BBC Mundo
América Latina venía creciendo a paso lento desde mucho antes que la pandemia descendiera sobre la región hacia fines de marzo.
Y la llegada del coronavirus provocó un retroceso de diez años. Es decir, tendremos el mismo nivel de Producto Interno Bruto (PIB) per cápita que en 2010, según cálculo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
“Será una nueva década perdida”, le dice a BBC Mundo Daniel Titelman, director de la División de Desarrollo Económico del organismo.
Con Latinoamérica convertida en el epicentro mundial de la pandemia, la contracción económica estimada para este año es de 9,1%, un descenso tan insólito que sería casi impensable en un contexto distinto al actual.
Es por eso que muchos analistas hablan de una “economía de guerra” en relación a la magnitud de lo que estamos viviendo.
En este escenario, los países de la región que prevén las caídas más brutales de actividad económica serán Argentina, Brasil y Perú (con la excepción de Venezuela que caería 26% este año, pero que no está incluida en este análisis por la dificultad para conseguir información detallada y confiable de su economía).
Y los que tendrán las caídas menos profundas serán Paraguay, Guatemala y Uruguay.
Aunque los efectos de la pandemia y las cuarentenas son un golpe brutal a las economías, también es cierto que a la caída contribuyen otros factores que ya estaban presentes antes de que el Covid-19 se expandiera por la región dejando miles de contagiados y muertos.
Salvo la extensa y profunda recesión que por años ha tenido Venezuela, el descenso de Perú supera por lejos al resto de los países latinoamericanos, con una caída estimada de la actividad económica del 13% para 2020.
El virus se expandió por el país en cuestión de días y, pese a los esfuerzos de contención, la curva de contagios se disparó a tal punto que el gobierno puso en marcha la que se convertiría en una de las cuarentenas más largas del mundo, que comenzó el 16 de marzo y se extendió hasta comienzos de julio.
Ese cierre, que permitió salvar vidas, dejó una profunda huella económica que ahora se refleja en la profunda contracción esperada para fin de año. Pero al cierre de actividades también se han sumado los golpes externos.
Sus principales socios comerciales, Estados Unidos y China, bajaron su demanda de productos del país andino. De hecho, solo en mayo las exportaciones peruanas bajaron 46%, especialmente los productos mineros como cobre y oro.
El caso de Argentina es bastante singular porque antes de la pandemia ya estaba en serios problemas, en medio de una gigantesca crisis de deuda pública.
El país arrastraba crecimiento negativo desde el año pasado y cuando el virus traspasó sus fronteras, el gobierno impuso confinamientos obligatorios con el fin de prevenir una explosión de contagios y muertes.
Las cosas estaban mal y la pandemia las empeoró.
Al igual que ha ocurrido en otros países, a los problemas internos se sumó la caída en la demanda exterior y la incertidumbre por la evolución de las negociaciones para reestructurar su deuda.
A fines de mayo y por novena vez en su historia, Argentina entró en default (cesación de pagos), agregando un ingrediente extra a los problemas estructurales que aún no le han permitido ponerse de pie.
La pandemia no encontró bien parado a Brasil. Aunque está lejos de una crisis como la de Argentina, el año pasado tuvo un bajo nivel de crecimiento de solo 1,1%.
Y el primer trimestre de este año, cuando aún el virus no golpeaba con fuerza al país, ya estaba en una curva descendente.
Desde el sector externo, los grandes mercados como Estados Unidos, China y Europa también bajaron su demanda de productos brasileños.
Y, en el mercado regional, las exportaciones de manufactura brasileña dentro de Latinoamérica, dirigidas a países como Argentina, Chile o México, descendieron con fuerza.
En los dos primeros del año, Paraguay tuvo un crecimiento bastante alto debido a la cosecha de la soja, un producto que tiene un peso importante en su economía.
A eso se suma que Paraguay ha logrado un mayor control de la pandemia que otros países y eso le permitió comenzar a flexibilizar el confinamiento a partir de mayo. Ahora están en una etapa de regreso gradual a las actividades, con mayor apertura de la actividad económica y con la pandemia, al menos hasta ahora, bajo control.
Según las proyecciones de la CEPAL, Guatemala caerá menos que el promedio de Centroamérica y mucho menos que el de América Latina. Eso se explica porque la agricultura tiene un fuerte impacto en la economía del país y, durante esta crisis, ha sido uno de los sectores menos afectados, en comparación con otros como el turismo.
Pese a que la economía global está pasando por una dura contracción, las exportaciones agrícolas importantes en Guatemala, como el azúcar y el cardamomo, han seguido creciendo. Y ese es el factor clave que le ha ayudado al país a paliar los efectos negativos de la crisis.
Uruguay, al igual que Paraguay, verá una contracción en su economía de un nivel mucho menos profundo que los otros países latinoamericanos. Este país logró controlar la pandemia y fue capaz de iniciar una reapertura económica en junio que permitió el regreso de los estudiantes a las escuelas y una normalización paulatina de las actividades.
A nivel latinoamericano, la brutal caída de la actividad económica, explica Titelman, refleja que la crisis global ha sido mucho más fuerte de lo que se esperaba hace unos meses y que las medidas de confinamiento tuvieron que extenderse por más tiempo, ya que Latinoamérica se convirtió en el centro de la pandemia. “La región va a tener la peor contracción de los últimos 100 años”, apunta, con gigantescos aumentos de desempleo, pobreza y desigualdad de ingresos.
Hacia el futuro, el economista espera “una recuperación lenta para América Latina”, que puede tomar varios años.
El crecimiento y los niveles de inversión podrían recuperarse hacia fines de 2022, pero “si miramos la historia, la recuperación de la pobreza será mucho más lenta”.
Con la idea de echar a andar los motores lo antes posible, existen presiones en la región para que los países reabran sus economías, explica Titelman
Pero advierte que “hay que tener mucho cuidado con las reaperturas” para que no vuelvan a dispararse los contagios. Un término apresurado de los confinamientos puede ser más costoso -económicamente hablando- que mantenerlos hasta que el brote esté controlado.
Hay que abrir por fases, dice, y los gobiernos tienen que generar protocolos para que cuando regrese la actividad económica, las cosas no se salgan de control.
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