Las mujeres amazónicas de Ecuador siembran y cosechan productos para el consumo local e internacional, pescan, hacen cerámica, tejidos y cremas y también se organizan política y económicamente para vivir, cuidar y defender su territorio. Eso es lo que el documental “La selva es mujer” busca visibilizar y poner en valor, para mostrar al mundo el compromiso y la forma de vida de estas mujeres que se hacen una sola con una de las regiones más biodiversas del mundo.
“Cuando decimos que la selva es mujer es por todo el aporte y entrega que ellas le hacen a la naturaleza y al universo. Recordemos que la selva amazónica es uno de los pulmones más importantes del mundo, entonces no es solamente la mujer amazónica ecuatoriana, es la mujer amazónica que cuida tu reserva y tu pulmón del mundo, y poder darle visibilidad significa que se conozcan sus costumbres, sus tradiciones, sus saberes ancestrales y sus trabajos, como unas cerámicas maravillosas con grabados que han pasado de generación en generación y que guardan tradiciones de más de 500 años”, cuenta a Efeminista Susana González, reconocida política ecuatoriana que produce y conduce el documental.
González, junto a un equipo de documentalistas, se adentró a la selva ecuatoriana y durante dos semanas conoció de cerca todo lo que estas mujeres hacen y cómo luchan para conservar y expandir su liderazgo e independencia económica en unos territorios donde el machismo está muy impregnado.
El objetivo final, agrega la también periodista, es llevarlo a festivales y plataformas internacionales para que el mundo pueda ver la fortaleza de las mujeres amazónicas, que visiten sus comunidades e inviertan en lo que ellas producen. “Ellas se abrieron en este documental para que mucha gente venga a disfrutar de la Amazonía y de su belleza”, señala.
La idea del documental, recuerda Susana González, nació hace casi seis años, cuando ocupaba un cargo público en la costa de Ecuador. “Estábamos en un gran encuentro, en una cruzada nacional donde discutíamos sobre la participación equitativa y paritaria de la mujer dentro del marco electoral”, detalla.
Allí compartió con otras lideresas amazónicas y pensó en que “algo” se debía hacer para visibilizar el conocimiento, la sabiduría ancestral y la valentía de estas mujeres. Siguió pensando en ello en los años siguientes y cuando salió de la política activa empezó a madurar la idea.
“Siento que tengo un compromiso de mostrar al mundo que la selva tiene mujeres que la han defendido, que la defienden y que todos los días libran procesos internos para poder precautelar, no solamente su vida, sino la diversidad de las especies y el hábitat en las que ellos viven, esa Pachamama, esa tierra que les pertenece”, reconoce a Efeminista.
En el audiovisual se podrá conocer más de lo que hacen las amazónicas de las comunidades Kichua-Sarayaku, Shuar, Wao y Mayo-Chinchipe, quienes están presentes en varias provincias de Ecuador.
“Me encontré con mujeres decididas a defender la organización política que tienen, porque son mujeres que están activas dentro del marco de los espacios de poder. Son presidentas o vicepresidentas de los diferentes tipos de organizaciones que tienen, dentro de un concejo o dentro de sus propias comunidades, en donde tienen su forma de gobierno y eso es interesante porque te das cuenta que la participación de la generación joven se hace presente en los espacios de toma de decisiones y la mujer, dependiendo las nacionalidades, tiene mayor o menor rol”, señala González.
“En algunas comunidades la mujer es predominantemente activa y su economía depende de ella. Es decir, lo que genera ella lo percibe ella y lo distribuye ella. En la comunidad Shuar, por ejemplo, vemos también una participación activa en las tomas de decisiones, pero también en los valores agregados que les van dando a los productos que siembran y cosechan”, resalta.
En una de las comunidades, las mujeres tienen un banco comunitario, con el que buscan ayudar a cada vez más productoras o emprendedoras a impulsar sus negocios, aunque el apoyo también se da para la educación de hijos o para invertir en servicios de salud. “Es uno de los proyectos que necesita más apoyo”, dice González.
Esa independencia económica es la que en muchas ocasiones les permite salir de los círculos de violencia, aunque luego, al intentar activar el sistema estatal, deban enfrentarse a un mayor machismo, revictimización y violencia institucional.
“La impunidad es lamentablemente lo que prima. Las que se atreven a denunciar viven injusticias, porque hay que tomar en cuenta que hay que tener la valentía de denunciar, porque deben salir de sus organizaciones y viajar en canoa por alrededor de seis horas, y otras más en vehículos, para llegar a ciudades en las que pueden hacerlo”, relata González.
Y pese al esfuerzo que hacen, los casos se quedan estancados en el sistema o se dilatan a favor de los agresores. “Eso es lo que vemos a través de un gran ejemplo doloroso como es el caso de Nina Gualinga, quien es una joven que ha defendido la Amazonía y ha protestado en el mundo por la falta de respeto al pueblo amazónico. Sin embargo, denuncia en el 2015 un proceso de sistemático de violencia que la lleva al hospital y tras varios años sus audiencias se siguen suspendiendo”, lamenta.
“Nina es un ejemplo de alguien que se atreve a denunciar al agresor y sin embargo la impunidad en el sistema judicial suspende el proceso. Entonces, ¿qué hace esto? Que las otras mujeres, viéndola a Nina siendo una mujer guerrera y que se le vulneran sus derechos, prefieren guardar silencio”, lamenta.
Facundo Gallo, director del documental, relata que tuvo que prepararse en su natal Argentina antes de viajar a la Amazonía a filmar a estas mujeres. “Me preparé espiritualmente, me hice limpiezas, tuve que trabajar el amor, el corazón, para poder captar, para poder estar más sensible, para poder captar un poco más la sensibilidad de la selva, que era lo que queríamos destacar, la sensibilidad de la mujer amazónica”, explica.
Una vez en el terreno, decidió ser uno más del equipo para que entre todas y todos pudieran captar de mejor manera las costumbres y rituales que ellas realizan a diario y que todo se grabara lo más natural posible.
“Íbamos con el equipo y tratábamos de no meternos tanto, de no frenar ni reubicarlas. A veces podíamos, pero cuando había un ritual era imposible. Éramos dos cámaras que estábamos moviéndonos constantemente para no dañar el ritual”, recuerda.
Ahora pasarán a la etapa de edición y postproducción y esperan que en un par de meses el documental pueda estar terminado para llevarlo de la Amazonía al mundo.
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