Elon Musk, fundador de Tesla, SpaceX y otras compañías tecnológicas de vanguardia, ha puesto fin a su relación cercana con el gobierno de Estados Unidos. En declaraciones recientes, el empresario expresó su creciente frustración con lo que considera un ambiente político “hostil hacia la innovación” y aseguró que ya no desea desempeñar ningún rol como asesor o aliado de la administración en funciones ni de futuras.
Durante años, Musk fue considerado una figura clave dentro de los círculos de poder en Washington. Sus ideas disruptivas y su influencia en sectores como la movilidad eléctrica, la exploración espacial y la inteligencia artificial le valieron un asiento en varias mesas de asesoría estratégica. Sin embargo, su vínculo con las autoridades federales ha sufrido un desgaste notorio.
“Washington se ha convertido en un obstáculo para el progreso, no en un facilitador”, sentenció Musk en una entrevista publicada esta semana. El empresario acusó a los organismos reguladores de frenar el desarrollo tecnológico con normativas “anticuadas e ideologizadas” y lamentó lo que describió como un giro político que favorece la burocracia por encima de la creatividad.
Aunque no mencionó directamente al presidente Joe Biden ni a figuras concretas del Congreso, Musk ha tenido roces públicos con varios funcionarios por temas que van desde subsidios federales hasta la regulación de contenido en redes sociales. En el último año, también ha intensificado sus críticas al Pentágono y a la política exterior de EE.UU., especialmente en relación con el uso de su red satelital Starlink en zonas de conflicto.
Su distanciamiento con Washington marca un giro en su estrategia pública. Mientras antes cultivaba una imagen de emprendedor colaborativo con el gobierno, ahora se perfila como un crítico independiente dispuesto a desafiar las estructuras tradicionales del poder.
Analistas consideran que este alejamiento podría tener repercusiones para la industria tecnológica, dada la influencia de Musk en sectores clave. Algunos lo ven como una señal de alerta sobre el deterioro de las relaciones entre Silicon Valley y el Estado; otros, como una jugada política que podría abrirle nuevos espacios en esferas ideológicas más conservadoras.
En cualquier caso, el adiós de Musk a Washington refleja un cambio profundo en la relación entre el poder público y la élite tecnológica estadounidense, una que podría redefinir los equilibrios de influencia en los próximos años.
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