Lula, Maduro, Correa… fueron los más efusivos con el triunfo en Argentina de Alberto Fernández, con Cristina Fernández de Kirchner como compañera de fórmula, sobre la candidatura de Mauricio Macri. La celebración fue tal que parecía asegurado su retorno al poder, con Maduro incluido.
No era para menos, la ventaja obtenida por el candidato de Cristina Fernández de Kirchner, su principal aliada el socialismo del siglo XXI, llegó a los 15 puntos en las primarias, que toma el pulso de las elecciones presidenciales que serán en octubre. En esa ventaja participaron antiguos coidearios de Kirchner que se distanciaron tras acusarla de corrupta y de caminar por ahí con aires de grandeza insoportables.
¿Pero ganó Alberto Fernández? Claro que sí. No necesitó mucho para hacerlo. Macri prefirió dilatar los procesos por corrupción contra Cristina Fernández, porque, seguramente por consejos de su cuarto de guerra, supuso que era una candidata fácil de derrotar. Su primera aparición en público fue lamentable al salir a reconocer su derrota antes de conocer los resultados oficiales; la segunda más lamentable aún con el discurso del miedo hacia la reacción de los mercados. Alberto Fernández se puso un paso adelante al recordarle que él era el presidente y por tanto el encargado de dar tranquilidad a los mercados. Él era solo un candidato que no podía firmar decretos.
El votante no piensa en el miedo por la reacción del mercado, piensa en la mesa; no piensa en la bronca, piensa en que la estabilidad ficticia creada por la dilapidación de recursos públicos. Que el pasado fue mejor. Así pudiera darse cuenta de que fue un pasado distorsionado, trata de aferrarse a algo. Lo dijo un periodista que lo interrogó en su primera rueda de prensa tras la derrota. No hubo respuesta, solo evasivas.
Macri no leyó las encuestas que en los tiempos modernos solo pueden ser ficticias. No leyó los mensajes de sus aliados. Lo recordó Elisa Carrió, que habló de soberbia y vanidad en las filas de la campaña de Macri, al asegurar que la adversidad no es mala. Tal vez dejó que sus enlaces políticos fueran sus alfiles de marketing, sin darse cuenta de que en el tablero de ajedrez los alfiles se mueven en dos direcciones, de ida y vuelta.
¿Perdió Macri? Los mercados no mueven los resortes de la política. Los mercados son los enemigos del ciudadano común. Porque Wall Street es un monstruo retratado por Tom Wolfe en La hoguera de la vanidades. Creer que eso asustará al votante es una ficción.
Pero de ahí a suponer que el socialismo del siglo XXI está otra vez montado en sus aviones Air Force One hay mucho trecho. La derrota de Macri del domingo no devuelve el péndulo, porque el retorno de los cadáveres políticos tipo Correa, Maduro o Lula encendieron alertas difíciles de apagar. Hasta Putin ya está en aprietos porque los rusos recordaron que ya lleva 20 años en el poder.
La campaña hasta octubre en Argentina de seguro no estará en los mercados. No estará en asustar a los mercados. Hasta para hacer un transición limpia, si la hay. El kirchnerismo, en cierta forma, ganó las primarias, perdiendo. Sus cartas están sobre la mesa. ¿Cuál es la otra opción? Los tecnócratas macristas demostraron que los tecnócratas siempre podrán arruinar cualquier cambio, porque solo piensan en que hacen lo correcto, sin aceptar las consecuencias de sus decisiones políticas, netamente políticas. Al igual que los encuestadores.
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