La Policía Federal (PF) brasileña ha destapado en los últimos días la segunda fase de la Operación Trapiche, que el pasado mes de noviembre descubrió una red de Hezbollah con reclutas brasileños dispuestos a perpetrar atentados contra objetivos de la comunidad judía en el gigante latinoamericano. Esta segunda fase, bautizada como “Trapiche-FT” en referencia a la financiación del terrorismo, es tan importante como la primera por la información financiera que ha surgido, parte esencial de cualquier plan terrorista. En concreto, la noticia que se desprende de las investigaciones brasileñas es que también en Latinoamérica Hezbollah está cada vez más interesado en el mundo de las criptomonedas, un lugar virtual donde blanquear dinero para financiar sus operaciones terroristas. En junio de 2023, fue la Oficina Nacional de Lucha contra la Financiación del Terrorismo de Israel la primera en dar la voz de alarma, anunciando la incautación de unos 1,7 millones de dólares en criptodivisas de Irán y Hezbollah.
Lo que ahora han destapado las autoridades brasileñas es una red de blanqueo multimillonaria montada en Brasil a través de tabaquerías. Dos de ellas, en Belo Horizonte, resultaron estar a nombre de la esposa de uno de los dos cerebros de los atentados, el sirio-brasileño de madre libanesa Mohamad Khir Abdulmajid, de 37 años. Junto con el libanés-brasileño Haissam Houssim Diab, se encuentra actualmente prófugo en la lista roja de Interpol. En esta segunda fase de la operación, la policía cerró al menos seis tabaquerías entre Belo Horizonte, Lagoa Santa, Contagem y Uberlândia, todas ellas en el estado de Minas Gerais, donde Abdulmajid se había trasladado tras vivir durante años en Brasilia. El terrorista ya había estado en el punto de mira de los investigadores hace dos años por contrabando de cigarrillos electrónicos -otra de las nuevas actividades ilegales de Hezbollah en América Latina- especialmente en Paraguay, de donde Abdulmajid los importaba ilegalmente y donde su hermano había trabajado anteriormente para una empresa de cambio de divisas.
Según la Policía Federal brasileña, “las pruebas reunidas en la investigación indican que los billetes de avión utilizados por los brasileños reclutados para viajar al Líbano, donde se entrevistaron para ser seleccionados por Hezbollah (para llevar a cabo los atentados en Brasil), fueron financiados con el producto del comercio ilícito de cigarrillos electrónicos de contrabando y vendidos en tabaquerías de Brasil”. En esta segunda fase de la operación Trapiche, además de las tabaquerías, también se incautaron varias cuentas bancarias. Por este motivo, una persona, cuya nacionalidad e identidad no fueron reveladas a la prensa, acabó detenida. Según la investigación, aprovechaba “la situación de vulnerabilidad de inmigrantes y refugiados” para utilizar sus datos personales y abrir cuentas bancarias y empresas a su nombre para blanquear dinero procedente del contrabando de cigarrillos electrónicos, cuyo uso y comercio está prohibido en Brasil.
Y aquí la segunda fase de la Operación Trapiche abre un escenario muy preocupante. De hecho, según la Policía Federal brasileña, estas cuentas bancarias abiertas por los hombres de Hezbollah para ocultar parte de las ganancias del contrabando de cigarrillos electrónicos formaban parte de un esquema mucho mayor, definido por las autoridades brasileñas como un esquema “multimillonario”, que movió más de 61.000 millones de reales, 11.146 millones de dólares, y que fue descubierto por la PF el pasado mes de septiembre en el marco de la operación Colossus, cuando se desmanteló una red criminal que blanqueaba miles de millones de reales a través de criptodivisas. El grupo, que también tenía una base en Dubai, blanqueaba para narcotraficantes, ‘doleiros’ (los cambistas ilegales), contrabandistas y, en este caso, también para terroristas.
El hecho de que Hezbollah también utilizara los servicios financieros de este grupo muestra cómo las redes criminales y terroristas en América Latina trabajan cada vez más en sinergia entre sí, incluso en el ámbito de las criptodivisas, que se han convertido en la forma más fácil de mover el dinero sucio procedente del narcotráfico latinoamericano. Las criptodivisas son también uno de los negocios de otro clan libanés al servicio de Hezbollah, que ha saltado a los titulares en los últimos días, el clan Akil Rada.
El libanés de 36 años con doble nacionalidad colombiana Mahdy Akil Helbawi, conocido como Jonathan o El Jefe, fue detenido hace poco más de una semana en Cúcuta, al noreste de Colombia, en la frontera con Venezuela. El hombre, nacido en Maicao, en el estado de La Guajira, también era buscado por el FBI estadounidense, según el cual llevaba escondido en Colombia desde 2016. Se le acusó de los delitos de explotación ilícita de recursos naturales, lavado de activos, enriquecimiento ilícito de terceros y uso de documentos falsos. En septiembre de 2023, el Tesoro de Estados Unidos lo había designado, junto con otros miembros de su familia, como operativo, incluso financiero, de Hezbollah. Se había sancionado también a la empresa de la que aparecía como director general, Zanga S.A.S., creada en 2015, que se dedica a la exportación de carbón. Las autoridades le acusan de exportarlo ilegalmente desde el departamento de La Guajira. La Fiscalía colombiana estableció que el carbón vegetal era transportado a puertos en Cartagena y desde allí enviado en barcos a destinos como Líbano, Israel, Dubái, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Omán, donde era vendido. Parte de los recursos obtenidos habría sido destinado a financiar la organización Hezbollah. Entre 2016 y 2022, Helbawi trasladó ilegalmente 2.449.110 kilogramos de carbón con documentos falsos. El hombre también está acusado de blanquear más de 4.976 millones de pesos colombianos (1,24 millones de dólares).
Con su identidad real, no hay registro de que Helbawi haya entrado nunca en Brasil. Sin embargo, los movimientos de su padre en el gigante latinoamericano llevan a no descartar sus viajes al país vecino. Pero, ¿Quién es el padre de Mahdy Akil Helbawi? Se llama Amer Mohamed Akil Rada y es una de las figuras más importantes de Hezbollah en América Latina. Amer Mohamed Akil Rada ha sido durante años en la región un importante operativo de la Organización de Seguridad Exterior (ESO) de Hezbollah, que se ocupa de atentados terroristas fuera de Líbano y, por tanto, figura en la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos, Canadá e Israel. Amer Mohamed Akil Rada fue sobre todo uno de los terroristas del grupo de Hezbollah denominado Yihad Islámica que participó en los atentados de Buenos Aires contra la embajada israelí en 1992 y contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994. Fue él quien compró la furgoneta Trafic en la que se colocaron los artefactos explosivos. Según el Departamento del Tesoro estadounidense, “también estuvo presuntamente implicado en el atentado con explosivos contra la embajada israelí en Buenos Aires en 1992″. La sanción también explica que “Amer ha coordinado las actividades de varias entidades comerciales para Hezbollah, incluidas las exportaciones de carbón vegetal de Colombia al Líbano. Como agente y líder de Hezbollah, Amer utiliza hasta el 80% de los ingresos generados por su entidad comercial para beneficiar a Hezbollah”.
Amer Mohamed Akil Rada fue sancionado junto con su hijo detenido en Colombia y su hermano, Samer Akil Rada. Samer, según el informe del Tesoro estadounidense, es miembro de Hezbollah. “Samer residía anteriormente en Belice, pero huyó debido a un caso relacionado con las drogas. También estuvo implicado en el envío de 500 kilogramos de cocaína por valor de unos 15 millones de dólares que estaban ocultos en cargamentos de fruta y que finalmente fueron incautados en El Salvador” reza el texto. En Belice fue miembro durante una década de la empresa que gestionaba la Zona Franca de Corozal. Entre 2014 y 2016 se interesó, al igual que su sobrino, por el negocio del carbón, como director comercial de una empresa llamada Tucan Carbon, que los investigadores sospechan que fue utilizada como tapadera para traficar con cocaína.
Samer es también el director general y consejero delegado de BCI Technologies C. A., con sede en Venezuela, una empresa especializada en criptodivisas que trabaja con el régimen de Nicolás Maduro, un sector que, como salió a la luz también en la segunda fase de la Operación Trapiche, interesa mucho a Hezbollah. Akil Rada es un verdadero clan familiar con raíces en todo el mundo, incluyendo América Latina y Brasil. Sus miembros tienen empresas en Panamá, México, Colombia, Hong Kong e incluso China.
En Brasil, no se tiene rastro de Mahdy Akil Helbawi, al menos con su nombre real. Su padre Amer, en cambio, vino varias veces, incluso después de los atentados en Argentina. Dos días antes del atentado contra la AMIA, tomó el avión en Buenos Aires, para llegar a la Triple Frontera y desde allí, cruzando el puente Tancredo Neves, entrar en Brasil. Dos días después, el 18 de julio de 1994, día del atentado, abandonó Brasil desde el aeropuerto internacional de Guarulhos. Volvió al gigante latinoamericano varias veces, en febrero de 1997, en abril de 1998 y en diciembre de 1999. Luego volvió entre 2007 y 2013, pero con una identidad falsa. Además de viajar a Brasil, también estuvo en Panamá, Colombia y Venezuela. Pero, ¿qué llegó a hacer Amer Mohamed Akil Rada en estos viajes a Brasil? Según reveló Infobae en exclusiva, uno de los operativos de Hezbollah que participó en la logística del atentado contra la AMIA, Hussein Ali Gharib, aún vive en el gigante latinoamericano. En el centro de San Pablo tiene un pequeño negocio de venta de asistencia técnica y accesorios para teléfonos móviles, que abrió en 2002 y sigue activo. Viaja con frecuencia al Líbano. Hassan Suleiman Abu-Abbas, inscrito como Hassan Mohamad Sleiman en el registro brasileño, también sigue viviendo con su familia en San Pablo, adonde llegó a finales de los años ochenta procedente del Líbano. A través de su empresa brasileña Hezbollah financió los atentados en Argentina. Su hermano, Hussein Suleiman Abu-Abbas, es uno de los principales protagonistas del atentado de 1992, ya que fue él quien transportó el C4 y el TNT, los explosivos que habrían servido como detonadores de la carga explosiva contra la embajada israelí de Buenos Aires.
En sus viajes a Brasil, ¿es posible que Amer Mohamed Akil Rada se reuniera con los otros operativos de los atentados en Argentina, ya que esta red sigue activa? Un reciente análisis de Emanuele Ottolenghi titulado “Los asesinos de la AMIA siguen libres”, publicado por la Fundación para la Defensa de las Democracias en Washington, reveló que otros dos operativos circulan libremente por América Latina y Europa, donde han abierto empresas sin trabas. Se trata de los dos hermanos Tormos, Fouad y Abdallah Ismail, que acogieron y trajeron a Argentina desde Brasil al terrorista suicida Ibrahim Berro, chofer de camioneta Trafic que voló la sede de la AMIA en 1994. Uno de ellos, Fouad, tiene una empresa en Paraguay; el otro Abdallah Ismail abrió una empresa llamada ‘The London Prime Trading & Investment’ en Londres en 2020, que fue disuelta en 2023.
“Ninguna de estas personas pagó ningún precio. Nadie les molestó. De hecho, incluso parecían haber prosperado”, comenta Ottolenghi en su análisis. “Más chocante aún es que gran parte de sus identidades y papeles en los atentados son de dominio público, gracias tanto a la investigación que el fiscal argentino Alberto Nisman llevó a cabo antes de su asesinato en 2015 como, más recientemente, a los informes desclasificados del Mossad publicados en 2022. Uno esperaría que vivieran como fugitivos, llevando una existencia sombría, refugiándose en tierras hospitalarias donde su crimen es alabado como heroico, no denunciado como un pecado mortal”, escribe Ottolenghi. Sin embargo, no es así, lo que abre peligrosas brechas que pueden ser llenadas por nuevos planes terroristas, como ha demostrado la segunda fase de la Operación Trapiche en Brasil.
Texto original de Infobae
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