A este país lo que le hace falta antes de entrar a un plan nacional de lectura es una política de Estado que incentive la inversión privada de los grandes grupos editoriales del mundo. ¿Cómo se puede explicar que Uruguay con casi cuatro millones de habitantes venda casi seis a uno de lo que se comercializa en libros aquí en Ecuador? Todos los grupos editoriales tienen montada su casa en Uruguay, que sí tiene políticas estatales para incentivar la lectura.
En Ecuador nunca hemos tenido una política de Estado clara para incentivar el hábito de la lectura. El Ministerio de Educación, por ejemplo, iguala la malla curricular y selecciona los textos que deben ser leídos. Supuestamente para incentivar al sector editorial dice que los libros deben ser de empresas ecuatorianas, de autores ecuatorianos y prohíbe que los profesores manden a comprar libros. ¿Eso ayuda a incentivar la lectura o es una contradicción?
Y lo peor está en el Código Ingenios con una normativa que entorpece el criterio comercial de las editoriales, que puede tener sus fallas como todo en el mundo, pero lo que ha hecho por tratar de corregir una distorsión en otros ámbitos ha sido desincentivar las inversiones en el mundo editorial.
Si un escritor, por ejemplo, tiene que firmar su contrato de autor en Colombia o Perú sabe que ganará el 10% de utilidad sobre el precio de la tapa de la editorial que la comercializa y punto.
Pero ahora en Ecuador, con el Código Ingenios, resulta que toda persona participe en la autoría de un libro, que incluye diseñador, ilustrador, aparte el autor, tiene que obtener el 10% sobre el ejercicio comercial. Eso significa que una editorial deberá sentarse con todo el mundo para darles un resumen y decirles: me costó cinco dólares la impresión, un dólar la distribución, (…) y el ejercicio comercial me dice que he ganado cinco dólares, que corresponde el 10% de ahí…
Si bien el Código Ingenios tiene la finalidad de la protección a la propiedad intelectual, por el tema de las farmacéuticas, es imposible y absurdo querer meter a todos en el mismo saco. El Estado no puede entrar a regular todo lo que quiera, hasta cómo prender un foco. Hay ciertas leyes del mercado que a veces no son las mejores, pero por querer componer eso se termina dañando el resto.
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