Por donde se mire, fue errónea la política de ‘tolerancia cero’ contra los migrantes adoptada por el gobierno del presidente Donald Trump, que separó a niños -incluidos bebés- de sus familias migrantes una vez que estos ingresaban a territorio estadounidense.
Cómo no decirlo, también fue un acierto el haberla retirado. Sin embargo ya pagaron las consecuencias más de dos mil niños que fueron recluidos en especies de jaulas, ubicadas en la frontera con México, en las que aguardaban mientras el gobierno decidía procesar a sus padres. Un infame atentado contra la vida y los derechos humanos.
La libertad de conciencia es el derecho fundamental básico de las personas, de ahí que ninguna autoridad puede impedirlo. Así lo entendió el rey Enrique IV de Francia al firmar el edicto de Nantes (año 1589) con lo cual cerró un periodo de guerras de religión. Esta idea es el sustento de los derechos elementales de los seres humanos.
Si bien la noción había sido planteada desde mucho antes por filósofos como Santo Tomás de Aquino, llegó a tomar un extraordinario vuelo con los pensadores iluministas para quienes era necesario anteponer el derecho a la libertad de conciencia frente a la omnipotencia del absolutismo que se resumía en la frase del rey Luis XIV: El Estado soy yo.
La idea se convirtió en una doctrina que dejó perfectamente claro que los derechos pertenecen a todos los seres humanos por el hecho de serlo, y que ningún monarca estaba en capacidad de ignorar. En otras palabras, el Iluminismo señalaba que ningún gobernante está facultado a desconocer la existencia de los derechos del hombre, por cuanto no surgen de la organización estatal sino de la condición humana.
Rousseau dijo una verdad evidente, que por ser tal no necesita comprobación: los hombres nacen iguales ante la ley, y si alguien va en contra la infringe. Empero un refrán manifiesta “Gobernar es rectificar”. Y Trump lo ha hecho al firmar una orden ejecutiva que revierte la medida, a fin de cuentas es político y sabe que se equivocó
El concepto iluminista fue popularizado por Juan Jacobo Rousseau en su obra monumental, El Contrato Social, aunque ciertamente antes que él ya lo hicieron otros pensadores como Thomas Hobbes y John Locke pero fue el talento del filósofo, pedagogo, escritor y naturalista suizo francófono lo que consiguió difundir exitosamente el mensaje.
Valía la pena hacer todo este preámbulo para destacar que conforme a la evolución del pensamiento humano se han ido sumando nuevos conceptos, un proceso reconocido por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
En eso jugó un papel decisivo la señora Eleanor Roosevelt, esposa del presidente Franklin Roosevelt, quien, como cabeza de la Comisión de Derechos Humanos (1948), presentó la Declaración ante el pleno del organismo y abogó por el cumplimiento de esos principios durante toda su vida. Por tanto, el proceder de Trump ha sido un error garrafal, tan grande que ni siquiera sus copartidarios republicanos lo apoyaron. Asimismo, el repudio mundial ha sido abrumador.
Para nadie es desconocido que el tema de la inmigración ilegal y la construcción de un muro en la frontera con México para frenarla fue uno de los ‘caballos de Troya’ en el recorrido del magnate hacia la Casa Blanca, pero una cosa es controlarla y otra muy distinta es separar a los niños de sus padres y ponerlos en jaulas, esto es una violación a los derechos fundamentales de las personas.
Resulta incomprensible que a estas alturas haya quienes todavía piensen que los inmigrantes, además de los negros, indios o mestizos son inferiores. A todo esto, la razón de existir de un gobierno (de todos los gobiernos) no es perseguir y acosar sino ofrecer una mejor calidad de vida. A eso contribuye la gran migración de ciudadanos latinoamericanos en Estados Unidos.
Rousseau dijo una verdad evidente, que por ser tal no necesita comprobación: los hombres nacen iguales ante la ley, y si alguien va en contra la infringe. Empero un refrán manifiesta “Gobernar es rectificar”. Y Trump lo ha hecho al firmar una orden ejecutiva que revierte la medida, a fin de cuentas es político y sabe que se equivocó. Quizá parte del lavado de imagen sea el sorpresivo viaje a Texas de su esposa, Melania, para visitar un refugio de niños inmigrantes. Ojalá que el presidente asimile la lección.
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