Aunque suene inverosímil pensar que en pleno siglo 21 haya quienes viven a escondidas no sólo su sexualidad sino su vida afectiva y social, no son pocos los casos de homosexuales que permanecen en el closet.
Las nuevas generaciones parecen estar libres de todo rigor social. Vivir en el armario es más un recuerdo amargo de quienes nacieron en las décadas de los 70 y 80, o antes. Sin embargo, hay algunas culturas que todavía castigan las relaciones entre personas del mismo sexo, no sólo en forma legal sino socialmente.
Para Gabriel J. Martín, especialista en psicología afirmativa gay, permanecer en el armario puede convertirse en una vida bastante desastrosa. “Si alguien que nunca ha estado en esa situación sólo por un día la probará se daría cuenta de lo injusto que es este mundo con la mayoría de personas LGBTQ”, afirmó en entrevista con Infobae.
Vivir las relaciones sexoafectivas en el closet es el peor de los infiernos que sólo alguien que haya sobrevivido a ello podría describir. “No se trata solo de con quien te acuestas sino de quién te enamoras, de con quién quieres vivir y compartir un proyecto de vida”.
Los hombres y mujeres que se sienten atraídos o tienen un vínculo con personas de su mismo sexo en la clandestinidad no sólo tienen problemas para vivir su sexualidad, es decir tener relaciones sexuales. Según explicó Martín, autor de cinco libros sobre sexualidad gay, los homosexuales “indoor” tienen problemas más complejos porque no tienen la posibilidad de “mostrarse tal y como son”.
“Tienen problemas para ir con sus parejas por la calle, para pedir permiso porque se han casado y no han salido del closet en su empresa y no pueden decir que les corresponde un permiso pues por matrimonio. Tienen problemas en aquellos Estados donde no se reconoce el matrimonio igualitario, problemas para poder compartir los datos de una vivienda, o heredar si se muere su pareja. Es decir estamos hablando de cosas mucho más graves que con quién tienes una relación sexual”.
Baja autoestima
Una autoestima sana permite a los seres humanos tener mayor seguridad en el día a día, relacionarse mejor con sus pares, aceptarse, conocerse y actuar con motivación. Sin embargo, una persona gay puede carecer de todos estos beneficios cuando no puede vivir sus relaciones en forma libre.
El mensaje que prevalece en las sociedades homofóbicas es que los sentimientos de un homosexual están “devaluados” y que no tienen la misma validez que los de una persona heterosexual.
“Si mi familia, mi país, la sociedad en la que estoy creciendo me está diciendo que mis sentimientos no merecen ser mostrados en igualdad de condiciones que los sentimientos de una persona heterosexual, estoy recibiendo mensajes que me devalúan, que me dicen que yo por el hecho de ser homosexual, no tengo los mismos derechos que los demás”, explicó Martín.
Estos condicionamientos terminan por afectar la autovaloración de la persona “y si alguien pequeñito está creciendo con la idea de que él vale menos que los demás evidentemente va a tener más dificultades para relacionarse de forma asertiva y va a ser mucho más inseguro”.
Este mismo criterio aplica para quienes son criticados o corregidos en su entorno por tener comportamientos amanerados o “tener pluma”. Quienes crecen y viven bajo este tipo de circunstancias –explicó Gabriel– “no tienen derecho, ni siquiera, a su libertad de expresión. Ese es uno de los derechos humanos básicos y se los están negando. Eso es muy cruel”.
Soledad
Ubuntu es un concepto filosófico ancestral africano que destaca la importancia de las relaciones sociales para el buen desarrollo de los individuos. Algunas interpretaciones se refieren a esta corriente como “soy porque nosotros somos”, es decir: la existencia de una persona está vinculada al reconocimiento del otro.
Así mismo, todas las corrientes relacionadas al desarrollo humano hacen hincapié en la importancia de las relaciones interpersonales sanas, profundas e íntimas para el óptimo desenvolvimiento de la persona.
Este es otro aspecto que, según el autor de “Quiérete Mucho Maricón”, se ve afectado cuando no se vive libremente la orientación sexual.
“No puedes hablar nunca de tus intimidades. No puedes contarle a alguien que acabas de conocer a una persona que te hace ilusión. No puedes hablar de cosas que son normales. Y si no puede hablar de esto nunca no podrás tener una relación íntima, duradera, vincular, profunda con los demás”, explicó Martín. “Con lo cual los demás van a ser simples desconocidos siempre y no vas a tener un vínculo profundo”.
Esto termina generando que las personas se sientan profundamente solas, “y eso, la soledad, es tan pesada como la depresión”.
Ansiedad
Sensación de peligro inminente, taquicardia, presión en el pecho y sensación de falta de aire son algunos de los síntomas que describen quienes han padecido ataques de ansiedad, otra de las consecuencias que puede experimentar quien se cohíbe de vivir sus vínculos sexoafectivos libremente.
Según los detalles aportados por el especialista en psicología afirmativa, especialmente quienes han sufrido bullying homofóbico desde muy pequeños pueden desarrollar estrés postraumático y después trastornos de ansiedad crónica que se dejan ver en episodios ajenos al tema sexual.
“La gente va sobreviviendo, sobreviviendo, sobreviviendo y de repente un día aparece una complicación en su trabajo o una relación sentimental que se hace específicamente dura, lo que fuera, y terminan apareciendo todos estos problemas muy serios de estrés postraumático”, explicó.
Esta patología va siendo alimentada durante años por un sentimiento de tristeza muy profundo, de rabia también. “Por supuesto, porque indigna que no te reconozcan que eres igual que los demás”.
“Es una tristeza profunda y un miedo gigante a las agresiones, porque en cualquier momento alguien te va a insultar o te va a pegar porque lamentablemente las agresiones físicas se producen y con demasiada frecuencia”, añadió Martín.
La muerte del deseo sexual
La psicología afirmativa gay surgió como respuesta al intento de animar a las personas a dejar de ser homosexuales, cuando todavía el comportamiento se consideraba una enfermedad.
“En lugar de negarla o intentar cambiarla, la directriz que se proporciona es ayudar a la persona a que se afirme en su orientación sexual, a que se recupere lo mejor que pueda de las heridas, del acoso que ha sufrido”, detalló el especialista.
Para Martín, el planteamiento no puede ser nunca cambiar, sino afirmarse. En caso contrario pueden presentarse consecuencias mucho más graves, como ocurre en el caso de las llamadas terapias de conversión sexual que son consideradas formas de tortura por expertos de la Organización de Naciones Unidas.
Sobre estas mismas prácticas la Organización Panamericana de la Salud señaló que no cuentan con justificación médica y representan “una amenaza para la salud y los derechos humanos de sus víctimas”.
“Cuando alguien dice que ha dejado de ser homosexual en realidad ha dejado de ser sexual. A estas personas le aplican técnicas aversivas que van desde tratamientos hormonales, electroshocks o palizas. Son inhumanas absolutamente, dejan a esta persona sin sexualidad. No tiene respuesta sexual, evidentemente no se siente atraído por hombres pero tampoco por mujeres. Estos tratamientos son destructores, lo que hacen es destrozar por completo la sexualidad”, explicó al respecto Gabriel J. Martín.
La bandera del rechazo
Pese a todas estas consecuencias que puede experimentar un ser humano aún hay sociedades y, sobre todo, grupos ultraconservadores que se empeñan en restringir la vida de las personas homosexuales y otros miembros del colectivo LGBTQ+.
Ser gay “indoor” no es un asunto del pasado, porque en la actualidad se registran casos, incluso de jóvenes, que crecen en familias que no han evolucionado y siguen anclados a los paradigmas de hace 50 o 60 años.
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