Por todo esto, y algo más, AMLO quiere dedicar el mes que le queda a despedirse a lo grande.
Así, este domingo va a instalar las sesiones del Parlamento con dos discursos de resumen, uno en el Congreso de la Unión y otro en el Zócalo de la capital, la plaza más importante de México.
“Voy a tardar, de una vez lo adelanto, porque es bastante”, advirtió. “Vénganse preparados con agua, sombrilla, sombrero, gorra y paciencia”.
Luego, el 15 de septiembre, día en el que México celebra la independencia e inaugura las Fiestas Patrias, AMLO auspiciará un concierto gratuito de Banda MS, un reconocido grupo de música sinaloense, en esa misma plaza emblemática.
El mandatario de 70 años también aprovechará el mes para recorrer el país junto a la presidenta electa, Claudia Sheinbaum. “Me está mostrando los avances, lo que falta y me pregunta qué opino”, ha dicho ella sobre la gira.
Pero además de despedidas, en septiembre se esperan noticias de gran calado.
Este mes será el único momento del sexenio que termina en el que AMLO, su partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y los socios de este – PT y PVEM- tendrán mayorías legislativas: ostentan dos tercios en la Cámara de Diputados y están a tres escaños de tener lo mismo en el Senado.
Con eso, Morena espera aprobar gran parte de las 18 reformas constitucionales que el Ejecutivo presentó en febrero, entre las cuales están la del Poder Judicial y el traspaso de la Guardia Nacional del poder civil al poder militar, ambas polémicas.
“Últimamente en las giras hay muchos sentimientos”, dijo AMLO en estos días sobre sus despedidas.
“Yo ya no me voy a dedicar a la política, pero ya nos vimos bastante tiempo, nos vamos a seguir queriendo, es como decía el gran cantautor Juan Gabriel: ‘es amor eterno’”.
Reformas constitucionales
Toda la atención está centrada en la reforma al Poder Judicial, una de las máximas prioridades del aún presidente.
El plan contempla elegir a jueces, ministros y magistrados por voto popular, crear un órgano de control desligado de la Corte Suprema, reducir el tamaño del máximo tribunal del país y acotar los tiempos establecidos para resolver casos fiscales y penales.
La propuesta ha sido criticada por múltiples organismos porque, sostienen, atenta contra el Estado de Derecho.
Un informe del Diálogo Interamericano, un think tank con sede en Washington, y la Universidad de Stanford, por ejemplo, aseguró que los cambios que implicaría son “una amenaza directa a la independencia judicial, ponen en peligro los derechos de las minorías y son contrarias a los estándares internacionales sobre la independencia e imparcialidad del poder judicial”.
AMLO, sin embargo, rechaza querer cooptar con ello la Justicia, dice que su propósito es “agilizar y democratizar” los procesos judiciales y ha tachado las críticas, algunas de las cuales salieron de boca del embajador estadounidense en México, Ken Salazar, como “injerencia”.
El Poder Judicial mexicano lleva décadas sin reformarse, es considerado uno de los más lentos e ineficientes del hemisferio y quedó marcado por una cultura de politización tras décadas de gobierno del Partido Revolucionario de México (PRI).
La reforma se plantea después de varias pujas entre AMLO y la Justicia a cuenta de los amparos y los recursos ciudadanos; es decir, de mecanismos legales con los cuales pudieron truncar varias de sus iniciativas.
Miles de funcionarios del Poder Judicial entraron en paro la semana pasada para protestar en contra de un plan que, por un lado, ven como ataque frontal, como un “capricho”, y por el otro los puede dejar sin empleo, porque parte de la idea es someter a voto popular el puesto de cerca de 2.000 altos cargos judiciales.
Pero el lunes la reforma superó su primer obstáculo en el Congreso, cuando una comisión clave le dio la luz verde, allanando así el camino hacia su aprobación.
Y es que, según el reparto aprobado la semana pasada por el Instituto Nacional Electoral (INE), el bloque oficialista no solo supera el requisito de la mayoría calificada para la aprobación de enmiendas a la Constitución en la Cámara de Diputados y está cerca de ella en la de Senadores.
En el peor de los casos, el partido oficialista y su fuerza aliada alcanzarían mayoría absoluta, no calificada, en el Senado, lo que implicaría que Morena tendría que pactar en la cámara alta para sacar adelante el Plan C o cualquier otra reforma constitucional.
Asimismo, la oposición queda lejos de tener un tercio del Congreso, requisito necesario para impugnarlas ante la Suprema Corte mediante acciones de inconstitucionalidad.
Una discusión más amplia sobre el sexenio
La reforma, pues, tiene antecedentes. Eso impide leerla como un mero hecho judicial. De hecho, es parte de un paquete llamado Plan C, debido a que los planes A y B fracasaron.
Entre las 18 reformas planteadas también hay propuestas para aumentar la pensión a los jubilados, transformar entidades autónomas del Estado, fortalecer el sistema de salud público y reducir la cantidad de diputados y senadores plurinominales.
Es, en efecto, mucho contenido, y su discusión en el Congreso estará marcada por lo que piense cada mexicano de un sexenio que, para críticos o adeptos, ha sido histórico y ha dejado a un partido, Morena, como eje central de la política.
“Hay dos anomalías”, dice Vanesa Romero, una abogada y analista política.
“Es raro que un presidente saliente deje el cargo con tanta popularidad como AMLO y es raro que salga con más margen en el Congreso de lo que tuvo en su sexenio”, se explaya.
“Por eso se espera que los congresistas aprueben lo más posible, para que AMLO se vaya contento, y luego vayan no solo tapando huecos sino empezando a reacomodarse en función del mandato de Sheinbaum”.
Alejandro Posadas, también abogado, ve la llamada “ventana de septiembre” como una prueba para la oposición, que quedó debilitada tras las elecciones.
“Lo que pase con los dos o tres votos que le faltan a Morena va a mostrar la capacidad de resistencia y coraje de la oposición”, asegura.
El constitucionalista Andrés Alcántara también cree que septiembre será un mes definitorio: “Todo lo ecuánime que podría ser su sucesora, él no lo va a tener que serlo en el mes que le queda”.
AMLO no solo se va a despedir entre promesas de amor eterno: se va a ir, también, sin desaprovechar un solo día y utilizando todo el poder conseguido.
Va a gobernar hasta el final como lo hizo desde un principio: sin dejar a nadie indiferente.
Texto original de BBC Mundo
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