No importa cuántas acusaciones tengan en su contra. No importa cómo se beneficiaron de gobiernos a los que sirvieron. No importa haber sido cómplices de la debacle de un país que siempre ha reclamado ser parte del primer mundo, pese a largas historias de dictaduras con capítulos alucinantes, como el de Eva Perón. No importa. Son las Madres de la Plaza de Mayo y, por ende, propios y extraños deben pagar por lo hecho por una dictadura militar sangrienta como la de Videla. Es como Manuel López Obrador reclamando disculpas a España por lo que hicieron en América durante la conquista los españoles, ingleses, franceses: el no reconocimiento del otro.
Es el papel que cumplen ahora movimientos que surgieron en las democracias novatas, donde pudieron hablar, protestar, reclamar sin miedo a las desapariciones, las torturas, los encarcelamientos. El no reconocer que existe el otro, el pretender formar un caos para reclamar ya no por los elementales derechos humanos perdidos, sino por los privilegios perdidos en la etapa post kirchnerista es propio de ese pensamiento que repite hasta la victoria siempre porque supone enviar un mensaje de eternidad, de que son eternos. Es la pretensión.
“Acá tiene que haber un paro general de tres días. Hay que dejar de lado a los gordos, caguémonos en los gordos y hagamos un paro de tres días. Que no haya nada: ni agua, comida, transporte, nada. Si no, no hay manera de salir de esto”, dijo Hebe de Bonafini. No habla de la cruda realidad de Venezuela, sino de lo que espera para Argentina.
Provocar el caos es fácil. El llamado socialismo del siglo XXI es experto en eso, en las fake news, en distorsionar la realidad, en el ocultamiento, pero la memoria no es tan corta y eso es lo que más duele a sus dirigentes. No todos los que están en contra de las políticas económicas de Macri en Argentina, por ejemplo, están dispuestos a volver a ser carne de cañón para el regreso del kirchnerismo.
“Quiero hablar del desconcierto que estamos viviendo. Cada uno va por un lugar. Hay compañeros en el Obelisco, en Plaza Miserere, en el Congreso. Así, esto no es un paro, ni siquiera una acción conjunta”, dijo Bonafini.
Y tiene razón, el descontento social en una democracia se expresa de muchas maneras, pero no necesariamente todos van tras un mesías. Muchos países de la región todavía tienen que sortear el desastre heredado por los socialistas del siglo XXI: despilfarro, corrupción, endeudamiento, reparto de los bienes públicos entre sus amigos y allegados, pero eso no significa que van a ponerse a las órdenes de un caudillo.
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