Las islas Galápagos son un refugio para especies que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. Sin necesidad de milagros, un safari marino por el archipiélago basta para ver iguanas que bucean, tortugas que rebasan los 100 kilos y pingüinos que se entienden mejor con los trópicos que con los icebergs.
Darwin escribió alguna vez que las Galápagos le parecían un mundo en sí mismo. Lejos de tierra continental y de otras islas, este archipiélago se presenta como un lugar de ensueño para presenciar ciclos y procesos naturales. Uno de ellos, vinculado con la teoría de la evolución, es la aparición de especies endémicas.
Formado por la actividad volcánica, este archipiélago alberga islas que nunca estuvieron en contacto con el continente. Esto implica que las especies que habitan las Galápagos no nacieron con las islas, llegaron a ellas. Mientras que algunas perecieron en el intento, otras lograron adaptarse al entorno. Un entorno tan particular que originó nuevas especies.
A bordo del Aqua Mare, un yate de lujo con capacidad para apenas 16 pasajeros, el parque nacional más icónico de Ecuador revela campos de lava, bufones estruendosos y playas vírgenes. La embarcación seduce a los pasajeros con cocina de autor, un jacuzzi en cubierta, servicio de bar incluido y atención personalizada. Esto último no es solo un decir, el Aqua Mare viaja con un tripulante por cada pasajero.
Provisto de kayaks, botes zódiac y equipo para hacer esnórquel, el barco más pequeño en la flota de Aqua Expeditions surca el oriente de las Galápagos con un itinerario de siete noches. A su paso por islas como Bartolomé, Española, Santa Fe y Santa Cruz, los encuentros con especies endémicas suceden sin esfuerzo. Y gracias a grupos excepcionalmente pequeños, sin gentío ni prisa.
Esta isla, la más austral y antigua del archipiélago, es famosa por sus bufaderos imponentes y su concentración de especies endémicas. La lista incluye al pinzón de los cactus grande, la lagartija de la lava de Española y el sinsonte de Española.
Al repertorio se suma, por temporada, el albatros ondulado. Entre abril y diciembre, el ave más grande del archipiélago vuelve a la isla para anidar. Pese a registros limitados en la isla de la Plata, frente a la costa continental ecuatoriana, el albatros ondulado es un estandarte de Española.
La pequeña Santa Fe cuenta con un solo sitio abierto al público para visitas terrestres. Conocido como la bahía de Barrington, el lugar aloja un sendero por el que se pueden ver especies como pinzones de Darwin, lobos marinos y lagartijas de la lava. Todas, endémicas de las Galápagos.
Además, Sante Fe presume endemismos propios. En esta isla se encuentran las chumberas más grandes del archipiélago. Esta subvariedad de cactus gigante es la principal fuente de alimentación de la iguana terrestre de Santa Fe. En conjunto, el par suele acaparar la atención.
La más poblada y céntrica de las islas Galápagos esconde muchos atractivos más allá de la estación científica Charles Darwin. Es más, para ver tortugas gigantes en estado silvestre lo mejor es dejar Puerto Ayora y emprender camino hacia las tierras altas de Santa Cruz.
Rancho El Manzanillo es un emprendimiento familiar que apuesta por la reforestación y conservación del medio ambiente. Ubicado en la zona limítrofe con el parque nacional, este lugar es ideal para ver decenas de tortugas gigantes de Santa Cruz, la especie endémica de la isla.
Bartolomé es una de las islas más jóvenes de las Galápagos. Aunque es también una de las más pequeñas, resguarda la postal más emblemática del archipiélago: el pináculo de Bartolomé y la bahía de Sullivan. La isla es hogar del cactus de lava, una especie endémica.
Presentes en diferentes islas, varias aves marinas roban protagonismo en Bartolomé, especialmente los pingüinos de las Galápagos, la única especie de esta familia que habita al norte del ecuador. Con un poco de suerte, un viaje en zódiac basta para ver bobos patas azules, pelícanos pardos y pingüinos de las Galápagos.
El archipiélago de las Galápagos es parte de Ecuador y se encuentra en el océano Pacífico, cerca de mil kilómetros al oeste de tierra continental. Salvo contadas excepciones, para visitar Galápagos como turista hace falta volar a los aeropuertos de la isla de San Cristóbal o de la isla de Baltra. Estos aeropuertos reciben vuelos regulares de Guayaquil y de Quito.
El archipiélago constituye, prácticamente en su totalidad, un área natural protegida que lleva por nombre Parque Nacional Galápagos. Acceder a esta reserva tiene un costo de 200 dólares estadounidenses por adulto a la que se deben sumar 20 dólares en concepto de tarjeta de control de tránsito. Los viajes a bordo de Aqua Mare incluyen tanto el costo como la gestión.
Mientras que en las ciudades de Puerto Ayora, Puerto Baquerizo Moreno y Puerto Villamil los viajeros pueden moverse con toda libertad, para visitar el parque nacional es necesario estar acompañado por un guía certificado. Vale aclarar que solamente sitios designados para el turismo pueden ser visitados.
Si bien las Galápagos se pueden visitar sin necesidad de tomar un crucero, hacerlo permite llegar a sitios a los que sería imposible acceder con recorridos de un día. Los itinerarios de Aqua Mare incluyen visitas a islas alejadas de los principales centros urbanos como Genovesa, Española y Fernandina. El yate, independientemente del número de huéspedes a bordo, zarpa con dos guías certificados.
El clima de Galápagos es muy particular. Si bien el archipiélago se encuentra a la altura del Ecuador, la corriente marina de Humboldt hace de las suyas con el frío. Contra el prejuicio habitual, en Galápagos no predomina el clima húmedo tropical, sino el semiárido y el de sabana tropical. En términos de temporadas, en Galápagos se habla de tiempo de lluvia (entre junio y noviembre) y tiempo de calor (entre diciembre y mayo).
En general, cualquier época del año es buena para visitar Galápagos y nunca está de más un traje de neopreno para hacer esnórquel. Para ver animales específicos, sin embargo, conviene considerar sus ciclos. Los albatros ondulados de Española no se suelen ver entre enero y marzo. Para bucear, una actividad que se puede hacer todo el año, la mejor temporada depende de si se prefiere ver tiburones ballena o mantarrayas.
Gracias a su fama como laboratorio natural para estudiar la evolución, Galápagos siempre ha llamado la atención en el mundo ambientalista. Los esfuerzos de preservación en el archipiélago se materializan con proyectos variados. Desde movimientos comunitarios hasta organizaciones internacionales ponen su granito de arena para conservar Galápagos.
Iniciativas como Nicotina Asesina, de Miguel Andagana, son ejemplo de proyectos que surgen de la gente para la gente. Conocido como Miguicho, este habitante de Galápagos trabaja por un archipiélago libre de colillas de cigarro. Miguel recoge colillas incansablemente. Luego, para visibilizar el problema, exhibe esculturas que él mismo hace con estos desechos tóxicos.
La Fundación Charles Darwin, la más grande de su tipo en el archipiélago, trabaja en varios proyectos de conservación basada en investigación científica. La lista de programas incluye restauración, gobernanza y control de especies introducidas, entre otros. En Galápagos, Aqua Expeditions se ha asociado con esta fundación para divulgar información y recaudar fondos dirigidos a restauración de manglares y conservación de tiburones.
Este texto fue escrito por Marck Guttman es fotógrafo, escritor y partidario devoto del turismo sostenible. Dirige el blog Don Viajes y ha publicado más 800 historias en medios como Esquire y National Geographic. Las montañas son su lugar feliz y el pan dulce su primer amor.
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