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‘Parásitos’: una película sobre el Ecuador

Fernando Balseca
Universidad Andina Simón Bolívar
lunes, febrero 17, 2020
Los pobres de Parásitos –a diferencia de los ecuatorianos– tienen recursos intelectuales aprendidos en una escuela de calidad que los hacen astutos y sagaces, capaces de aprovechar una pequeña oportunidad para salir adelante, incluso con engaños, trampas y mentiras... En cambio, los pobres del Ecuador están condenados por la pésima educación pública, por un sistema de justicia que no es transparente, por unas diferencias raciales y sociales que nos trizan como comunidad nacional
Tiempo de lectura: 2 minutos

¿Qué país y qué sociedad son retratados en Parásitos, la película surcoreana recientemente premiada por los Óscar hollywoodenses? Las calles y los barrios en que ocurre la trama están en Corea del Sur; las actrices con ojos rasgados que hablan coreano son de Corea del Sur; los platillos que comen en el largometraje son de Corea del Sur; los olores corporales que despiden los actores son de la gente de Corea del Sur. Todo pasa allá, lejos, en el otro lado del planeta, pero Parásitos ahonda con tal universalidad los conflictos humanos que muchos espectadores salimos de verla pensando en nuestro Ecuador.

Tal es el valor del arte genuino: no interesa dónde sucede la película, la novela o la obra teatral; el gran arte tiene la capacidad de hacer que integremos a nuestro entorno lo que vemos, leemos o escuchamos. Aunque una obra nos hable de una posible sociedad de seres de Júpiter, en el fondo ella está profundizando sobre quiénes somos. El arte propicia que nos impliquemos en las ficciones que nos presentan, para que nos llevemos a nuestras experiencias personales y familiares lo que les está pasando, aparentemente, únicamente a los otros. El arte es un poderoso dispositivo para vernos a nosotros mismos.

Por esto, en muchos sentidos, Parásitos es una película sobre el Ecuador, porque presenta la tragicomedia que se da en aquellas sociedades en que las diferencias entre ricos y pobres son abismales, insultantes y vergonzosas, tanto que, mientras que para los pudientes una lluvia copiosa es un primor para las plantas y los árboles de los amplios jardines amurallados de sus mansiones, para los desposeídos puede ser un asunto de perder la vida en sus casas inundadas hasta el techo. Con justificaciones razonables o no, en Ecuador hay quienes ganan mensualmente un salario básico multiplicado por diez, veinte o treinta.

Los pobres de Parásitos –a diferencia de los ecuatorianos– tienen recursos intelectuales aprendidos en una escuela de calidad que los hacen astutos y sagaces, capaces de aprovechar una pequeña oportunidad para salir adelante, incluso con engaños, trampas y mentiras. En este filme, una familia se va acomodando al servicio de otra familia de ricos, para lo cual recurren a todos los trucos ilegales a su alcance. En cambio, los pobres del Ecuador están condenados por la pésima educación pública, por un sistema de justicia que no es transparente, por unas diferencias raciales y sociales que nos trizan como comunidad nacional.

Parásitos es un filme sobre la fragilidad de lo humano en aquellas economías industrializadas supuestamente exitosas, como la surcoreana, que exporta también una imagen de progreso y bienestar absolutos conseguidos con tecnología. En esta película, sin embargo, hay unos mundos dramáticamente distantes que hacen que la vida de los ricos y de los pobres peligre por igual cuando estos se enfrentan. Parásitos es un verdadero descenso a los infiernos porque, en un país tan dividido por la inequidad entre ricos y pobres, ¿son los pobres los parásitos de los ricos o son los ricos los parásitos de los pobres? (O)

Texto original publicado en El Universo

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