En un mundo que se mueve tan rápidamente, en el que la tecnología nos hace envejecer prematuramente y que la ansiedad es una inseparable compañera de viaje, es inevitable estar en estado de alerta casi constantemente. De ahí a convertir cualquier estímulo que recibimos en un ataque hay un paso muy pequeño.
La psicóloga y formadora Gabriela Paoli, en su artículo en la Revista VOGUE nos explica que “uno de los indicadores claros de que estamos demasiado a la defensiva es sentir generalmente -o casi siempre- que todo nos sienta mal, que no encajamos bien lo que nos dice la otra persona”.
En otras ocasiones, son otras personas las que advierten esta respuesta anómala. “A veces, nosotros mismos no somos muy conscientes de nuestro comportamiento, pero sí recibimos observaciones, quejas o sugerencias por parte de los demás, que nos indican que siempre estamos a la defensiva, que siempre creemos que hablan de nosotros, que nos ofendemos fácilmente… Por esto, es conveniente, estar atentos, tener un espíritu crítico y escuchar las opiniones de los demás, porque suele ser una información muy válida para saber un poco cómo nos estamos comportando y gestionando nuestras relaciones interpersonales”, prosigue la psicóloga.
CÓMO ES SENTIRSE A LA DEFENSIVA
Las reacciones habituales cuando nos sentimos atacados consisten, según la experta, en “alterarnos e inquietarnos psicológica y mentalmente y en analizar y dar vueltas en bucle tanto a lo que se nos ha dicho y a lo que no como a lo que hemos dicho y lo que no hemos dicho”.
Además de una tortura psicológica es una mala estrategia. Según Paoli, autora también de Salud digital: claves para un uso saludable de la tecnología, “nuestra actitud es una actitud evitativa, de evitar el contacto, de participar. Empezamos a no asistir a reuniones, a no compartir nuestra opinión, a no posicionarnos, a no decir lo que deseamos, y todo esto nos afecta mucho”.
CÓMO DEJAR DE ESTARLO
El primer paso es el autoconocimiento. Paoli asegura que “ser consciente de ello, hacer un pequeño análisis, ver cómo estoy gestionando los conflictos, cómo estoy gestionando las decisiones, cómo me está yendo con nuestras amistades, etc. nos ayuda a tener una visión un poco más real de la situación y aceptar esa parte que hay que mejorar o cambiar”.
Porque, en opinión de Paoli, en realidad uno se siente mal cuando está a la defensiva, aunque sea una nociva manera de protegernos. “Si estoy evitando reuniones, si estoy contestando mal, me estoy enfadando mucho y con mucha frecuencia, siempre termino discutiendo, siempre que quedo con alguien, al final me decepciono, me cuestiono cosas, etc. Identificar que me está pasando eso y por qué”.
El segundo paso, imprescindible para la psicóloga, “es alimentar y fortalecer nuestra autoestima y la confianza en nosotros mismos. Y para esto es muy importante trabajar diferentes áreas como puede ser la gestión de las emociones, la comunicación asertiva, la resolución de conflictos, las habilidades socioemocionales, etc”.
Otra estrategia conveniente, indica Paoli, consiste en “trabajar la dicotomía del control, es decir, saber que hay cosas que sí podemos controlar y dependen únicamente de nosotros y están bajo nuestro control y otras que no. En las que no podemos controlar tenemos que aprender a adaptarnos, a ser flexible a las situaciones que se den, a las opiniones diferentes…”.
Por último, para dejar de ser irascible y vulnerable (que es como nos sentimos cuando estamos a la defensiva) deberíamos interiorizar los derechos fundamentales. “Todos tenemos derecho a pensar diferente, a cambiar de opinión, a que nos vaya bien, al éxito, a vestirnos con nuestro propio estilo, a tener nuestros horarios, hábitos y conductas. Si tú tienes esos derechos, también debes de respetar los de los demás”, concluye la psicóloga.
Texto original publicado en la Revista VOGUE
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