Las grandes empresas tecnológicas apuestan por las herramientas que facilitan que los usuarios sin conocimientos avanzados puedan crear aplicaciones y páginas web, una tendencia para educar o abrir emprendimientos.
La pandemia a causa de la COVID-19 ha provocado que las clases se hayan tenido que trasladar al mundo virtual en muchos países, empleando herramientas de formación online, que permiten al profesor impartir clases y a los estudiantes recibirlas sin salir de casa.
Las apps más utilizadas, para la gestión educativa del tema público es el WhatsApp porque llega prácticamente al 100% de los estudiantes en el sector público. Sin embargo, en el sector privado no se cuenta con una sola tendencia en apps, tanto a nivel nacional como mundial, una las plataformas virtuales más utilizadas es Moodle, la cual se puede gestionar no solamente como recurso de aprendizaje, sino también propone actividades de tipo interactivo, lúdico o colaborativo que permite trabajar el contenido basado en los logros de aprendizaje, establecidos para lograr un nuevo conocimiento.
También están las apss que permiten gestionar cuestionarios en línea como Kahoot y Quizizz, que no sólo están a disposición del estudiante, sino también del docente porque les permite compartir con otros la información relevante sobre determinada asignatura e incluso pueden utilizar pruebas de sus colegas de otro países. El tener acceso a la información y poder compartirla desde diferentes lugares del planeta ya no es una limitante.
Las aplicaciones más apetecidas son las lúdicas, los estudiantes se ven atraídos cuando un docente propone actividades, que les ofrece un ambiente de juego como Kahoot, que contiene pizarras digitales como Padlet el cual permite una interacción y ganar algo de acuerdo a la imaginación del estudiante. Sin embargo, a pesar de que encontramos en la Red todo este tipo de apps, hay un gran limitante y ésta va de la mano con el tema pedagógico, si estos recursos no se gestionan con un objetivo pedagógico son como una estrella fugaz, con momentos de brillo, pero que mueren inmediatamente, porque el estudiante la utiliza por novedad. Hay que trabajar muchísimo con los docentes para llevarlos hacia una pedagogía digital, a la tecno-pedagogía.
A las apps se las puede clasificar por temática o por competencias, si el objetivo es desarrollar en los estudiantes pensamiento crítico o razonamiento lógico se utilizan mapas conceptuales y para ello, se cuenta con un sinnúmero de aplicaciones, al igual que para desarrollar trabajo colaborativo. Estas habilidades transversales son las que hacen mucho eco al momento de elegir una aplicación, que pueda utilizarse como recurso de apoyo al aprendizaje.
En el sector privado se nota una gran acogida del tema tecnológico como recurso de apoyo al aprendizaje, pero en el público no, porque el proceso de aprendizaje se maneja desde una zona de confort, es decir, varias son las causas que lo limitan, por ejemplo, no tengo los recursos, no estoy capacitado y con esto se conforman. La llegada de la pandemia nos obligó a todos a cambiarnos el chip hacia la era digital y ha sido muy oportuno porque ha disminuido la brecha digital en la que vivíamos, no sólo en el ámbito educativo sino en todos los ámbitos.
Hemos sido partícipes de esta revolución de la compra Online y tiempos de pandemia comenzamos a pedir cosas por una aplicación, ya sea comida del supermercado o procesada, algo a lo que no estábamos acostumbrados, porque a nuestra sociedad le gusta ver y tocar para comprar el producto, pero poco a poco nos fuimos adaptando a esta nueva modalidad. En la educación ha sido lo mismo, aún falta mucho pero ahora los docentes del área fiscal se han adaptado a utilizar algunas herramientas o plataformas que el gobierno ofrece, para compartir el conocimiento con los estudiantes. Es importante aclarar que esto llegó para quedarse, si en algún momento volvemos a la presencialidad, tanto padres de familia como estudiantes van a demandar esta parte virtual. Ya no es una opción que los docentes que van a ir a las aulas de clase, con su pizarra y su libro; cuando hay una cultura creada, una cultura digital que la hemos vivido los padres, estudiantes, docentes, autoridades y en nuestras mentes.
Podemos gestionar muchas cosas a través de la virtualidad como el teletrabajo. Lo que debemos lograr es que toda la ciudadanía sin importar la edad, en la medida de lo posible, logre adoptar una cultura digital, en especial a quienes no son Millennials o Zentennial. Muchos de los migrantes digitales se han formado una barrera al punto de no poder operar un cajero automático en un banco o enviar un correo electrónico.
Los estudios demuestran que solo un 40% de los migrantes digitales se han adaptado a la nueva tecnología y quienes aún no lo han hecho es por el temor a dañar, a no poder, a ser producto de la mofa, por eso no se embarcan en esta nueva cultura digital y eso es muy peligroso. Este grupo de personas va desde los 35 años, entre mujeres y hombres. Pese a que quienes se encuentran en medios comerciales se ven en la obligación de manejar algún recurso digital, para gestionar sus actividades.
Es peligroso tener personas que no se adaptan a la cultura digital, porque en determinado momento van a ser excluidas del grupo, que avanza con lo que la sociedad demanda. Si hablamos de este grupo de personas de 35 años, si tiene un niños de 10 años, él sí maneja la tecnología y este desbalance de conocimientos provoca la llamada brecha digital. Mientras los padres tienen un teléfono celular inteligente sólo para recibir y hacer llamadas o hasta manejar un WhatsApp, su hijo lo maneja a la perfección. Este desfase de conocimientos para manejar un teléfono celular entre el padre y el hijo produce una pérdida de comunicación porque no hablan el mismo lenguaje, además de las nefastas consecuencias a las que muchas veces se llega por desconocer la información que los menores de edad gestionan o las personas con las que interactúan.
Lo que ocurre a nivel mundial es que niños, jóvenes y adolescentes están enfrascados en los videojuegos, que ya han provocado hechos lamentables terminando en el suicidado. En el mundo se realizan estudios para comprobar si el contacto por muchas horas con estos videojuegos, se puede llamar una adicción. Esto porque el momento en que se retira el dispositivo en el que juega el niño o el adolescente provoca la misma reacción que a un adicto.
Por otro lado, el problema también está en aquellos Millennials y Zentennials, que tienen sus hijos pequeños y consieran que la tecnología es parte de la vida, por lo cual le proveen desde muy corta edad un dispositivo móvil para “entretenerse”. Cuando la lectura es: “estoy ocupada, estoy trabajando toma este dispositivo para que no me interrumpas”. Esto, en niños menores de seis años provoca que se pierdan varias habilidades que deben desarrollar como la comunicación, porque su única forma de comunicarse es a través de lo visual. Cuando los niños están muy expuestos a los dispositivos, su forma de articular palabras es tardía o su pronunciación no es adecuada, porque le hace falta el contacto con sus padres o con niños de su edad, que son quienes permiten desarrollar estas habilidades.
Si bien es cierto que la tecnología ha llegado para quedarse y no es mala, no es menos cierto que debemos educarnos para gestionarla, para caminar a la par con la demanda de la sociedad y con el desarrollo tecnológico que evoluciona al segundo. En este mundo globalizado somos nosotros quienes debemos tomar la decisión, de quedarmos estancados con la mirada tradicional hacia el mundo o si nos embarcamos en esa aventura llamada cultura digital. Aunque vayamos tropezando, cayendo y levantándonos debemos tener las competencias básicas para afrontar la cultura digital y desenvolvernos en esta sociedad hoy tan demandante con el tema tecnológico.
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