Muchas de las culturas prehispánicas a lo largo del continente americano consideraban el jaguar (Panthera onca) una divinidad, pero su realidad actual ha sufrido un drástico cambio. La pérdida de hábitat, la cacería y la introducción de enfermedades a través de fauna doméstica han provocado que este felino haya perdido el 55 % de su territorio histórico desde Argentina hasta Estados Unidos. Se considera prácticamente extinto en EE UU, Uruguay y El Salvador, mientras que en Ecuador está catalogada como una especie en peligro de extinción. La cuenca del Amazonas se ha convertido en su gran refugio, donde habita el 89 % de su población total.
Un estudio de investigadores de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), en Ecuador, ha registrado localizaciones de este animal por encima de los 2.000 metros sobre el nivel del mar. Los autores del artículo, publicado en la revista Mammalia, creen que podría ser parte de un “pulso” migratorio anterior no detectado, un fenómeno causado por los humanos en altitudes más bajas o la incidencia del cambio climático.
En 2017 se estableció la red de monitoreo de fauna silvestre en el Corredor de Conectividad Sangay-Podocarpus. Daniel Griffith, investigador del Laboratorio de Ecología Tropical y Servicios Ecosistémicos de la UTPL y coautor del trabajo, forma parte del proyecto para paliar la falta de indicadores en Ecuador. “es frustrante no tener información para alimentar las políticas públicas”, lamenta. El sistema se articula junto a instituciones públicas para el monitoreo efectivo con una baja inversión en el marco del proceso de creación del mismo Corredor. “La propuesta era hacer algo en común con la propia capacidad técnica y científica de la zona”, explica.
Las primeras imágenes que consiguió la red fueron del tapir, el sajino, venados y algunos pequeños mamíferos. No obstante, el sistema descubrió dos registros de jaguar a 2.300 y 2.600 metros en la reserva Tapichalaca (Zamora-Chinchipe) y en el Parque Nacional Río Negro-Sopladoram, respectivamente. Se tratan de altitudes nunca vistas en estos felinos. “El registro de 2.600 metros es una locura, el lugar está rodeado de páramo y bosque de ceja de montaña”, asegura Rodrigo Cisneros, experto en biología de la conservación, ahora en la Universidad Complutense de Madrid y coautor del artículo.
Grifftih, comenta que “puede ser normal que, de vez en cuando, el jaguar se disperse de una zona a otra. Puede ser que esté pasando de la Amazonía a la Costa… Eso sería muy interesante, aunque hasta ahora no lo podemos afirmar. También puede que sea un fenómeno provocado por la expansión ganadera, por lo que estaría buscando refugio en tierras altas. Pero más allá de todas estas especulaciones, los registros ponen en evidencia la necesidad de hacer monitoreo para revelar todas estas novedades”.
En las poblaciones que une la reserva Tapichalaca hace más de 40 años desde que los vecinos vieron un jaguar por última vez, según señala Cisneros. Los paisajes y la biodiversidad sufrieron un gran impacto a causa de la “colonización y expansión ganadera, entre las décadas de los años setenta y ochenta”, añade. Además, aunque no existen registros, los vecinos de estas localidades aseguran que se realizó una gran matanza de jaguares.
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