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Una tercera vía pensada, en tiempos electorales, desde lo sistémico

Wilson Araque
Universidad Andina Simón Bolívar
miércoles, marzo 17, 2021
Una acción sistémica transformadora, sobre la cual se ha hablado mucho -con poca acción real-, es la transformación de aglomeraciones de empresas en clusters, en donde el espíritu cooperativo, colaborativo y de compartir entre actores asociados es el que prevalece al momento de conseguir objetivos productivos comunes
Tiempo de lectura: 5 minutos

Llamando a Peter Senge -autor de “La Quinta Disciplina”-es importante partir comprendiendo lo que significa pensamiento sistémico que, de acuerdo a Senge, es aquella forma de pensar que, partiendo de la comprensión del todo, luego la identificación de las partes y, sobre todo, las interrelaciones entre esas partes, ayuda, sinérgicamente apuntando a un objetivo común, a solucionar problemas, tomar decisiones y/o diseñar estrategias relacionados a los ámbitos personal, familiar, laboral y/u organizacional sobre los cuales funciona la sociedad.

Este enfoque de pensamiento y acción, llevado al momento electoral del país, sugeriría analizar todas las propuestas de los candidatos -tanto de primera, como los que irían a segunda vuelta- y, así, extraer lo que mejor se alinee, de forma interrelacionada, a las necesidades reales de una población diversa, con altos niveles de pesimismo y una serie de requerimientos inmediatos vinculados al empleo y al aumento de los niveles de pobreza que, en última instancia, terminan carcomiendo el bienestar individual y colectivo de una nación.

Este ejercicio, por tanto, deberá recoger las propuestas buenas, para, luego, interrelacionarlas y juntarlas para lograr, con la respectiva acción sinérgica, ese país mejor que todo el Ecuador desea alcanzar y que se podría explicar mediante la reflexión e interacción de seis ámbitos que, estratégicamente, son espacios para la mejora colectiva sistémica de un país lleno de potencialidades productivas y humanas.

El prime ámbito está relacionado con el combate real a la corrupción que, por años, ha robado el dinero público y lo que es más ha ido desgastando la esperanza de un pueblo que, cansado de los gobernantes que han pasado por Carondelet, se pregunta cómo salir adelante en medio de una serie de amenazas presentes alrededor de una crisis tridimensional -sanitaria, económica y social- que sigue en evolución empeorando los indicadores sociales de todos los países del mundo. En el caso de América Latina, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), “se estima que el total de personas pobres ascendió a 209 millones a finales de 2020, 22 millones de personas más que el año anterior”; lo cual representa un grave retroceso en el desarrollo de políticas de igual socioeconómica que, aunque de forma lenta, se venían impulsando en la región en los tiempos prepandémicos.

El otro ámbito está vinculado al impulso del comportamiento eficiente en todos los campos del quehacer socioeconómico del Ecuador. Por ejemplo, a nivel del sector público será fundamental que la tramitología y normas vinculadas tengan un estructura y forma de funcionamiento con las cuales sea fácil trabajar; beneficiándose, así, agentes económicos nacionales e internacionales.

En el caso de los nacionales, un grupo altamente beneficiado será el de los emprendedores que, para abrir y sostener en el tiempo un negocio, puedan disminuir al máximo el costo de la transacción que, cuando es larga, tortuosa y costosa, se convierte más bien en un gran obstaculizador del surgimiento de nuevas empresas que, al final, podrían ser fuentes significativas de nuevos puestos de trabajo digno.

Para los agentes económicos internacionales, también, será beneficioso, ya que, con una tramitología y legislación con la cual es fácil trabajar, se verán estimulados para aterrizar e invertir en suelo ecuatoriano, caso contrario lo único que seguirá viendo el Ecuador es cómo países vecinos mejoran los niveles de inversión directa extranjera y el país se queda solo en el discurso y la intención de atraer nuevos capitales que contribuyan a financiar el desarrollo nacional, eso sí cuidando la soberanía ecuatoriana y que esos capitales vengan, realmente, con fines de apoyar a la producción nacional de mediano y largo plazo.

Muy pegado al ámbito anterior, está el del fortalecimiento de una institucionalidad nacional que, por un lado, emita señales de confianza por su transparencia, eficiencia y alineamiento a las reales necesidades nacionales inmersas en un entorno global que, cada día, exige mayores niveles de excelencia e interrelación con los demás países del mundo. Esa institucional, como filosofía de acción, deberá tener un gran referente de direccionamiento -para la buena gobernabilidad futura- sustentado en lo que el mundo ha aceptado y se ha comprometido, hasta 2030, bajo el enfoque y alcance de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) promovidos por la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Una institucionalidad y gobernabilidad de este tipo, permitirá que, la interacción de lo económico, social y medioambiental, contribuya, de forma directa, a la mejora de los niveles de inclusión, solidaridad, justicia y equidad que tanto necesitan los países, más aún, cuando desde 2020 han sido duramente golpeados por la pandemia (covid-19).

Como cuarto ámbito, se debe focalizar, de forma específica, un conjunto de esfuerzos de origen multiactor -público, privado, nacional e internacional- hacia lo que, en los últimos años, se ha venido haciendo alrededor de la inclusión que, para que logre lo mayores impactos, debe ser vista de forma multidimensional -de género, territorial, por nivel socioeconómico, de grupos étnicos, por situación de movilidad humana, por situación de discapacidad humana-, lográndose, con ello, una mejora sistémica de todos los sectores que integran una determinada sociedad.

Por ejemplo, si la inclusión se la direcciona al campo financiero, esa inclusión financiera para que sea verdadera, además, de preocuparse por el acceso a productos financieros, también deberá buscar modelos operativos que se centren en el cómo se llega con esos productos en términos de los costos, montos y plazos y, sobre todo, de cómo se crean oportunidades de acceso a personas en situación de real vulnerabilidad que buscan mejorar sus condiciones familiares de vida y/o impulsar algún tipo de negocio -población en territorio rural, personas con discapacidad, jóvenes sin historial financiero, jefas de hogar, adultos mayores, refugiados, migrantes, comerciantes y productores informales, desempleados, personas privadas de la libertad esperando una segunda oportunidad para facilitar su reinserción socioproductiva, población en territorio urbano – marginal, población perteneciente a grupos étnicos excluidos por años-.

El quinto ámbito, por su parte, tiene relación con el fortalecimiento del tejido productivo nacional sobre la base de la puesta en acción de estímulos -desde lo público en articulación con lo privado- pro mejora competitiva sustentada en la transformación de la calidad, productividad y la innovación empresarial. Una acción sistémica transformadora, sobre la cual se ha hablado mucho -con poca acción real-, es la transformación de aglomeraciones de empresas en clusters, en donde el espíritu cooperativo, colaborativo y de compartir entre actores asociados es el que prevalece al momento de conseguir objetivos productivos comunes.

Un buen caso de objetivo común, podría ser el que, pensando y actuando bajo la filosofía de encadenamientos productivos fuertes y articulados, las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYME) se junte entre ellas -más las empresas grandes, por supuesto- para potenciar, por ejemplo, los niveles de exportación del país y, así, contribuir al ingreso de divisas frescas tan necesarias para fortalecer el modelo monetario de la dolarización -vigente en el Ecuador desde 2000- y que, por el número de años transcurridos, ha demostrado que sí funciona y, por lo tanto, lo que se requiere es, más bien, buscar estrategias y acciones pro su fortalecimiento y vigencia en el largo plazo.

Finamente, como sexto ámbito, está la disminución de conflictos políticos internos basada en la construcción e impulso del funcionamiento de espacios de diálogo social entre sectores diversos que, pensando en una recuperación sistémica del Ecuador, sean capaces de llegar a consensos mínimos que, empáticamente, respondan al conjunto de demandas y necesidades vigentes en un país cuya característica transversal -predominante en todos los sectores- es la diversidad de intereses y formas de actuar que, para la consecución de potentes resultados nacionales, requiere del esfuerzo sinérgico de todos los ecuatorianos que, desde sus diferentes trincheras laborales, esperan llegar a la consolidación de un país que, considerando el añadido de la pandemia, se desarrolle -cuando todos estemos vacunados- bajo las condiciones de una nueva normalidad, eso sí mejorada en relación a la que estaba vigente antes de marzo de 2020.

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