Zinedine Zidane y Cristiano Ronaldo fueron noticia esta semana. El primero por haber aceptado volver al Real Madrid, después de una partida entre épica y trágica, y Cristiano Ronaldo porque puso a la Juve en los cuartos de final de la Champions y disparó a su equipo en la Bolsa. Zizou dejó al Madrid como tricampeón continental y vuelve 290 días después con el club fuera en la primera ronda de la Champions. Mientras Cristiano, tras su épica jornada ante el Atlético de Madrid, amenazó su futuro en los cuartos de a Champions por devolverle el gesto a Siemone.
Ese futuro está en las manos de la UEFA si el Atlético de Madrid adelanta la queja formal ante el ente europeo por su polémico y obsceno gesto que hizo en el partido de vuelta de los octavos de final de la Copa de Europa tras marcar el tercer gol, similar al que hizo Diego Simeone en el partido de ida, pero con el agravante de que Cristiano se lo hizo a la afición rival, mientras que el argentino a su propia afición. Esta es la lectura de Juan Valdano, en El País, sobre estos hechos que mantienen en vilo al fútbol europeo.
“Como el fútbol llega tarde a todas las revoluciones, ahí está Simeone agarrándose los testículos, con proporcional respuesta de Cristiano, para valorar el ‘juego’ de sus equipos, y Fulvio Colovatti, campeón del mundo con Italia en 1982, suspendido dos semanas como comentarista de la RAI por decir: ‘Cuando escucho a una mujer hablar de táctica se me revuelve el estómago’. Por el contrario, el número de mujeres que asisten a los partidos crece exponencialmente y el fútbol femenino atrae cada día un número mayor de practicantes y espectadores. (…) Que se agrande la cancha y que entren cuantas más mujeres mejor para ayudarnos a sensibilizar el juego y enterrar de una vez la falacia de que al fútbol se gana por huevos”, escribe Valdano.
Sobraron las palabras porque la respuesta a todas las dudas era Zidane, el hombre sin defectos incluso con esos pantalones. Solo él resultaba unánime en uno de esos momentos divisorios en donde todo es opinable. El discurso de presentación fue titubeante, pobre, pero era la fuerza de su presencia la que tenía todas las respuestas. ¿Los jugadores necesitaban un rumbo? Zidane. ¿Los aficionados necesitaban una esperanza? Zidane ¿La estructura del club necesitaba alguien que expirara fútbol? Zidane. ¿Florentino necesitaba un paracaídas amable? Zidane. Llega avalado por tres años fantásticos y por siete meses que lo llenaron de razón y lo engrandecieron aún más. Tiene barra libre para pedir lo que quiera. En el fútbol hasta las verdades como una casa son provisionales, pero en las grandes crisis cuentan los minutos. Y en este rato Zidane era estratégico y, según los clásicos, lo estratégico no tiene precio.
La palabra Zidane produjo un impacto reparador en el Madrid, pero la palabra Ronaldo devolvió el debate a la casilla inicial: al Madrid le falta gol. “El gol soy yo”, gritó Ronaldo desde Turín con su colosal partido frente al Atlético. Como se trata de un personaje que singulariza las causas colectivas, no se extrañen si dentro de tres meses transforma el “Reyes de Europa, somos los reyes de Europa”, por el “Rey de Europa, soy el rey de Europa”. No es Zidane frente a Ronaldo porque los dos formaron una pareja complementaria y ganadora. Pero me parece oportuno recordar que este juego les pertenece a los jugadores. Los entrenadores se merecen las fortunas que ganan por hacerse cargo de la totalidad de lo que ocurre en un campo de fútbol y pagar con una lapidación pública, cuando no con su puesto, las derrotas. Pero si Zidane alcanzó la gloria y Simeone su mayor humillación, a lo mejor tuvo algo que ver un tal Ronaldo.
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