Quito celebró sus 485 años de fundación en medio de un clima polarizado, una polarización agrandada tras las protestas de octubre pasado, atizadas en gran parte por el correísmo que buscó y busca hasta ahora el mecanismo para ver por dónde intenta regresar al poder. Aunque sea por la puerta de atrás.
El expresidente Rafal Correa, cuyo único sueño parece ser Carondelet, le apostó todo a Quito para asaltar, entre comillas, el poder. Quito fue incendiada por un capricho, cual ciudad romana. Pero Quito, una ciudad de ascendencia liberal que sobrevivió al amurallamiento de su centro histórico sobre todo en las protestas de 2015 contra sus ahora incendiarios, le apostó a un proceso de transición. Al camino del diálogo para superar las diferencias. Un diálogo incipiente todavía que puede echar raíces pese a la bulla de algunos actores, una bulla orquestada con vandalismo.
¿De algo sirve manchar con pintura monumentos como los de Sebastián de Benalcázar o Isabel la Católica y preguntarse si todavía sigue siendo héroe Rumiñahui? Sí. Son discursos políticos en una ciudad absolutamente política con muchos problemas de por medio como la inseguridad, el desempleo, la falta de aceras, el irrespeto al peatón que debe detenerse en cada paso cebra a ver si el conductor se digna en cederle el paso o no le pita para advertirle que un carro va a pasar.
“Quito no fue fundada, Kitu fue saqueada e invadida. 485 años resistimos”, decían las leyendas colocadas en los monumentos manchados con pintura roja el 6 de diciembre. La misma leyenda que pueden escribir los dinosaurios en la corteza terrestre cuando la humanidad celebre la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
¿Quiénes son los que resisten 485 años, o mil años, o diez mil años, o los millones de años que habría habitado en Loja el titanosaurio descubierto por un equipo de investigadores de la UTPL?
Las ciudades son resultado de procesos de sincretismos culturales, arquitectónicos, pensamientos y hasta ambientales. No se puede explicar una ciudad sin tal o cual elemento. Y Quito es el resultado de muchos sincretismos, desde el gastronómico hasta el ambiental.
Quito también es parte de un país, donde las ideas se cruzan, donde los debates están a la orden del día, donde el diálogo siempre está abierto, sin imposiciones, sin manipulaciones, sin llantos… Desde esta ciudad se forjaron muchos procesos, muchos cambios. Quito es una ciudad que se rebeló cuando intentó ser controlada. Se rebeló en silencio, sin que nadie le impusiera una agenda. Y cambió.
De ahí la importancia del llamado a trabajar en conjunto por sacar adelante una agenda productiva que resuelva y no multiplique los problemas del país. Hay determinados consensos, tal vez pocos, y entre esos uno de los más importantes es el del respeto a la democracia, a la idea del otro, a la idea del que piensa diferente. Y ese respeto debe cruzar por no tratar de imponer nada, ni ver todo en blanco y negro.
Quito tiene muchos retos por delante, entre ellos ser un referente de democracia y trabajo conjunto. Quito es una postal cualquiera con un significado inigualable, porque detrás de cada paso dado por alguien hay una historia, como en todas las ciudades del mundo, como en todos los lugares con sus particularidades.
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