Tras la derrota de Ecuador ante Chile, el Bolillo Gómez hizo lo justo. Un gesto tal vez inadvertido, pero un gesto. Dijo que había sido un duelo parejo, con pocas llegadas de peligro en las dos porterías. Y cuestionó la fragilidad de los futbolistas ecuatorianos al defender un saque de banda en el segundo gol que dictaminó la victoria chilena.
“Nos hacen dos goles -dijo-, uno en un córner y el otro en un saque de banda inconcebible desde todo punto de vista”. Es imposible ponerse en la piel de un director técnico de un equipo en alta competencia, como lo hacen todos los hinchas en las redes sociales, porque saben a quién alinear, quién están capacitado para hacer goles y quién para atajar y quién debe irse a su casa.
Mucho se puede cuestionar del Bolillo. Se ha dicho que es un técnico desactualizado; que el fútbol europeo es mejor; que no hay juego bonito que valga si no hay goles, pero no su decencia expresada en esos 45 segundos. Muchos dirán que por tanto dinero que se le paga necesitaba dar una explicación más larga, pero no. Solo necesitó 45 segundos para decir lo que necesitaba decir.
“Feliz noche, un abrazo para todos y excúsenme porque prefiero no hablar en la forma que estoy”.
Nadie que no estuviera tan dolido habría dicho eso.
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