Con el 95 % de discapacidad debido a la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que le diagnosticaron hace tres años, Paola Roldán busca que la Corte Constitucional (CC) le permita morir de forma «digna» lo que, de concretarse, podría abrir la posibilidad para legalizar la eutanasia en Ecuador.
A sus 42 años, Paola «solo puede mover los músculos de la cara, los ojos. El cerebro le funciona absolutamente perfecto, pero no tiene ninguna movilidad en ninguna parte del cuerpo», explicó a EFE Ramiro Ávila, uno de sus tres abogados.
Paola respira gracias a una máquina y recibe alimentación parental en el lecho de una cama hospitalaria instalada en su casa.
«Ella tiene una claridad y una lucidez sentimental y espiritual que pocas veces he visto», dijo Ávila al apuntar que, gracias los procesos espirituales que ha tenido, Paola «dejó de pelear con la muerte y dejó de enojarse con su cuerpo».
Según el letrado, Paola está «reconciliada con su cuerpo, con la vida, con la muerte», y quiere escoger «una situación de paz, de amor, de tranquilidad y despedirse» de sus seres queridos, entre ellos, su pequeño hijo Oliver, y su esposo.
Ávila apuntó que la ELA es una enfermedad «muy poco conocida», que hay gente que muere entre los 6 meses y 5 años, y según el informe médico presentado a la Corte Constitucional, Paola podría vivir «entre 6 y 8 meses».
Un día de agosto de 2020, Paola hacía yoga cuando uno de sus brazos colapsó y cayó al suelo; luego tuvo dificultades para manejar su mano y tomar objetos tan rutinarios para una madre como el biberón de su bebé.
Después caminaba con dificultad y los médicos en Ecuador le hablaban de exceso de actividad, ejercicio y estrés. En Estados Unidos le diagnosticaron la ELA, y entonces Paola se aferró a todo.
«Magia, espiritualidad, medicina tradicional, medicina occidental y a todo lo que la gente le decía que la podía curar», pero nada funcionó, relató el abogado al anotar que Paola está consciente de que si no hubiera tenido un apoyo de su familia, que tiene recursos económicos, «posiblemente hubiera muerto por negligencia».
Por ello, Paola quiere resaltar que esto es un problema de salud pública, que ocurre con más frecuencia de lo imaginado pues, tras hacer público su caso, le han llegado testimonios de gente que ha padecido una enfermedad similar o ha perdido un familiar por falta de asistencia médica.
El próximo lunes 20 de noviembre, la Corte Constitucional instalará la audiencia para tratar la demanda de inconstitucionalidad presentada por Roldán.
La demanda se centra en el artículo 144 del código penal ecuatoriano, y busca la legalización de la eutanasia como un medio para que Paola y otras personas con enfermedades y lesiones graves e incurables ejerzan su derecho a una muerte digna.
Paola necesita la autorización legal para tener una «muerte por piedad», porque si alguien le asiste para la muerte, podría enfrentar una pena de hasta trece años, explicó Ávila.
Si bien Paola está reconciliada con su situación, tiene «pavor a la forma» de fallecer pues, en su caso, la muerte natural podría ser por asfixia o por algún episodio que sea particularmente doloroso, incluso con cuidados paliativos.
«Ella no quiere tener nubes en su cabeza. Quiere tener absoluta claridad mental al momento de la muerte», expuso su defensa.
Paola quiere intervenir personalmente en la audiencia para «hablar con las personas que pueden reconocer, o no, su derecho para un final feliz o dramático», manifestó Ávila, quien espera una sentencia en un mes máximo, porque la situación «es urgente».
El hijo de Paola trepa con regularidad a la cama de su madre. «No puede soportar mucho tiempo el peso del niño. Hay que ayudarle para que abrace al niño y luego hay que quitarle el abrazo», relató Ávila.
Pese a la intensidad, el dolor físico es hasta tolerable, pero «lo emocional» le es angustiante, comentó el abogado al rememorar una reciente enfermedad del pequeño y la impotencia de la madre postrada en la cama, sin poder asistirlo.
El pasado sábado, una gran fiesta festejaba el aniversario de Oliver, un niño de una «madurez increíble», que estuvo absolutamente todo el tiempo junto a su madre, quien estuvo feliz de poder celebrar el cuarto cumpleaños de su pequeño… quizá el último al que asista Paola, pero no el último en el que estará «presente».
Y es que Paola ha comprado 40 regalos para que le entreguen, año a año, a su hijo en los siguientes cumpleaños y en momentos especiales de su vida, como cuando saque su licencia de conducir, o cuando tenga algún momento espiritual, pero su mayor legado será su infinito amor por la vida y su inclaudicable lucha por una muerte digna. EFE
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