El mundo de hoy difiere bastante del de algunas generaciones atrás. Y la tecnología parece atravesar gran parte de este cambio. Es que ciertos avances revolucionaron prácticamente todo: las formas de comunicarse y vincularse, de trabajar, de jugar, de estudiar, de informarse. También están impactando sobre la salud, tanto en el acceso como en algunas mejoras que serán claves a mediano plazo. Un bebé nacido en la post pandemia sin dudas vivirá diferente ¿Aumentará su expectativa de vida? ¿Experimentará modificaciones corporales relacionadas con los nuevos hábitos? ¿La pasará mejor o peor?
El Clarín consultó a diversos especialistas para indagar sobre cómo serán a los 50 años los niños de hoy y cómo influirá en ellos la tecnología. Con sus pros y sus contra.
La mala postura y el daño en el pulgar
“Antes los chicos se encorvaban por las mochilas, ahora eso pasó a un segundo plano. Estar frente a la notebook o con el celular hace que se estén doblando más, que tengan más problemas posturales”, advierte Norberto Furman, doctor en Kinesiología y Fisiatría y especialista en afecciones articulares.
Y sigue: “Los cartílagos crecen hasta los 17 años. Superada esa edad, es más dificil enderezar. Después dependerá de su profesión, de cuántas horas pasen trabajando frente a una computadora”.
Pero además de dificultades de postura, que generan dolores de espalda, cuello, migraña y hasta mareos, el uso permanente del smartphone va a ocasionar en las nuevas generaciones tendinitis y rizartrosis del pulgar. “Esto último es el desgaste del hueso del pulgar y de uno de los huesos de la muñeca. Los chicos de hoy van a experimentar esta afección cerca de los 30 años”, comenta.
Explica que “se trata con láser o infiltraciones” y que es probable que mejore pero que siga generando algún tipo de molestias. En otras palabras, que no se termine de curar.
Como contracara a estas complicaciones, señala que existe una evolución notable en cuanto a técnicas de diagnóstico, tratamiento e intervenciones, que está directamente vinculada con la tecnología.
“Estas mejoras influyen positivamente sobre las posibilidades de sobrevida y en la calidad de vida de los pacientes que presentan alguna afección. Y sabemos que los avances continúan, cada vez vamos a tener más chances de solucionar los problemas que vayan a surgiendo”, comparte Furman.
Más pantallas, más miopes
La exposición a las pantallas y el posible daño en la visión es otro de los puntos a considerar. “Esto es una realidad, está pasando. Contrario a lo que se cree, las dificultades no se experimentan por mirar el celular, la tablet, la computadora o el televisor, sino que tienen que ver con pasar menos tiempo al aire libre y con luz natural”, confirma Nicolás Fernández Meijide, oftalmólogo del Hospital Italiano.
“Se está observando en algunos estudios que esto lleva a una mayor incidencia de miopía en menores de 18 años”, comparte. Es decir, dificultad para ver de lejos, a uno, dos o tres metros. “El aumento es una tendencia de las últimas dos o tres décadas”, aporta el oftalmólogo.
“No creo que haya que asustarse por esto. La tecnología en cuanto a tratamientos y cirugías está evolucionando tanto que cada vez va a ser más sencillo revertir complicaciones de este estilo y ni hablar de acá a 50 años”, expresa. Y aclara que “por el momento, no se evidencia daño en la mácula ni en la retina”.
Dice que incluso puede que de acá a un tiempo, se desarrolle algún producto o sustancia para prevenir este trastorno. “Los cambios son constantes, la vida dentro de unos años va a ser muy distinta”, afirma.
Los efectos del estilo de vida
¿Nos vamos a enfermar más en el futuro? Para Julia Ismael, oncóloga clínica y ex directora del Instituto Nacional del Cáncer, hay que prestar atención a los cánceres que tienen relación con factores ambientales. Es decir, a aquellos que están asociados al estilo de vida.
Se refiere puntualmente al crecimiento de casos de sobrepeso y obesidad que, más allá de la cuestión genética, están relacionados con la dieta y la falta de actividad física, y pueden influir en algunos tipos de cáncer.
“Creo que la dieta depende más de un tema económico y de oferta de productos, pero el sedentarismo sí tiene que ver con el uso de la tecnología”, expresa Ismael.
La evolución del sobrepeso y la obesidad se puede observar en las diferentes ediciones de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo. De la última, de 2018, surge que el 33,7% de la población adulta tiene sobrepeso y el 32,4%, obesidad.
Entre los cánceres vinculados a los factores ambientales, destaca el de colon. “La mortalidad por cáncer de colon está subiendo, sobre todo en mujeres, un 2,5% anual desde 2012; y un 0,5% por año en varones. Esto se debe a que la estrategia de prevención y control no es tan conocida”, remarca.
Pero hay otros tipos de cáncer muy frecuentes, como el de mama, que vienen registrando una baja en la mortalidad sostenida de 1,03% anual desde 2002. “Esto está vinculado con la otra cara de la tecnología, con que contamos con mejores estudios y tratamientos, también mayor acceso a la información”, apunta Ismael.
En tanto, comparte que la mortalidad está disminuyendo en los cánceres hematológicos por la utilización de drogas más sofisticadas.
A la lista de buenas nuevas, se suma la baja en el tabaquismo. “Si bien hay varios factores que pueden impactar sobre el cáncer de pulmón, cada vez son menos las personas que fuman tabaco y eso, a la larga, debería manifestarse positivamente en los indicadores”, considera.
A futuro, dice que, con ayuda de la tecnología, más tipos de cáncer se van a transformar en crónicos. Sin embargo, insiste sobre la importancia de fomentar el ejercicio y sostener políticas públicas, como la del etiquetado frontal o ciertas leyes para desalentar el consumo de bebidas azucaradas, para revertir los problemas vinculados al exceso de peso pensando en las nuevas generaciones.
Los efectos del estilo de vida
¿Nos vamos a enfermar más en el futuro? Para Julia Ismael, oncóloga clínica y ex directora del Instituto Nacional del Cáncer, hay que prestar atención a los cánceres que tienen relación con factores ambientales. Es decir, a aquellos que están asociados al estilo de vida.
Se refiere puntualmente al crecimiento de casos de sobrepeso y obesidad que, más allá de la cuestión genética, están relacionados con la dieta y la falta de actividad física, y pueden influir en algunos tipos de cáncer.
“Creo que la dieta depende más de un tema económico y de oferta de productos, pero el sedentarismo sí tiene que ver con el uso de la tecnología”, expresa Ismael.
La evolución del sobrepeso y la obesidad se puede observar en las diferentes ediciones de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo. De la última, de 2018, surge que el 33,7% de la población adulta tiene sobrepeso y el 32,4%, obesidad.
Entre los cánceres vinculados a los factores ambientales, destaca el de colon. “La mortalidad por cáncer de colon está subiendo, sobre todo en mujeres, un 2,5% anual desde 2012; y un 0,5% por año en varones. Esto se debe a que la estrategia de prevención y control no es tan conocida”, remarca.
Pero hay otros tipos de cáncer muy frecuentes, como el de mama, que vienen registrando una baja en la mortalidad sostenida de 1,03% anual desde 2002. “Esto está vinculado con la otra cara de la tecnología, con que contamos con mejores estudios y tratamientos, también mayor acceso a la información”, apunta Ismael.
En tanto, comparte que la mortalidad está disminuyendo en los cánceres hematológicos por la utilización de drogas más sofisticadas.
A la lista de buenas nuevas, se suma la baja en el tabaquismo. “Si bien hay varios factores que pueden impactar sobre el cáncer de pulmón, cada vez son menos las personas que fuman tabaco y eso, a la larga, debería manifestarse positivamente en los indicadores”, considera.
A futuro, dice que, con ayuda de la tecnología, más tipos de cáncer se van a transformar en crónicos. Sin embargo, insiste sobre la importancia de fomentar el ejercicio y sostener políticas públicas, como la del etiquetado frontal o ciertas leyes para desalentar el consumo de bebidas azucaradas, para revertir los problemas vinculados al exceso de peso pensando en las nuevas generaciones.
El cerebro ya se está adaptando a las nuevas rutinas
Máximo Zimerman, doctor en Neurociencias por el Hospital Universitario de Hamburgo, en Alemania, y director médico del Centro Cites Ineco de Argentina, trabaja sobre la neuroplasticidad o la capacidad que tiene el cerebro de adaptarse a nuevas condiciones a través del aprendizaje. Y asegura que “la tecnología vino para quedarse y generar un contexto nuevo”.
Asociado a esto, se está dando una “reorganización cerebral que lleva a que exista un mayor dominio de los miembros superiores para actividades vinculadas a la escritura y al gaming”. El impacto se registra sobre “la corteza motora, que es el sitio que gobierna movimientos voluntarios que tienen que ver, en este caso, con la destreza motora fina del miembro superior. Hay trabajos que avalan esto. Son cambios evolutivos cerebrales para adaptarse a las rutinas actuales”, precisa.
Entre estos cambios, también destaca que muchas personas presentan “falta de motivación y hasta ciertos signos depresivos por la falta de contacto social real”. “Esto tiene que ver con el aislamiento tecnológico: soy amigo de todos pero no estoy cerca de nadie”, afirma.
“El cerebro funciona con base en lo que se usa. ¿Cómo van a ser los niños que nacen hoy? Totalmente diferentes a los que fuimos nosotros. Con necesidades y capacidades distintas. Van a tener otras posibilidades en cuanto al manejo de datos y accederán a conocimientos nuevos”, señala. No quiere hablar de mejor o peor: “Van a ser diferentes. Y el cerebro ya se está modificando en consecuencia”.
Vínculos en la “era de la inmediatez”
La psicóloga Diana Fernández Zalazar, investigadora en Nuevas Tecnologías y Educación y profesora de Informática, Educación y Sociedad de la UBA, explica que las nuevas generaciones no plantean este cambio en términos de grieta porque no conocieron la vida analógica.
“Su realidad es híbrida desde el comienzo, su representación del mundo incluye desde siempre a la tecnología”, explica. La “era de la inmediatez” también los lleva a mantener una interacción veloz y de respuesta rápida.
“Son la generación app, como dicen los investigadores y profesores Howard Gardner y Katie Davis. Solucionan todo con un botón”, apunta Fernández Zalazar. Luego, comenta que “lo que se busca es una pronta gratificación y esto, en algunos casos, genera ansiedad e intolerancia a la frustración. Además, se evitan algunos procesos, también cambia la forma de vincularse, con lo bueno y lo malo que esto puede implicar”.
“Tienen la posibilidad de mantener relaciones a distancia, pero, a la vez, se separan por redes sociales, sin necesariamente ponerle el cuerpo a la situación”, advierte.
La calculadora o el GPS se transformaron en armas de doble filo. “Simplifican y nos permiten dedicar nuestro tiempo a otras tareas, pero, a la vez, nos llevan a saltearnos procesos”, sostiene. Los chicos de hoy, sigue la investigadora de la UBA, desarrollan nuevas aptitudes vinculadas a la tecnología que les van a servir para los trabajos del futuro.
“También se registra un cambio en cuanto al acceso: a la información, a contactarse con gente de otras partes del mundo, a aprender idiomas, a conseguir empleos a distancia. Cuentan con mayor apertura mental, pueden empatizar con situaciones diferentes a las suyas”, agrega.
Para la especialista, los cambios que ya se están dando y que se vienen, suman más de lo que restan: “Lo veo como una oportunidad, son nuevas herramientas que pueden mejorar la calidad de vida. Aunque siempre, en última instancia, depende de cómo las use el ser humano”.
La genética y las posibilidades de vivir más y mejor
Jorge Dotto, médico especialista en Patología Molecular y Genética, va por más y asegura que con un cambio de hábitos, “los chicos que nacen hoy podrían vivir 120 o 130 años”.
“Se están haciendo estudios sobre este tema. Gracias a la tecnología y de la mano de la epigenética ahora sabemos que con ciertos factores externos podemos modificar la expresión de los genes. Esto no solo nos sirve para prevenir enfermedades sino también para aumentar la expectativa de vida”, detalla Dotto.
En parte, tiene que ver con que “recientemente se completó la secuenciación del genoma humano y eso, a mediano plazo, nos va a aportar muchísima información útil en esta misma línea”.
Según el genetista, el sobrepeso y la obesidad no tienen que ver con la tecnología y el sedentarismo. “Está más relacionado con los ultraprocesados y las gaseosas, con lo que estamos comiendo. Pero acá también podría intervenir la tecnología, en este caso, de los alimentos, para cambiar lo que se está produciendo por opciones más saludables”, afirma.
Señala como otro de los grandes hallazgos la posibilidad de realizar exámenes genéticos tanto durante la gestación como a lo largo de la vida.
“Uno de los ejemplos es el caso de la actriz Angelina Jolie, que pudo detectar una mutación del gen BRCA1, asociado a altísima incidencia de cáncer de mama y ovario, que la llevó a someterse a una cirugía profiláctica que cambió, sin dudas, su expectativa y su calidad de vida”, resalta Dotto.
Lo que se viene, y que impactará seguramente en los que están naciendo hoy o incluso en sus hijos, tiene que ver con un intento de reprogramación de los relojes biológicos. “Se van a estimular positivamente determinados indicadores con la intención de frenar el envejecimiento”, cierra.
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