Las calles silenciosas, las casas blancas y los caminos adornados con hortensias de color rosa pálido de este lugar contrastan con el ruido del traqueteo de los carros de venta ambulante y las paredes de tonos vivos de otras partes de la ciudad.
Ubicada en el este de la capital guatemalteca, Cayalá se ha convertido en poco tiempo en el destino favorito de los más ricos del país.
“Este lugar es fantástico”, dice Isabel, una mujer de unos 70 años, mientras espera sentada a su hijo en una mesa de un café en una de las frescas galerías de techos altos que recuerdan a la época colonial.
Ciudad Cayalá es una urbanización de 21 hectáreas inaugurada en 2011. Se trata de un proyecto residencial privado que cuenta con áreas abiertas y parques accesibles a cualquier persona que los quiera visitar.
Isabel nació en Ecuador, pero hace varios años que reside en Washington D.C., en Estados Unidos. Conoce bien la Ciudad de Guatemala porque vivió en ella mientras su marido ejercía como embajador ecuatoriano en el país centroamericano.
Hace un mes que está en Cayalá buscando una casa para comprar y así alternar sus días de descanso entre sus dos países adoptivos. También para estar cerca de su hijo, uno de los 2.000 residentes de este exclusivo y polémico barrio residencial.
“La primera vez que estuve en Cayalá tuve miedo de sentarme afuera, pero después me di cuenta que este es un lugar seguro, está todo a mano y la gente es muy atenta”, dice mientras mueve con suavidad su mano izquierda en la que lleva un anillo de esmeraldas.
Ciudad de Cayalá ha sido desde hace años el blanco de las críticas que aquellos que creen que no es más que una muestra de la extrema desigualdad que hay en Guatemala, donde el 55% de la población vive por debajo de la línea de pobreza y el 71% está ocupado en el sector informal, según datos del Banco Mundial.
“Este es un lugar que no representa a la mayoría de la población sino solo a un 5% de ella”, le dice a BBC Mundo Elena Ruiz Bejarano, directora del Observatorio de los Derechos de la Niñez de Guatemala.
“En este país, la mayoría de los proyectos residenciales responden a las necesidades de unos pocos y no a las de la mayoría de la población”, asegura Ruiz Bejarano.
Un “paraíso” en la ciudad
Cayalá significa “paraíso” en quiché, una de las lenguas mayas.
En 1913 la familia Leal, una de las más poderosas y ricas del país -propietaria de grandes extensiones de tierra y de importantes empresas privadas- adquirió los terrenos.
Pasó casi un siglo hasta que se empezó a construir.
En 2003 la pareja de arquitectos de Estudio Urbano, Pedro Pablo Godoy y María Sánchez, presentaron a los inversionistas la propuesta de una pequeña “ciudad planificada” en la que todo quedara a 10 minutos a pie.
Las obras, que empezaron en 2010, van por etapas y en la actualidad ya se han levantado cinco barrios privados.
La particularidad de este lugar es que cuenta con áreas abiertas al público, en las que los visitantes pueden pasear sin necesidad de registrarse ni exhibir permisos, lo que la ha convertido en la principal atracción para los visitantes de la zona y los turistas que llegan desde el exterior.
Para el director del proyecto, esta decisión fue una “osadía”.
“Las empresas de seguridad privada nos recomendaban que construyéramos un muro y una puerta. Pero no es lo que hicimos”, le dice Pedro Pablo Godoy a BBC Mundo.
Los visitantes circulan a diario por este barrio que cuenta con decenas de tiendas, clínicas privadas, restaurantes y hasta una iglesia. Incluso Estados Unidos decidió establecer en Cayalá su embajada.
“Lo que buscamos es crear comunidad. Para eso, la escala humana en la arquitectura es un factor clave. Queríamos que todo pudiera hacerse a una distancia de diez minutos a pie”, asegura Godoy.
Marvi, una mujer que vive en Santa Amelia, a unos minutos de Cayalá, dice que el lugar se ha convertido en el centro del este de la capital. “Los que vivimos en zona 16 resolvemos todo aquí”, cuenta mientras espera a que su marido termine de hacer las compras.
Sin embargo, para Ruiz Bejarano, este tipo de proyectos que están al alcance de solo unos pocos no representan un punto de encuentro entre personas de distintas realidades socioeconómicas sino todo lo contrario.
“Si no hay convivencia social con el que es distinto a mí, no hay manera de romper esas barreras sociales”, dice la directora del Observatorio de los Derechos de la Niñez de Guatemala.
Y es que, en última instancia, el ingreso a Cayalá depende de la administración privada del barrio.
En octubre pasado, un grupo de manifestantes que exigían el reconocimiento de la victoria de Bernardo Arévalo en las elecciones presidenciales fue interceptado por guardias armados con el rostro cubierto que evitaron que entraran al lugar.
“La presencia [de seguridad privada] responde al único propósito de prevenir disturbios y daños a la propiedad privada”, informaron desde la administración de Cayalá en un comunicado.
Para los críticos, este barrio residencial no hace más que poner en evidencia las desigualdades sociales que existen en Guatemala.
“Es un espacio que busca dar seguridad y garantía de derechos a una parte mínima de la sociedad. Cayalá ha venido a visibilizar la desigualdad entre los pocos que pueden pertenecer a ella y los que no”, dice Ruiz Bejarano.
Otros consideran que Ciudad de Cayalá es un “elefante blanco”, que poco tiene que ver con Guatemala.
“Es una ciudad que no es realista en los costos para Guatemala. Los gastos de mantenimiento son muy altos, el gasto en energía eléctrica también. Es un elefante blanco difícil de mantener”, le dice a BBC Mundo el arquitecto Carlos Mendizábal, de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Neourbanismo
Cayalá es un proyecto que nace del neourbanismo, una corriente arquitectónica, surgida a principios de la década de 1980 que encuentra en las antiguas ciudades del pasado un modelo ideal para el presente.
Busca crear espacios en los que los edificios de colores claros no tengan más de cinco plantas y las calles sean amplias y soleadas, con un trazado irregular, remates visuales y desniveles.
Para algunos, Cayalá es innovación. Para otros, es un lugar incapaz de reflejar las raíces arquitectónicas guatemaltecas.
“Guatemala tiene arquitectura prehispánica, colonial, modernista, pero no una arquitectura como la que refleja Cayalá”, dice Mendizábal.
El plan maestro de Cayalá estuvo a cargo del urbanista luxemburgués Léon Krier, uno de los grandes referentes del neourbanismo a nivel internacional, el mismo que diseñó Poundbury, en Inglaterra, una ciudad experimental encargada por el rey Carlos III.
A más de una década de su inauguración, las construcciones se expanden por los terrenos vírgenes en busca de nuevos propietarios.
Pero se está abandonando uno de los principios básicos del proyecto, que limitaba la altura de los edificios, que ahora crecen hacia el cielo.
Godoy confirma que las próximas etapas, que implican la construcción de tres nuevos barrios, incluyen edificios que superan las cinco plantas del proyecto inicial, pero aclara que estarán ubicados en “puntos estratégicos”.
Esto ha generado tensiones entre los arquitectos, sobre todo con el propio Krier, quien dijo que la presión para que la ciudad crezca se volvió “insoportable”.
“La construcción de rascacielos, creo, es un acto inmoral”, señaló el arquitecto que tiene como ideal la ciudad europea previa a la modernidad.
El desafío de mantener la escala humana, que es la esencia misma del proyecto, y al mismo tiempo ampliar la oferta para hacer más rentable el negocio inmobiliario, ha puesto a sus arquitectos en una situación incómoda.
“Esta nueva fase empuja los límites del proyecto original. Pero los principios del neourbanismo se mantienen”, asegura Godoy.
La seguridad
El proyecto, además de estar diseñado con una filosofía urbanística clara, está pensado también desde el punto de vista de la seguridad.
En un país en el que las tasas de homicidios están entre las más altas de América Latina, Cayalá se presenta como una “zona protegida”.
El barrio está controlado por un riguroso sistema de vigilancia que, a primera vista, resulta imperceptible. Pero a medida que uno pasa más horas en el lugar, puede empezar a detectar los hilos que lo sostienen.
Las decenas de empleados de seguridad, las cámaras en cada esquina y las rejas que dividen las zonas públicas de las residenciales hacen su trabajo.
“Este tipo de construcciones, que son una especie de colonias cerradas, no hacen más que incentivar que las personas que habitan en ellas no quieran salir del lugar”, cuestiona Ruiz Bejarano.
Lo cierto es que en Guatemala, no solo los más ricos recurren a la seguridad privada. En muchos barrios se pueden ver hombres vestidos de civil con armas largas custodiando hasta los comercios más humildes.
“Todos los centros históricos de Latinoamérica son peligrosos en ciertas áreas. Y Cayalá no es una excepción. También esta es una zona que padece la inseguridad”, dice Mendizábal.
“No es Guatemala”
Cuando a Léon Krier le acusan de haber diseñado en Cayalá un “gueto para ricos”, se defiende diciendo que la propuesta de abrir espacios privados al público es más bien todo lo contrario, un intento por generar puntos de contacto entre distintos estratos sociales.
“Es una inversión privada que busca un cliente de clase alta pero puede entrar cualquiera. Insistí particularmente a los promotores en que el barrio tuviera sus puertas abiertas a todo el mundo porque sino la sociedad explota”, le dijo Krier a la revista Expansión.
Godoy responde a las críticas diciendo que este modelo de urbanización podría pensarse para barrios de menores recursos.
“Este no es un modelo que pretende ser elitista. Es un modelo que puede replicarse para todo tipo de vida. Es un modelo replicable para cualquier clase social, porque todos tenemos las mismas necesidades”, dice.
En una sociedad en la que el 1% de las personas más ricas tienen los mismos ingresos que la mitad de la población, según datos de Oxfam, que exista Cayalá puede ser leído más como un síntoma que como el origen del problema.
“Hay diferentes Guatemalas para diferentes personas”, dice Glenda, una publicista guatemalteca que considera que Cayalá es tan auténtica como el centro histórico de Ciudad de Guatemala.
Mientras la tranquilidad impera en Cayalá, a unos pocos kilómetros, en el Paseo de la Sexta -la calle peatonal más transitada de la capital- la agitación lo envuelve todo.
Dos realidades distintas, que coexisten en un mismo espacio y que apenas se tocan.
Texto original de BBC Mundo
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