“Esta tarde (del 5 de abril), el ciudadano venezolano Roberto Enríquez, presidente del Partido Social Cristiano (COPEI) y Vicepresidente de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), hizo ingreso a la residencia del Embajador de Chile en Caracas y se le ha otorgado la calidad de huésped.
“El señor Enríquez ha solicitado la protección de Chile fundado en diversas circunstancias políticas. Nuestro país actuará en esta materia de acuerdo con los principios jurídicos y humanitarios que inspiran su política exterior”. Ese es el escueto comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, divulgado en su cuenta personal de Twitter por Edison Lanza, Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Es uno de los primeros casos de protección que da un país, en su delegación diplomática en Caracas, a quienes se consideran perseguidos políticos por el chavismo, un régimen que no ha dudado a enjuiciar y encarcelar a los opositores con tal de mantener su poder. Que no ha dudado en pisotear los Derechos Humanos y perseguir a políticos, empresarios, sindicalistas, militares, estudiantes, periodistas, abogados, panaderos… con tal de seguir gobernando para su círculo íntimo.
La crisis política, social, económica y humanitaria de Venezuela siempre ha estado en límites intolerables desde antes de la muerte de Hugo Chávez, pero los pronunciamientos de los gobiernos de la región han sido desde tibios hasta indiferentes. Ahora Chile ha dado un paso. Un paso al fin para decirle al mundo que algo no está bien en Venezuela. Que algo se ha podrido con el chavismo. Que la indiferencia también puede matar. Y que no está bien ser cómplice de esas violaciones flagrantes a los Derechos Humanos. Que estar en el lado correcto de la historia es estar del lado de las víctimas, no de sus verdugos.
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