Geraint Thomas fue la gran sorpresa en el podio de París en los últimos años. La segunda baza del Sky se convirtió, sin esperarlo, en el flamante nuevo jefe de filas para terminar firmando la primera gran vuelta de su carrera. Un nuevo éxito de la formación británica, que ha ganado seis de las últimas siete ediciones de la ‘Grande Boucle’, reseña Marca.
Kristoff se hizo con el triunfo en la jornada de clausura de los Campos Elíseos.
Todo estaba preparado para que Froome, que llegó ‘in extremis’ a este Tour después de que la UCI le exculpara de su positivo en las pasada Vuelta a España, lograra lo que nadie más ha logrado en la historia de este deporte: ganar, de forma consecutiva, un Tour (2017), una Vuelta (2017), un Giro (2018) y nuevamente el Tour de Francia.
Froome venía de ganar en Italia de forma aplastante y su condición era perfecta para intentar lograr la ‘manita’ en París entrando en el club de Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain. Sin embargo, todo empezó del revés.Una caída en la primera jornada le hizo empezar con mal pie y peor tiempo. Aguantó bien la primera semana y, en la segunda, con la llegada de la montaña alpina, se encontró con que el ‘enemigo’ estaba en casa.
Froome jamás habría imaginado que su ‘rival’ sería su compañero y amigo Geraint Thomas. El galés, después de una vida dedicada a trabajar para los demás, se encontró con las mejores piernas de su vida, las mismas que le hicieron brillar en La Rosiere, cuando ganó la 11ª etapa y se vistió de líder, y también al día siguiente, sellando su nombre en la legendaria subida al Alpe d’Huez.
La afición se preguntaba entonces si un hombre acostumbrado a ganar carreras de una semana podía rendir en la tercera de toda una gran vuelta. La lógica invitaba a pensar que sería el momento de que Froome tomara el mando del Sky, pero Thomas desafió la lógica y las apuestas y en los Pirineos también se mostró como el más fuerte.
Una vez más, el maillot amarillo supuso una enorme inyección de fuerza, confianza y ambición. En los Pirineos aguantó a la perfección en lo más alto de la clasificación. ‘Ayudado’ por los importantes de abandonos de pesos pesados como Richie Porte, Vincenzo Nibali o Rigoberto Urán, Thomas se encontró con un Tour donde apenas hubo oposición.
Con Nairo y Landa muy distanciados en la general, su mirada estaba puesta en Dumoulin y un sorprendente Roglic, una de las sensaciones de esta edición. En la etapa ‘made in Formula 1’ con final en el Col du Portet ganó Quintana y el británico amplió su ventaja ligeramente.
Todo se decidiría en la etapa con final en Laruns, después de ascensos a míticos puertos como el Col d’Aspin, el Tourmalet o el Aubisque. Todavía entonces alguno pensaba que llegaría la visita del señor del mazo, pero nuevamente se equivocaron.
Escoltado por un gran debutante como Bernal, además del gran trabajo de hombres como Castroviejo o Kwiatkowski, y la sombra de Froome, Geraint nunca perdió los nervios pese a los continuos ataques de Roglic, en primer lugar, y de Dumoulin, en menor medida.
El primero, el esloveno, se llevó la merecida victoria y todo quedaba visto para sentencia en la contrarreloj de Espelette, donde Thomas debía demostrar sus orígenes en la pista para sentenciar un Tour que estaba ganado. Pudo incluso ganar la crono, marcando el mejor tiempo en los dos primeros intermedios, pero el equipo le ordenó levantar el pie para asegurar la victoria en París y, de paso, la etapa para Froome.
Al final, ganó Dumoulin, que termina segundo en su mejor Tour hasta la fecha, seguido de Froome, que sube al tercer cajón de París. Así terminaba una edición donde hubo más nombres propios, como los de Alaphilippe, flamante campeón de la montaña, Peter Sagan, sexto ganador del maillot verde de la regularidad igualando el récord de Erik Zabel, Latour como mejor joven y Movistar Team como mejor equipo.
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