interiores, donde existen procesos que explican el por qué; en unas dimensiones hay una tendencia a proteger la vida, lo solidario y lo comunitario y hay otra tendencia que busca aprovecharse al máximo de la privatización total.
En el lado del espectro está el híper neoliberalismo salvaje y las concentraciones que ahora se dan por trillones de dólares por segundo, las cifras del siglo XX ya no pegan. La velocidad de acumulación del capital, en ese nivel, es una situación grave, habla de una gran concentración de riqueza, lo cual implica una exclusión masiva. Como consecuencia está la migración globalizada en todo el planeta, que es la expulsión de sistemas fallidos que no permiten asimilar la población, mantenerla, alimentarla, darle plenitud y bienestar.
Hay un choque de intereses históricos y la salud es un termómetro en cada una de esas dimensiones.
Los criterios éticos, filosóficos epistemológicos y prácticos para construir una vida y una memoria saludables son: Sustentabilidad, libertad o soberanía, espiritualidad y seguridad.
Sustentabilidad: Capacidad de reproducción presente y futura de la vida humana natural.
Soberanía autonomía y libertad en la conducción del sistema social y modo de vivir elegidos con control sobre los medios.
Solidaridad, civilización equitativa, lógica protectora del bien común, organización popular orgánica sobre los intereses estratégicos y viabilidad de los derechos.
Seguridad de la vida, con espacios y procesos saludables.
Retos para la salud colectiva
Transformar el modelo explicativo.
Transformar las prácticas en la dimensión social, individual y su relación
Transformar la explicación de los problemas, replantear totalmente las nociones y programas de prevención.
Transformar radicalmente las nociones y programas de promoción de la salud y la vida.
Revolucionar la comprensión de la bioética o ética de la vida.
Retos epistemológicos
Revolucionar la lógica cartesiana que es la lógica de la ciencia del poder, porque sus descripciones fragmentarias, reduccionistas, sin espacio y tiempo histórico, la convierten en herramienta de la ignorancia estratégica.
La necesaria transformación de la metodología
En el doctorado de Salud de la Universidad Andina se aplica una metodología meta crítica, que se busca expandir a otras áreas, para cambiar la concepción lineal por una concepción de complejidad; el diseño de investigación de causalidad factorial, por un proceso dialéctico de determinación; modificar la estadística cartesiana, por una estadística empírica; la narrativa inductiva, por una meta narrativa intercultural y transformar la geografía cartesiana, por una geografía crítica.
Link para acceder a la conferencia:
https://bit.ly/3iGwga4
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