¿Odia a Lasso? ¿Es fanático de Correa? ¿Cree en Leonidas Iza? El odio, el fanatismo y la fe son cualidades del autoritarismo pues alimentan poderosos sesgos cognitivos.
El sesgo de confirmación es la tendencia del cerebro a buscar información que respalde los puntos de vista personales, con este fin se ajustan las evidencias, de manera que coincidan con las expectativas o creencias.
Vamos por la tercera línea y usted, lector, está pensando que no le ocurre. Puede que esté bajo el “efecto del ego” que consiste en una falsa seguridad sobre sí mismo que evita aceptar críticas. La ideología sumada al sesgo de confirmación conduce a una situación de suma cero, es decir, que debe ganar un grupo y perder el otro.
Como la ideología no tiene que ver con la verdad, cuando usted defiende a un líder populista, sin reconocer información que cuestiona sus creencias, por el sesgo de confirmación, inmediatamente elabora argumentos contrarios con información que le viene a la mente, en general, tomada del discurso que usted defiende.
A esto se denomina sesgo de disponibilidad, la tendencia a ver las cosas distintas a como son, por experiencias cercanas, por ejemplo, la gente que votó no en la pregunta: ¿Está de acuerdo con permitir la extradición de ecuatorianos que hayan cometido delitos relacionados con el crimen organizado? De la consulta del 29 de noviembre de 2022, lo más probable es que lo hizo porque quería rechazar el gobierno de Lasso, aunque en realidad estaba apoyando a los narcotraficantes.
Para Norberto Bobbio, las ideologías radicales son autoritarias porque asumen que sus creencias son verdaderas, superiores, valiosas por sí mismas y que quienes las cuestionan lo hacen por maldad o ignorancia, entonces se justifica imponerles la verdad, por la fuerza.
¡ZAS! ACTO SEGUIDO VOTAMOS POR UN POPULISTA RADICAL QUE CONFIRME NUESTROS SESGOS SOBRE EL MUNDO, QUE, ADEMÁS, SON VALIDADOS POR EL GRUPO.
La psicología social explica que un grupo puede funcionar como una persona; ocurre porque el cerebro puede apagarse moralmente para dejar de pensar como individuo y asimilar las ideas del grupo como propias. Si las ideas nacen de un líder radical, el grupo se vuelve autoritario, como si fuera una sola persona.
Para colmo de los males, si el líder autoritario es elegido democráticamente, a nuestro cerebro le cuesta aceptar que sea malvado. Un señor llamado Milgram realizó varios experimentos en los que demostraba que, aunque las personas consideran que son individuos que pueden decidir por sí mismos; en una situación jerárquica entran en lo que denominó “estado agente”, donde el individuo se ve como operador de la autoridad y deposita su responsabilidad en la jerarquía, es como decirse a uno mismo: nada puedo hacer, él es la autoridad, cuando en realidad si el líder tiene autoridad es porque yo sé la concedo.
El dulce encanto que tiene el autoritarismo proviene de lo que Zimbardo denomina el efecto Lucifer, nuestra capacidad humana para aceptar el daño a otros. Recuerde que quien no hace nada por proteger a alguien, pudiendo hacerlo, es culpable por omisión. Si usted, lector, ve que su líder, por ejemplo, persigue a un periodista y calla porque defiende la ideología, porque considera que se lo merece o que no es su problema, pues es culpable por omisión.
Una de las características más patéticas y crueles de la humanidad, es la tendencia a pensar que otros seres humanos se merecen lo que les ocurre. La personalidad autoritaria sabe aprovechar la naturaleza humana para justificar el enfrentamiento y promover el castigo a los imaginarios, causantes del mal. El líder populista siempre aparece como solución, a pesar de ser la causa. El odio a la democracia es un clásico ejemplo de manipulación social, pues tiene la ventaja de convocar a todas las fuerzas radicales.
La izquierda radical aborrece la democracia porque es capitalista; los movimientos sociales la consideran un instrumento de la burguesía; las feministas como un medio del machismo patriarcal dominante; la extrema derecha también la odia, pues impide la libertad individual, el enriquecimiento personal y promueve un Estado inútil y obstruccionista. Pero nadie se hace responsable de que la democracia funcione, echarla abajo no produce un sistema mejor.
Cuando se gobierna en base al enfrentamiento social manipulando las emociones básicas como el odio, el resentimiento y el miedo con las cuáles es muy sencillo utilizar los sesgos cognitivos para justificar el autoritarismo. Las sociedades divididas no pueden superar la violencia, desgranan las instituciones y empoderan al crimen organizado.
Recuerde, los líderes que confrontan, que promueven castigos, que le dicen que se necesitan acciones radicales, transformaciones totales, asambleas constituyentes, que prometen que Ecuador será de nuevo una isla de paz, son falsos. La seguridad solo es posible si somos conscientes de nuestros sesgos, fragilidades y mezquindades humanas y decidimos ponernos de acuerdo.
De los políticos olvídese, los miserables que provocaron esta situación se vuelven a candidatizar, evite votar por los mismos.
Texto original publicado en Plan V.
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