Evo Morales sufrió un duro revés en las elecciones en Bolivia, pese a que su Movimiento al Socialismo (MAS) amplió su presencia al 70 por ciento de los municipios, trece más que en las elecciones subnacionales de 2015, tras vencer en 240 de las 336 alcaldías del país. Sin embargo, se quedó con tres de nueve gobernaciones; únicamente ganó en dos de las diez principales ciudades del país, en tanto que ocho de estas quedaron en manos de una oposición dispersa conformada inclusive por exmilitantes del MAS.
“La derecha no duerme hermanos, la derecha está ahí, quiere desestabilizarnos por eso más que nunca unidad hermanos -dijo el Presidente de Bolivia Luis Arce en medio de la posesión de las nuevas autoridades-. Tenemos que demostrar a esa derecha que con esta montera y con esta vestimenta (indígena) no se juega. Somos mayoría, y como somos mayoría haremos respetar nuestra mayoría en la votación”.
Entre las nuevas autoridades posesionados está el gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, quien lanzó en su posesión una advertencia a Arce. “Si no cambia la actitud hacia Santa Cruz, si continúa con el amedrentamiento y la persecución, si nos sigue lastimando con medidas económicas que nos asfixian -dijo-, lo único que nos queda es defendernos y usted sabe que lo sabemos hacer y lo hacemos muy bien”.
Luis Arce en lugar de reconciliar a Bolivia terminó por agrandar las diferencias, como si hubiera sido solo la oposición de Santa Cruz la protagonista de las marchas que terminaron con la salida de Evo Morales del poder. Al expresidente de Bolivia y admirador de Nicolás Maduro le va a resultar muy difícil retomar el control de todos los poderes del Estado con los que pretendió hacerse con la reelección indefinida.
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