Aunque el futuro es impredecible y no hay forma de adelantarse a devenires ciertos, la historia nos enseña que la voluntad y esfuerzo de los seres humanos son fundamentales a la hora de ganar ciertas batallas. Las tensiones actuales entre el estado de la civilización y la biotecnología trans política, que crece de manera exponencial, configuran una plataforma de destino al que pocos se resisten en la búsqueda de la inmortalidad, la felicidad y la divinidad, como ha señalado J.N. Harari en Homo Deus (2017).
En 21 Lecciones para el siglo XXI (2018), Harari se acerca a las principales fuerzas que modelan las sociedades y la posibilidad de que influyan integralmente en el planeta; esto es: los desafíos tecnológico y político, el terrorismo y la guerra, Dios y el laicismo, los conceptos de verdad y posverdad, la resiliencia y la educación. Su propuesta es conectar las revoluciones de la época con la vida interior individual y colectiva, en tiempos de enfrentamiento con dos desafíos mayores: la biotecnología y la infotecnología.
La fusión de ambas podría dejar fuera del mercado laboral a millones de humanos, ya que los algoritmos de macrodatos crearían dictaduras digitales en las que el poder se concentraría en una élite minúscula y representaría una amenaza a la libertad e igualdad. Por tanto, el autor sostiene que es imprescindible la cooperación global, amenazada por el nacionalismo, la religión y la cultura que fragmentan a la humanidad.
En este sentido, Harari se pregunta si se puede usar la inteligencia artificial para crear una comunidad global que salvaguarde la libertad y la igualdad humanas o habría que invertir el proceso de globalización y volver a empoderar el estado nación. O incluso regresar a la sabiduría de las antiguas tradiciones religiosas.
Aun así, la promesa de la integración humana en condiciones de su desintegración convoca el uso de la inteligencia artificial para la “ingeniería social planificada centralmente a escala global” (p.110). Harari adelanta que, si este emprendimiento es exitoso, se reconocerá a los algoritmos como los nuevos líderes de las redes sociales humanas. Si fracasa, evidenciará su incapacidad para resolver problemas sociales, por lo que acudiremos nuevamente a políticos y sacerdotes.
Pero “las comunidades físicas tienen una profundidad que las comunidades virtuales no pueden igualar” (p. 110); por tanto, un reto para Facebook será crear un puente entre lo conectado y lo desconectado. Google Glass, los sensores biométricos o las interfaces cerebro-ordenador juegan ya un papel relevante en el tema.
Dentro de un siglo o dos, la combinación de la biotecnología y la IA podría resultar en características corporales, físicas y mentales que se liberen por completo del molde homínido. Hay quien cree incluso que la conciencia podría separarse de cualquier estructura orgánica y surfear por el ciberespacio, libre de toda limitación biológica y física. Por otra parte, podríamos asistir a la desvinculación completa de la inteligencia y la conciencia, y el desarrollo de la IA quizá diera como resultado un mundo dominado por entidades super inteligentes pero absolutamente no conscientes. p. 144)
Si bien no se puede negar los beneficios de la aplicación de la tecnología en varios campos, no están muy claros los fundamentos éticos que la respaldan, tanto que es preocupante el hecho de que el propio sujeto se ubique en un espacio ovejuno, bajo el comando de élites tecnocráticas (incluyendo la política) que buscan el lucro más allá de los aportes en juego. Los grupos poderosos prometen liberar a los individuos del sufrimiento de estar en el mundo, de su insoportable carga de libertad, del hartazgo de sí mismos, de la fragilidad ante la muerte y conciencia de su propia finitud.
Lo desconcertante es, como diría J. Peteiro en el prólogo del libro Inconsciente 3.0 (Dessal, 2019) que “no se precisan cadenas si uno es feliz en su estado miserable, y abundan fármacos y coaches para ello” (p.13). Gustavo Dessal lo describe así:
El transhumanismo es quizá el mejor exponente de esta posición radical, que concibe el advenimiento de la inflexión en la historia de la humanidad al que Vernon Vinge denomina singularidad tecnológica, seriamente debatido y cuestionado (…) La singularidad tecnológica es una suerte de visión posmoderna del milenarismo tradicional, que augura la llegada de un acontecimiento mesiánico bajo la forma de una inteligencia artificial que habrá de superar a la de los seres humanos. (…) lo serio de este discurso es el hecho de estar auspiciado y promovido por inmensas fortunas que han apostado a conquistas tales como la curación de todas las enfermedades y la realización del sueño de la inmortalidad.
La importancia del transhumanismo no reside simplemente en que sus apuestas sobre el futuro lleguen o no a cumplirse, sino en que las metáforas que emplea ejercen un extraordinario poder, ya que construyen un modelo de pensamiento determinista según el cual la tecnología es la expresión del destino que indefectiblemente tendrá lugar, y cuya realización sigue un curso que ya no está gobernado por leyes humanas ni tampoco divinas. Esas metáforas convierten a la tecnología en un orden autónomo, que sigue su propia trayectoria y avanza hacia su cumplimiento definitivo, diseñando un horizonte de felicidad universal gestionada por la inteligencia artificial. (pp. 22-23)
A propósito de lo que podría traer lo que algunos filósofos y escritores han llamado el neohumanismo, el francés Michel Houellebecq aborda el tema en formato de novela en La posibilidad de una isla (2019), uno de sus siempre provocativos textos.
Daniel 1, el protagonista, tiene descendientes genéticos que son sus clones; Daniel 25, por ejemplo, vive aislado, como un anciano, ya que nacerá en un cuerpo de 18 años: “La clonación no es más que un método primitivo, directamente calcado del modo de reproducción natural; el desarrollo del embrión no aporta nada, salvo la posibilidad de malformaciones y de errores” (p. 237).
Pero ¿cómo fue posible la clonación de los humanos? Daniel 1 lo explica, a partir de la promesa que hace el Profeta a la secta elohimita, que busca con ansias la inmortalidad:
Al contrario que las calculadoras clásicas, los autómatas de cableado difuso son capaces de establecer conexiones variables, evolutivas, entre unidades de cálculo adyacentes; por lo tanto, son capaces de memorización y aprendizaje. A priori, no hay límite para el número de unidades de cálculo que pueden enlazarse, y por lo tanto, tampoco hay límites para la complejidad de las redes. En esa fase, la dificultad, y es considerable, consiste en establecer una relación biyectiva entre las neuronas de un cerebro humano, en los primeros minutos tras el fallecimiento, y la memoria de un autómata no programado. Como el ciclo de vida de este último es poco más o menos ilimitado, la siguiente etapa consiste en reinyectar la información en sentido inverso, hacia el cerebro del nuevo clon; es la fase de downloading, que no presentará, estoy seguro, ninguna dificultad particular una vez que se haya perfeccionado el uploading. (p. 121)
Los neohumanos no pueden ser felices, se dedican a hacerle miserable la vida a otros, como la suya. Las risas ya no existen en Daniel 24. Tampoco las lágrimas, aunque este proceso fue más lento en extinguirse: Daniel 9 lloró en la muerte de su perro Fox. Ahora estaba solo y sabía que había conocido el amor, puesto que estaba conociendo el sufrimiento.
Las producciones literarias y artísticas habían desaparecido; de igual manera los sistemas filosóficos y teológicos. Ya nada conmovía o apasionaba. La piel lampiña y mal irrigada denotaba ausencia de caricias, “la crueldad y la compasión ya no tienen mucho sentido en las condiciones de soledad absoluta en las que se desarrollan nuestras vidas” (p. 57). La tecnología, en cambio, inspiraba respeto.
Era una época de la Primera Reducción, cuenta Daniel 24, en que el deshielo llegó al final y los 14 mil millones de habitantes se redujeron a 700. La Segunda Reducción que ocurrió en la Gran Desecación continúa, será larga y se espera la llegada de la Tercera Reducción que será definitiva. Por ello, el Retorno de lo Húmedo ilustraría la llegada de los Futuros.
La Hermana Suprema, una de las profetas en la novela, asevera que las condiciones de la desgracia permanecerán mientras las mujeres den a luz, ya que no puede haber soluciones sin limitar la densidad demográfica. La humanidad había perdido la oportunidad a inicios del s. XXI con el despoblamiento en Europa (baja de natalidad) y África (epidemias y del sida), con políticas para la inmigración masiva. Por tanto, era responsable de las guerras religiosas y étnicas que originaron la Primera Reducción.
En países como España, Polonia, Irlanda, una fe católica profunda, unánime, masiva, había estructurado la vida social y todos los comportamientos desde hacía siglos, determinando tanto la moral como las relaciones familiares, condicionando todas las producciones culturales y artísticas, las jerarquías sociales, las convenciones, las reglas de la vida. En cuestión de unos pocos años, en menos de una generación, en un tiempo increíblemente breve, todo eso había desaparecido, se había evaporado en la nada. (…) ya nadie creía en Dios (…) sin un verdadero debate siquiera (…) Quizás las creencias espirituales humanas distaran de ser ese bloque macizo, sólido, irrefutable que uno se suele representar; quizás, por el contrario, fueran lo más fugaz, lo más frágil, lo más rápido en nacer y morir que había en el ser humano. (p. 320)
Según Daniel, los neohumanos, al igual que los humanos, no habían logrado despojarse de su condición de individuos ni de su sordo desamparo; pero sabían que algunos humanos preferían la soledad para alejarse del grupo y descubrir otras leyes, otros grupos. Pero los neohumanos, “imbuidos de muerte y modelados por ella, ya no tenemos fuerzas para adentrarnos en la Presencia (…) Ahora que ya no queda grupo alguno, que todas las tribus se han dispersado, nos sabemos aislados pero semejantes y se nos han quitado las ganas de unirnos” (p.128).
Para Daniel 25, al igual que los antepasados humanos, los neohumanos eran máquinas pensantes, pero la diferencia constituía en la conciencia de reconocerse solo como máquinas: “continuaría mi oscura existencia de mono mejorado (…). La felicidad no era un horizonte posible. El mundo nos había traicionado. El futuro estaba vacío” (p.439).
Sobre el consumo obsesivo, el individualismo extremo, la fragmentación social, el miedo a envejecer, el terror a morir o el culto al placer, a los que los personajes de Houellebecq se ven arrastrados, Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis destinan un capítulo del libro Ceguera Moral, a comentarla, observando que esta es la “novela de anticipación del siglo XXI (…) mostrando dónde acaban las utopías cuando se convierten en realidad” (p.243); “una teoría sociológica sobre la muerte de la sociedad” (p.247):
(…) el nuevo determinismo, la incapacidad de creer que las personas racionales, críticas y liberales pueden cambiar la dirección de una civilización. En La Posibilidad de una isla no hay insurrección, rebelión, desacuerdo o defensa de opiniones diferentes. En este mundo tampoco hay personas que protesten o disientan y que hayan decidido convertir su experiencia individual en una experiencia pública y política, es decir, no hay intelectuales. Solo queda un humor maligno e irritado, una forma de odio disfrazado, y también una empresa útil y lucrativa (…). (pp. 249-250)
Nuestra época se caracteriza por el determinismo, el fatalismo y pesimismo, la ausencia total de alternativas. Solo pervive el amor al propio destino, no importa cuál sea. (…) desde una estructura total y unificada a un fragmento, de una forma de racionalidad nacional a una racionalidad individualizada, de la modernidad sólida a su fase líquida. (p. 251)
Señalan Bauman y Donskis que el breve amor de Daniel por Esther y su afecto por el perrito Fox habían sido la esperanza. Y sin amor, sin la socialización, la humanidad no se escucha y puede precipitarse a su autodestrucción; sin embargo, el ciclo determinado de las relaciones humanas (nacer, crecer, marchitarse y morir) puede acompañarse con la compasión: “la esperanza radica en el hecho de que haya alguien que rompa y venza ese ciclo: un amigo o un ser amado. La superación del ciclo viviente de las relaciones humanas y de su desaparición constituye la propia esencia del amor y la amistad” (p. 257).
Comentarios
Quizá la mejor forma de imaginar el escenario de la vida neohumana de Houellebecq es reflexionar sobre las preguntas planteadas por Bauman, que aquí resumo (pp. 257-258):
Y ¿si logramos nuestro sueño presente de una existencia libre de temor, superando la fortaleza más indomable, prohibitiva e inconquistable del miedo: la mortalidad humana?
Y ¿si la larga marcha de nosotros, los modernos, hacia una vida libre de inconveniencias, incomodidades, turbaciones y preocupaciones alcanzara su horizonte?
Y ¿si el proyecto de convertir el mundo en más hospitalario se abandona irrevocablemente y aseguramos vivir [sin] preocupaciones en un mundo feroz, despiadado, raro y alienado?
Y ¿si ya no necesitáramos ensuciarnos más las manos porque nos hubiéramos limpiado el grasiento hollín de la responsabilidad respecto a todo salvo nosotros mismos?
Y ¿si los esfuerzos para aislarnos de fuentes de ansiedad, en lugar de afrontarlas, lograran sus objetivos latentes o manifiestos y el Lebenswelt de los neohumanos se emancipara de la plaga de vecinos molestos, desconocidos entrometidos, antagonistas?
Referencias
Bauman, Z. y Donskins L. (2017). Ceguera moral. 3a. impr. Barcelona: Paídós.
Dessal, G. (2019). Inconsciente 3.0. 2a. ed. España: Xoroi Edicions.
Harari, J.N. (2017). Homo Deus. 7a.reimpr. Barcelona: Penguim Random House.
Harari, J. N. (2018). 21 lecciones para el siglo XXI. 2a. reimpr. Bogotá, Penguin Random House.
Houellebecq, M. (2019). La posibilidad de una isla. 1a. impr. Bogotá: Penguin Random House.
Peteiro C., J. (2019). En: Dessal, G. Inconsciente 3.0. Prólogo. 2a. ed. España: Xoroi Edicions.
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