La mansión y club de élite Mar-a-Lago convertida en la Casa Blanca de Invierno de Donald Trump es ahora la sede paralela de gestión de los asuntos públicos de Estados Unidos con acceso exclusivo para sus invitados y los multimillonarios del club.
“Con una extensión de siete hectáreas al borde del mar, Mar-a-Lago, cuyo valor se estima en 100 millones de dólares, se presenta en su página web como un oasis que brinda los privilegios más elevados y un estilo de vida reservado a una minoría selecta”, destaca diario El País.
“Creo que usted es la única persona que conozco que tiene una casa más bonita que esta”, había dicho Trump, refiriéndose al palacio de Buckingham, cuando recibió al príncipe Carlos de Inglaterra. La anécdota es parte de la historias personales que suele contar Trump.
Cuatro aspirantes a consejero de Seguridad Nacional fueron recibidos y entrevistados ahí la semana pasada, antes de regresar a Washington. El elegido fue el general H. R. McMaster. El fin de semana anterior su invitado fue Shinzo Abe, el primer ministro japonés. El sábado jugaron al golf durante el día y por la noche, sorprendidos por un ensayo balístico de Corea del Norte, Trump realizó su gabinete de crisis con Abe sentados a una mesa del patio, con los clientes del club.
De ahí salieron a dar una rueda de prensa. Finalizada, Trump pasó por el Gran Salón de Baile a felicitar a una pareja que estaba celebrando su boda. Lejos de Washington, olvidando por un rato los misiles de Kim Jong Un. Cogió el micrófono y bromeó: “Ellos han sido miembros del club durante mucho tiempo y me han pagado una fortuna”.
El límite de miembros está en 500 personas y no está lejos de cerrarse por el aumento del número de interesados ahora que Mar-a-Lago no es solo un paraíso entre palmeras con vistas al océano sino el centro del poder.
The New York Times ha revelado su lista de integrantes, rebosante de ejecutivos como el magnate minero y petrolero William I. Koch, un financiador de la campaña de Trump y según el diario posible “beneficiario” del proyecto Keystone XL, el polémico oleoducto cuya construcción ha priorizado el presidente. Otro es Richard LeFrak, un promotor inmobiliario que relató que el pasado fin de semana Trump lo paró y le preguntó cuánto creía que podría costar el muro con México. “Pensé que tendrías a Seguridad Interior ocupándose de esto”, se extrañó LeFrak. “Bueno”, terminó cavilante el presidente-anfitrión, avisándolo de que podría contactarlo el titular de ese departamento: “Quizás te llame el General Kelly”.
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