Las redes sociales Facebook, Instagram, WhatsApp y Messenger –todas propiedad de Facebook- registraron graves problemas de conexión a nivel global el miércoles 13 de marzo de 2019, dejando a millones de usuarios sin acceso a estas plataformas.
La última vez que Facebook tuvo una caída de esta magnitud fue en 2008, cuando el sitio tenía 150 millones de usuarios, en comparación con los 2.300 millones de usuarios que tiene ahora.
La sobrecarga de información pudo ser una de las múltiples causas que provocó la caída. En estas plataformas todos los días usamos los mensajes como una forma rápida de comunicación. Un usuario regular de aplicaciones de mensajería envía más de 200 mensajes en promedio por día, eso sumado a los millones de usuarios que utilizan las redes sociales para otras actividades es, sin duda, una carga impresionante. Las propias bases de datos tienen límites y cada cierto tiempo deben actualizarse debido a la cantidad de información enviada.
A diferencia de otras, la caída del 13 de marzo no fue un bloqueo completo, sino que muchos de los usuarios afectados pudieron acceder a las aplicaciones, aunque no todas sus funciones estuvieron disponibles. Por ejemplo en Facebook: enviar mensajes, compartir contenidos o publicar comentarios dejaron de funcionar con normalidad. En Instagram, hubo problemas a la hora de publicar fotos e historias en las cuentas y en Whatsapp se detectaron fallos en el envío de imágenes y audios.
Hasta el momento, no se ha dado a conocer con exactitud cuál fue el problema; sin embargo, de algo sí estoy seguro, las grandes y medianas empresas fueron las más afectadas.
Actualmente el 70% de las empresas Fortune 500 -las 500 empresas estadounidenses con más ventas- tiene presencia en Facebook, según el estudio del Centro de Investigación de Marketing de la Universidad de Massachusetts.
El crecimiento de esta red social se ha visto en el mundo de los negocios como una oportunidad en cuanto a la captación de usuarios y oportunidades de nuevas operaciones comerciales. Poco a poco, su potencial para generar ventas se ha hecho más evidente y con ello la necesidad de las empresas de participar con estrategias que les permitan alcanzar sus objetivos comerciales.
Y ni hablar de Instagram, que cuenta con más de 700 millones de usuarios activos al mes, y un crecimiento estimado de unos 100 millones de usuarios nuevos cada seis meses. Instagram se ha convertido en la red social preferida por variadas marcas y empresas.
Ahora bien, es probable que estos fallos supongan para muchas empresas un golpe fuerte en su economía, sobre todo las empresas que se dedican a vender desde estas plataformas.
En todo caso, las empresas deberían estar preparadas para sobrellevar cualquier contratiempo que suceda en las redes sociales. Es bueno recordar que la información y todo el contenido que almacena en las plataformas no le pertenece a la empresa o al individuo: todo es propiedad de Facebook.
Uno de nuestros mayores problemas con las redes sociales en estos días es que las personas las asumen como propias. No entienden el grado de penetración que le hemos dado en casi todos los aspectos de nuestras vidas. Pero estamos tan acostumbrados a tener internet disponible todo el tiempo, que incluso una falla menor puede tener un efecto mayor.
Después de este colapso mundial, sería bueno preguntarnos ¿qué pasaría si por unos días internet no existiera más?
Lo primero que se me viene a la mente es el tema económico. Ahora, algunas de las empresas con mayor relevancia a nivel global son Google y Amazon. Estas ofertan sus servicios por internet, así como muchas otras. Sin duda, el cesar de sus operaciones sería un golpe muy duro para la economía.
También pienso en la generación Z. Esta que nace con dispositivos electrónicos y crecen con ellos, estamos hablando de niños que no conocen cómo marcar desde un teléfono convencional o cambiar los canales del televisor sin un control. El efecto psicológico entraría en juego para todos ellos.
La mayor parte de internet está diseñada para un propósito: permitir que nos comuniquemos unos con otros. Estamos acostumbrados a conectarnos con quien sea, donde sea y cuando sea. Es por ello que, al quedar inhabilitados para hacerlo, surgen sensaciones de ansiedad y aislamiento.
Sin embargo, somos una sociedad que se adapta, tal vez, en este aspecto también lo haríamos.
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