“Veo un yogur y ya puede poner la fecha que quiera, que me lo como”. Es una de las frases de hemeroteca que han pasado a la historia. La pronunciaba en 2013 el entonces ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete; y en su momento se abrió un gran debate sobre esa reflexión. Hay quien, como Cañete, hace la vista gorda con las fechas de caducidad, y hay quien las lleva a rajatabla.
Lo cierto es que las fechas de caducidad ajustadas y las indicaciones de consumo preferente, con una correcta información de los consumidores, ayudarían a acabar con el despilfarro alimentario en nuestro país. Hasta 7,7 millones de toneladas de comida se tiran cada año en España, según datos del Ministerio de Agricultura. Para poner nuestro pequeño grano de arena, ¿qué alimentos podríamos consumir una vez caducados?
Fecha de caducidad y consumo preferente son conceptos son muy diferentes. La fecha de caducidad es más restrictiva y se marca con un día concreto. Los que la llevan “son alimentos microbiológicamente perecederos y pueden causar una intoxicación alimentaria”, explica Victòria Castell, jefa del área de Planificación y Auditoria de la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria (ACSA). “Una vez pasada esta fecha de caducidad no se pueden consumir”.
En el caso de alimentos más duraderos, se aplica el concepto de consumo preferente. “El elaborador garantiza que el producto mantiene sus características organolépticas, de sabor, olor y textura, hasta esa fecha, siempre que se conserve en las condiciones que se aconseja en el etiquetado”, explica Castell. El problema es que “la mayoría de los consumidores han confundido ambos términos”, apunta Abel Mariné, catedrático emérito de nutrición y bromatología de la Universidad de Barcelona.
Un año después de las palabras de Miguel Arias Cañetes a las que hacíamos referencia, en marzo de 2014 el gobierno español cambió la normativa sobre los yogures para pasar a marcarlos con una fecha de consumo preferente, en vez de fecha de caducidad. Así que no hay problema por tomarlos unos días después de esa indicación.
“Los fermentos vivos de los yogures van actuando, y acidifican el producto. Si lo tomamos después de la fecha, pueden estar más ácidos, pero no son peligrosos. Una semana después de la fecha marcada, si se ha mantenido bien refrigerado, no pasará nada”, según Castell.
La leche que encontramos en estanterías sin frío, ha pasado por un proceso UHT (ultra hight temperature), un tratamiento térmico que garantiza las características organolépticas y la desactivación de todos los patógenos.“Se puede alargar su consumo, aunque mejor unas semanas que no unos meses fuera de su consumo preferente, porque pueden haber precipitados que la hagan desagradable organolépticamente”, puntualiza la ACSA.
En cambio, la leche que encontramos en el lineal de frío dura sólo entre tres y cuatro días. “Es un producto donde los microbios pueden crecer con facilidad. Son productos muy perecederos”. En este caso hay que respetar la fecha de caducidad.
La fecha de consumo preferente de los huevos es, quizás, de las que levantan más alerta entre los consumidores. Los especialistas consultados no están del todo de acuerdo entre ellos. “No se deben consumir pasada la fecha”, según Castell.
En cambio, el profesor Mariné asegura que “hay bastante margen”. Una vez más, la observación del producto nos dará la clave. “Si tiene un olor extraño, la yema ha cogido un tono un poco más verdoso de lo normal, o está sucio por fuera, mejor no tomarlo. Si lo observamos con una luz detrás y la cámara de aire, la parte no rellena, está demasiado vacía, mejor tirarlo”.
Algunas conservas, bien almacenadas, ganan cualidades con el paso del tiempo. Algunos gourmets guardan latas de pescados de calidad (atún o sardinas, por ejemplo) y las “maduran”.Contaba Mariné en un artículo de prensa que en 1974 se analizaron unas latas con más de 100 años de antigüedad, procedentes del Bertrand, un barco hundido en el río Missouri. Los resultados mostraron que eran seguras y comestibles. Aunque tenían menos vitaminas, las proteínas y minerales no se habían alterado.
La marca garantiza que mantienen el aroma, sabor y textura hasta la fecha de consumo preferente. Más allá, seguramente no habrá problema para la salud por comerlos, pero no estarán tan buenos. Un ejemplo es el pan envasado, que “con el tiempo se puede enmohecer o secar en exceso, pero no contendrá un microbio realmente peligroso”, puntualiza Mariné. Pastas secas y legumbres se pueden tomar incluso unas semanas fuera de la fecha de consumo preferente, aunque son importantísimas las condiciones de almacenaje.
Además de todos estos, la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios), incluye otros alimentos en su listado de productos que se pueden consumir caducados, publicado a principios de este 2018. Entre ellos figuran los frutos secos, las patatas fritas, los bollos, las galletas y los refrescos, además de envases de tomate y sopas y salsas de sobres.
Sal de cocina, azúcar, productos de confitería, vinagres o bebidas alcohólicas de más de 10 grados, no presentan siquiera fecha de caducidad.
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