Desde hace varios meses venía ofreciendo a mis estudiantes en clase y, también, a varios asistentes en conferencias que he venido dictando sobre la posibilidad de escribir este artículo que, probablemente, a primera vista, el Presidente de la República dirá: ¿Quién es ese profesor universitario que me está atacando? y la respuesta es “no es así”; ya que, el título escogido, lo que busca -por su alta sugestión- es llamar la atención sobre aquella actitud que tiende a prevalecer en una buena parte de la colectividad y que podría ser denominada como “excusitis” que, metafóricamente, se ha ido posicionando como uno de los deportes nacionales, en donde, muchos ganan la medalla de oro cuando, por sus errores o actos irresponsables, siempre buscan excusas culpando a otras personas por algo que se pudo haber evitado si actuaban de forma preventiva y sobre la base de principios éticos y del buen desempeño.
Esa actitud, contraria a la corresponsabilidad por los resultados de los actos realizados, se ve expresada en diversos espacios del quehacer social diario. Por ejemplo, ahora, en plena pandemia se ven y escuchan noticias de actividades intencionalmente organizadas -fiestas, corridas de toros, juegos acompañados de licor, reuniones masivas clandestinas, etc.- que, por el efecto aglomeración generado, terminan convirtiéndose en fuentes potentes para el contagio exponencial que, luego, como es de esperarse incrementa el número de personas que requieren de una cama o una unidad de cuidados intensivos (UCI) que, frente a su colapso, los afectados, inmediatamente, empiezan a buscar culpables, siendo el que primero se les viene la mente “el Presidente de la República”; cuando, siendo pragmáticos y realistas los culpables directos son cada uno de los ciudadanos que, en medio de un escenario pandémico, deben tomar conciencia que, para enfrentar al enemigo invisible (covid-19), el único antídoto es la corresponsabilidad ciudadana que respeta “el cuadrado de la vida”: uso de mascarilla, distanciamiento social, lavado de manos, y una buena ventilación de los lugares en donde se lleva a cabo alguna reunión, eso sí, reducida de personas.
Otro ejemplo que, también, vale la pena resaltar -para evidenciar los síntomas de la excusitis presente en diversos espacios del hacer social- es el que se puede palpar en la forma de actuar de determinados propietarios de empresas -de todo tamaño- que, los malos resultados de sus negocios, los tienden igual a trasladar a otras personas, siendo, generalmente, la primera que se les viene a la mente “el Presidente de República” con expresiones como: “ya no vendo porque el Presidente firmó un acuerdo con el FMI y además subió la gasolina súper”; cuando, en realidad, esa justificación poco o nada tiene que ver con los resultados financieros del negocio que, basado en el caso explicativo -utilizado en varios foros- denominado “el restaurante de la esquina de la oficina en donde la gente trabaja”, más bien tiene relación con las acciones de la propia empresa, ya que, haciendo alusión al enunciado -para evidenciar el virus de la excusitis-, no es raro que en los primeros meses de creación del restaurante hay ríos de clientes queriendo servirse un almuerzo pero, luego -meses después-, como gran sorpresa, la demanda cae a niveles casi de cero; surgiendo la pregunta: ¿por qué?, que si se la hace al propietario del restaurante en cuestión no será raro que la respuesta que dé sea: “ya no vendo por la culpa de las políticas adoptadas por el Presidente de la República”, cuando, si se busca información de los clientes, resulta que, al inicio, se daba buena comida en términos de calidad y cantidad, pero, conforme pasaban los días, esa se fue deteriorando con el consiguiente efecto en el rechazo de los compradores que castigaron con la “no compra” del producto; teniéndose, así, un elemento de referencia para decir que, en estos casos, nada tuvo que ver el Presidente de la República y, más bien, fue, en gran medida, la actitud hacia la desmejora continua la que ocasionó la huida de los compradores hacia otras opciones mejores que encontraron en el mercado.
Finalmente, vinculando la excusitis con el momento electoral que vive el país, no será raro que muchos ecuatorianos, una vez elegidos los nuevos gobernantes -Presidente, Vicepresidente y Asambleístas-, busquen echar la culpa del resultado dado a los financistas de campaña, a los estrategas del marketing político que realizaron los ganadores, e incluso al actual Presidente de la República por la gestión realizada durante sus cuatro años de gobierno; cuando, en realidad, el voto consignado -y que lo consignaron de forma totalmente personal-, quizá, no fue realizado de forma responsable -por buena parte de la población-, en donde, como ciudadanos pensantes, previamente a la votación, debían haberse preocupado por recoger información, analizarla y, con ello sí, elegir a quienes serán los gobernantes 2021-2025.
En definitiva, el destino de los países, aprovechando la oportunidad que ofrece la democracia de poder elegir y, también, de poder ser elegidos; está en las manos de cada ciudadano para escoger, con su voto inteligente -de entre las opciones que tiene-, mejores gobernantes que los que se han venido teniendo a lo largo de la historia de nuestro querido Ecuador que, pensando positivamente, tiene muchas potencialidades que bien administradas nos pueden llevar, eso sí sinérgicamente, a la consecución de esa visión colectiva caracterizada por tener “un país más productivo, justo, solidario, equitativo, inclusivo, y lleno de oportunidades multidimensionales para todos”.
¿Ya conoces nuestro canal de YouTube? ¡Suscríbete!
Transición en Siria: ¿Un gobierno de reconstrucción o de venganzas políticas?
UTPL presenta el Análisis Económico de Ecuador para el Cesla
Aumento del salario: Cara o cruz
Grupos étnicos y facciones religiosas buscan el poder sirio
La falta de respeto