Nos encontramos a tan solo un par de semanas del primer año de gobierno del presidente Lenín Moreno, y aunque para algunos esto resulte extraño después de la constante inconformidad por la falta de acción inmediata durante ya 12 meses sin resultados exitosos, existen también quienes se encuentran muy optimistas sobre los cambios positivos que recién ha comenzado a implementar el actual Gobierno. Las principales críticas giran en torno a cambios tardíos, insuficientes y mínimos, principalmente en materia política, económica y de seguridad nacional, por la falta de compromiso, y creciente evasión de responsabilidades de los correspondientes ministerios.
La política ecuatoriana a partir de la ascensión al poder de Lenín Moreno sufre cambios verdaderamente radicales en muchos sentidos. Primero, al inicio de su gobierno existe una profunda indignación en la sociedad por la supuesta ilegitimidad con la que él asume el cargo en representación de Alianza País, y de su compañero político Rafael Correa. Repentinamente surge una constante lucha por jubilarlo electoralmente en varias ocasiones, siendo la consulta popular de febrero de 2018 uno de los momentos claves de este distanciamiento por la reavivación del enfrentamiento entre ambos. Su gestión política en muchos sentidos vuelve a ser muy cuestionada por la manera cíclica y errática con la que ha conducido al país en relación a la similitud en varios aspectos con la de Correa. En función de esto ahora se da una renovación del gabinete, a partir de un pedido del presidente por la renuncia de sus ministros la segunda semana del mes de mayo, quiénes seguramente peligran gracias a su ineptitud, negligencia y profundo desinterés.
Evidentemente existen ministerios con una gestión aceptable e incluso admirable. El caso del Ministerio de Industrias y Productividad y la colaboración que el sector productivo brindará en relación a una política industrial con empresas y gremios productivos, el Ministerio de Trabajo y su dinamización del empleo en el país, que aunque no ha sido lo esperado, ni tampoco lo propuesto, pero en cierto sentido ha sido aceptable, así mismo el Ministerio de Turismo a partir de una diversificación de estrategias para seguir potencializando el turismo, o también el caso del Ministerio de Hidrocarburos en el cual se ha dado un indicio de querer renegociar los contratos con las petroleras.
Aunque por el otro lado tenemos casos muy decepcionantes, sobre todo por la falta de compromiso y apatía en ciertos ministerios por no hacer el trabajo que les corresponde, y porque sin duda alguna el ministerio al que han sido designados les ha quedado muy grande, por encima de sus capacidades. En esta situación sin duda alguna encontramos al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde su ministra, María Fernanda Espinosa, se ha servido de este para hacer relaciones públicas, defender el chavismo, más no la democracia ecuatoriana, donde si llega a ganar en la votación de la ONU, su renuncia será por algo mejor, una renuncia por un ascenso. En el Ministerio de Finanzas, la cartera más importante del Estado, su ministra, María Elsa Viteri, ha esquivado frecuentemente responsabilidades a pesar de que ha sido consciente de que la “mesa no estaba servida” y no ha hecho nada por cambiar.
El caso que más nos ha desconcertado como país en este año, sujeto de muchas controversias por la falta de acción rápida, ha sido el del Ministerio de Defensa y Ministerio del Interior, recientemente llamado como Ministerio de Gobierno y Policía. La ineptitud de las pasadas administraciones, e indudablemente la lenta actitud operacional del presidente Moreno desde el primer atentado en San Lorenzo suscitado en el mes de enero, junto a una serie de acciones inútiles, han provocado la muerte de tres periodistas, cuatro militares caídos en combate y dos ecuatorianos desaparecidos. La negligencia e ineptitud se habían apoderado de ambos ministerios en aquellos momentos de creciente incertidumbre.
Analizamos el marco socioeconómico actual en el Ecuador, y la mayoría sabemos que desde el inicio hubo completa falta de análisis económico para ejecutar las propuestas que ya se debieron haber incorporado a su mandato. Lo prometido aún sigue siendo deuda, la recuperación y reactivación económica ha sido algo sin duda muy difícil de superar, sobre todo por la catástrofe económica heredada del correísmo, pero lamentablemente es un tema postergado repetidas veces. Mientras más tiempo se pierda intentando hallar culpables, las cosas jamás mejorarán. El riesgo país aumentó hace tan solo dos meses, algo que la comunidad internacional reconoce, y eso no nos favorece en lo absoluto.
Ya no hay espacio para el gradualismo, para pasos cortos que nos han impedido avanzar en áreas estratégicas. Por estas y ciertas situaciones adicionales, el ejecutivo debe estar consciente de que esta es su última oportunidad para hacer lo que este prometió, sin tibieza y con sensatez.
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