Los jugadores argentinos se tocan el orgullo con la mano porque se sienten demasiado cerca de quedar por fuera del mapa de Rusia 2018. Por eso, el partido de este jueves ante Brasil se puede ver como una gran oportunidad, pero también como un riesgo enorme. Argentina podría salir fortalecida, recuperada en lo anímico, pero también se podría volver de Belo Horizonte con una herida aún más profunda.
Por primera vez en mucho tiempo, según Clarín, la albiceleste hace cuentas, mira el fixture de los rivales y no se le escapa que hoy puede empezar el clásico hasta en un séptimo puesto si Paraguay supera a Perú, algo más que probable.
“Para nosotros no estar en el Mundial sería lo más doloroso de nuestra carrera y de nuestra vida. Pero no debemos pensar en eso”, dijo el Kun Agüero, con la sinceridad que lo caracteriza. Tras la llegada de Messi y Mascherano, Bauza apeló más a ese aspecto anímico que a lo táctico, a recordarles de dónde vienen, a invocar al espíritu amateur de cada uno. Y Messi hizo algo parecido.
Todos los jugadores hicieron en estos días alguna referencia a la clasificación que se complicó más de lo esperado. Saben que queda mucho por jugar, pero especulan con que si de estos seis puntos la cosecha baja de cuatro no pasarán las mejores Fiestas de fin de año y estarán cuatro meses, hasta la próxima doble jornada de marzo, afuera del Mundial, con la tabla en la cabeza.
Por eso el partido de esta noche lo imaginan como un quiebre. Quieren que sea un quiebre. Ya han pasado por situaciones similares, con Sabella en Barranquilla por ejemplo, aunque no tan potencialmente traumáticas. Y han salido con éxito.
Por expectativas, presión y adrenalina es una final del mundo, dice Clarín. Será un examen en lo futbolístico, donde el equipo no viene aprobando, y desde lo anímico, y allí preocupa la reacción ante un gol de Brasil, si esto sucede.
El plan de sostener el cero y esperar la ventaja a través de un contragolpe o de una iluminación de Messi les cierra y lo entienden como posible. Un equipo corto, solidario, al estilo Bauza, pero con Messi suelto arriba. En ese contexto la mística es más fácil de conseguir, el esfuerzo cotiza y contagia.
Brasil llega agrandado. Lleva cuatro triunfos al hilo y tiene a Neymar en estado de gracia, liberado de las presiones que sufría antes de los Juegos Olímpicos. Tiene también a Dani Alves, como salida y llegada, a Gabriel Jesús en racha goleadora. A Philippe Coutinho y su pegada. El objetivo de lavar la afrenta del 7 a 1 con Alemania es más un reclamo de la prensa y tal vez de la gente, que de este plantel que es bastante diferente a aquel de Scolari.
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