El líder de la izquierda, Gustavo Petro, y el populista de derecha, Rodolfo Hernández, se medirán en la segunda vuelta presidencial en Colombia.
La candidatura de Petro aparecía como claramente favorita; esa condición responde al evidente agotamiento del Uribismo, que ha marcado la política colombiana, desde comienzos del siglo. Los altos niveles de corrupción, una elevada tasa de desempleo y la profunda crisis económica y política que afronta el país, han provocado un clamor por cambios, generalizado entre la población. Diversos sectores que rechazan la violencia, las reiteradas violaciones de los derechos humanos y los intentos del gobierno por imponer una reforma tributaria regresiva, que cargaba sobre la clase media y sectores populares el peso del ajuste económico, provocaron, a mediados del año pasado, enormes movilizaciones, que se prolongaron durante cerca de dos meses. En ellas participaron jóvenes, mujeres, empleados, campesinos y diversas organizaciones regionales. En plena pandemia del COVID 19, a lo largo de todo el territorio colombiano, se registraban las mayores movilizaciones de las últimas décadas.
El rechazo generalizado a la clase política mostraba también un claro cuestionamiento a su permanente rotación en las esferas del poder político.
Así, la gran sorpresa de la primera vuelta de las elecciones fue el rápido ascenso de Rodolfo Hernández, un empresario y ex alcalde de Bucaramanga, sin grandes antecedentes, que logró pasar a la segunda vuelta. Salvando las diferencias evidentes, su meteórica carrera electoral presenta similitudes muy grandes con la que llevó a Guillermo Lasso, a la presidencia de Ecuador.
Su campaña se apoyó sustancialmente en las redes sociales y sobre todo en Tik tok, usando un lenguaje muy superficial y simple, que pretende responder a una población crecientemente fatigada.
Pese a que entre los dos candidatos finalistas hubo 2,5 millones de votos (12%) de diferencia, eso no garantiza los resultados de la segunda vuelta. Como sabemos, los votos no se endosan y el final es difícil predecir; dependerá tanto del comportamiento de los votantes de las candidaturas eliminadas, como del nivel de abstención, tradicionalmente elevado en Colombia. El candidato Federico Gutiérrez anunció inmediatamente su apoyo a Hernández, mientras el centrista Fajardo, luego de fracasar sus acercamientos con Hernández, anunció que votará en blanco. Según las encuestas, hay un alto porcentaje de indecisos, entre quienes están sectores ambientalistas cuyas motivaciones son ambiguas.
Hasta el 19 de junio, cuando se definirá el proceso, hay un espacio en el que no abundará el debate político, puesto que Hernández se ha negado sistemáticamente, eliminando cualquier posibilidad de contrastar claramente las dos propuestas. Mantiene la estrategia exitosa previa, que presenta como su eje de campaña el combate a la corrupción; a pesar de que tiene al menos una acusación pendiente, planteada durante su ejercicio como Alcalde de Bucaramanga, según la cual habría querido beneficiar a su hijo con un contrato de consultoría; esa demanda será examinada por el poder judicial en julio próximo.
Con respecto a las posibilidades electorales de Gustavo Petro, se afirma que habría alcanzado su techo con la votación de la primera vuelta; y que tiene un mayor de rechazo que Hernández.
En caso de que Petro logre triunfar, ello provocaría cambios fundamentales al menos en tres dimensiones que se deben tomar en cuenta.
Primero. Significaría el fin de aproximadamente cuatro décadas de hegemonía conservadora en Colombia, que ha marcado la política no solo de ese país, sino de la región. Efectivamente Colombia se ha convertido en el aliado principal de Estados Unidos en América Latina; es miembro de la OCDE, que agrupa a los países cuyas políticas públicas se alinean con las de los países más ricos del mundo; incluso ha solicitado ser miembro de la OTAN, instrumento militar y geopolítico controlado por Estados Unidos. Un gobierno de Petro pondría en cuestión esas alianzas; incluso ha mencionado la necesidad de revisar los tratados comerciales firmados por anteriores regímenes.
Segundo. Complementaría una clara tendencia hacia la reorientación de los regímenes políticos en América Latina, marcada también por la llegada de Gabriel Boric a la presidencia en Chile; de Pedro Castillo, en Perú; de Andrés Manuel López Obrador, en México y un eventual triunfo de Lula da Silva, en Brasil, en octubre próximo. Esto implicaría un cambio regional importante en cuanto a su alineamiento internacional. Esto profundizaría la distancia de la región con los Estados Unidos, como ya se evidenció durante la última Cumbre de las Américas.
Tercero. Aportaría a un cambio muy relevante para el Ecuador, porque completa el viraje total de la orientación ideológica en los cuatro países que conforman la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, Colombia y México), La orientación claramente conservadora de los regímenes que dieron origen a esa alianza comercial, tendería a cambiar al otro extremo. Para el Ecuador no sería prudente precipitarse, en ingresar a este grupo, hasta fines de año, apresurando una negociación claramente perjudicial con México, cumpliendo los objetivos señalados por altas esferas gubernamentales, Parece más prudente analizar seriamente priorizar claramente los intereses nacionales, al margen de cualquier ideología libre cambista a ultranza, ver cómo se modifican, en los planos regional y global los posicionamientos comerciales y la regionalización, más aún en el marco de las transformaciones en curso, provocadas por los impactos de la pandemia y de la guerra en Ucrania y de las canciones.
También parece muy importante analizar el papel que han tenido en las últimas elecciones, no solo en América Latina sino en el mundo, los medios de comunicación y en particular las redes sociales; lo que suceda en esos escenarios en esta semana antes de la elección final, así como los procesos que se desarrollen en Brasil, asumen especial interés.
Una ventaja de 2,5 millones de votos que lleva Petro parece difícil de cubrir, más aún cuando el vencedor precisa obtener el 51% del total de votos. Si bien en política todo es posible, quien la tiene más dura parecería ser Hernández. Muchas encuestas han pronosticado un virtual empate técnico.
Los sectores que se coaligaron para evitar el triunfo de Petro en primera vuelta, han agitado el espectro de Venezuela; habrá que ver si su fuerza se mantiene en la segunda vuelta, cuando un nuevo contexto geopolítico global, en particular en el ámbito energético, los Estados Unidos se aproximan a Nicolás Maduro. La importancia del comercio internacional, especialmente de alimentos, del petróleo y del gas están cambiando.
Desde el punto de vista del Ecuador es necesario analizar detenidamente las propuestas de los dos finalistas, con respecto al narcotráfico. Hernández no ha sido muy explícito al respecto, y ha tendido hacia un poco más de la misma política que se ha venido aplicando; no ha asegurado si retomará las fumigaciones con glifosato, cuyos efectos no han dado ningún resultado significativo; al contrario, afectaron la salud de la población de las zonas intervenidas, llegando incluso al territorio ecuatoriano.
La propuesta de Petro aborda el tema desde sus articulaciones con la agricultura y con el cambio climático. Plantea la sustitución de cultivos ilícitos con el desarrollo de sistemas agroforestales, bajo el liderazgo de organizaciones comunitarias y de campesinos que han sido desplazados de sus tierras por el paramilitarismo y por todos los sectores violentos que asolaron esas regiones convirtiendo a los pobladores en presa fácil del narcotráfico.
En el caso colombiano, históricamente, este tema ha sido uno de los más difíciles. A ello se suma que se trata del país más desigual del mundo, especialmente en cuanto a la distribución de tierra. Petro plantea negociaciones con Estados Unidos para enfrentar conjuntamente el problema, enfatizando su relevancia regional y global.
No solo Colombia sino varios países latinoamericanos enfrentan una profunda crisis económica y social, caracterizado por elevados déficits fiscales, altísimos niveles de desempleo y un creciente endeudamiento externo; esa crisis que precedió a la pandemia del COVID, se agravó seriamente con el parón de la mayoría de las actividades económicas, la pérdida masiva de vidas humanas y de empleos. Los problemas estructurales señalados anteriormente y los efectos de la crisis económica, plantean los principales desafíos para los dos finalistas.
El próximo presidente deberá generar empleo y confianza. Las propuestas de Hernández son muy escuetas e imprecisas; muchos las definen como populistas, y pretende legitimarlas sólo por sus antecedentes como empresario exitoso.
Petro por su parte invitó a quien armó la propuesta económica del candidato Sergio Fajardo, el prestigioso economista José Antonio Ocampo, a ser su ministro de hacienda, la misma que no fue aceptada. Su propuesta económica incluye una indispensable reforma tributaria para enfrentar los problemas fiscales, impulsar la reactivación productiva y generar empleo. Otros temen, sin embargo, que su triunfo pueda generar salidas de capitales, que provocaría efectos contrarios a los deseados.
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